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Channel: Opinión – La Galerna
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Mentiras arriesgadas

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Existe en algunos sectores del madridismo, y de una forma más acusada en los de nueva generación, una inercia a reescribir la historia del club. Que nadie interprete esta percepción como un reproche. Es inevitable que una persona tienda a filtrar los hechos desde un prisma subjetivo, incluso es comprensible cierto ejercicio de recomposición de los acontecimientos ante una decepción sostenida. Pero lo cierto es que algunas premisas habituales en los debates madridistas no se ajustan a la realidad.

“El Real Madrid ha ganado siempre” es una de esas falsedades que es repetida, con frecuencia, para criticar la precariedad actual. Los hechos, no obstante, dictan que la fecundidad madridista se concentró en el periodo comprendido entre la llegada de don Alfredo Di Stéfano (1953) y la muerte de don Santiago Bernabéu (1978). Aquella etapa dorada abarcó, en veinticinco años, el 60% de las Copas de Europa y el 50% de las Ligas de los ciento ocho años que ya cumple el club hasta hoy. Las primeras cincuenta temporadas de la historia del Real Madrid distaron mucho del ritmo productivo posterior, con tan solo dos campeonatos ligueros en las veintiuna ediciones disputadas desde 1928.

Si en los años ochenta, la irrupción espontánea de la Quinta del Buitre permitió volver a la senda del triunfo regular, en la década de los noventa tan sólo se ganaron dos títulos de Liga. Y es que, pese a ser el equipo que más títulos atesora, la derrota en el Real Madrid ha sido más frecuente que la victoria. De las 46 participaciones en la copa de Europa se han ganado 10 y perdido 36. De 84 campeonatos de Liga, 32 terminaron con triunfo y 52 en derrota. De las 108 ediciones de la Copa del Rey, 19 se conquistaron y 89 resultaron infructuosas. Lo que nos ha distinguido como madridistas no ha sido ganar siempre, sino intentarlo con más insistencia y fe que los demás. Perder es lo normal.

Club del siglo

También hay quienes han interiorizado que el músculo económico e institucional del club es un factor inherente al mismo, que el Madrid “siempre ha sido un club poderoso”; y en absoluto es así. Durante muchos años la afición del Real Madrid ni soñaba remotamente con la posibilidad de que se pudiese incorporar al equipo a uno de los considerados mejores futbolistas del mundo. El fichaje veraniego de turno era, por lo general, un jugador del que apenas se tenían referencias. Las dificultades económicas se hicieron patentes en los setenta, se agravaron en los ochenta y resultaron insoportables en los noventa, al extremo de que el club estuvo a punto de quebrar. La contratación del técnico del Milán, en el año 1996, fue una circunstancia que impresionó a una plantilla que no daba crédito ante un hito semejante, y hasta los primeros fichajes galácticos de Florentino Pérez se vivieron como una proeza; lo nunca visto.

Pero no sólo se trata del desconocimiento de un pasado lejano. En ocasiones también flaquea la memoria reciente. La persistencia en la no consecución de campeonatos ligueros por parte del Real Madrid durante los últimos años ha derivado en la máxima de que es un equipo “poco competitivo”. Basta un análisis desapasionado de lo sucedido para contradecir dicha aseveración. Que el Madrid contemporáneo no vive su periodo más prolífico es una obviedad. Es el soniquete del “una de ocho” para referirse a la soledad de la Liga de Mourinho en este árido intervalo de tonalidad azulgrana. Pero de dicha sequía lo más que podríamos inferir es que el Madrid no ha sido un equipo ganador. Y hasta que no se demuestre lo contrario una cosa es ganar y otra distinta es competir. Lo primero es un concepto que remite a un hecho concreto y hasta de carácter oficial. No admite interpretación. Lo segundo, ser competitivo, señala a quien ha luchado con opciones hasta el final o, si se permite, hasta el umbral de lo mínimamente exigible. Como así ha sido esta misma temporada.

Desde ese prisma, la media de puntos del Real Madrid en los siete campeonatos de Liga no conquistados en las últimas ocho participaciones ha sido de más de ochenta y ocho puntos, lo que hubiera bastado para ganar la Liga de Schuster, la última de Capello, las dos de Vicente del Bosque, la de Valdano y tres de las cinco de la Quinta del Buitre (ponderadas a campeonatos de veinte equipos y tres puntos por victoria).

Tres de estas temporadas perdidas -la de Pellegrini, la primera de Mourinho y la última de Ancelotti- constituyeron la segunda, cuarta y quinta mejor puntuación de la historia del club tras la Liga de los 100 puntos, que también se incluye dentro de ese periodo. En el ámbito internacional, el Madrid ha logrado clasificarse para semifinales seis temporadas consecutivas, es decir situarse de forma perenne entre los cuatro mejores equipos de Europa resultando finalista, cuando menos, en dos ocasiones. Así pues, habrá que convenir que, efectivamente, el equipo ha ganado poco pero, de ningún modo, se puede sostener que no haya competido.

Este desdén por el aparente escaso espíritu ganador del equipo se ha relacionado con otro mantra viciado: el de postular que a día de hoy “el club está en manos del vestuario”. Y no es que se niegue la mayor,  que será más o menos matizable. Lo que resulta histriónico es singularizar en la actual plantilla una dinámica que ha formado parte de la idiosincrasia del club desde sus periodos más gloriosos. Manuel Fleitas fue despedido a mitad de temporada al ser incapaz de poner en vereda a un vestuario revuelto. Amancio fue destituido a petición de unos jugadores que asaltaron el despacho presidencial. Emilio Butragueño afeó públicamente su suplencia a Leo Beenhakker. Fernando Hierro calló a gritos en el terreno de juego al mismísimo Fabio Capello. Lorenzo Sanz admitía que Jupp Heynkes fue maltratado por la plantilla y Cañizares confesaba la autogestión por parte de los capitanes en la final de Ámsterdam. Zinedine Zidane acudió al despacho del presidente porque Figo no se la pasaba. Ronaldo Nazario se quejó a Florentino, delante de los periodistas, porque el entrenador le pedía correr en el entrenamiento y “resultaba absurdo que un pianista diera vueltas alrededor de un piano”.

En definitiva, el mejor club del siglo XX, desde sus albores ha estado en mano de unos protagonistas, que como en todos los lugares, tienden a arrimar el ascua a su sardina y, para ello, no solo han contado con la complicidad de los dirigentes sino de la propia afición, tendente como ninguna otra a idolatrarles.

Así que desde estas líneas no se pretende coartar la crítica ni la autoexigencia, sino simplemente reclamar que los juicios se hagan en base a unos postulados ecuánimes, precisos y ajustados a la realidad, pues de lo contrario, difícilmente las conclusiones (y por tanto las soluciones) a los problemas que ciertamente existen, van a ser las adecuadas.

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Llegamos a saborear la miel

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Dicen que el Real Madrid de Zidane se quedó con la miel en los labios en Liga. Y es verdad. Pero al menos llegamos a saborearla. A mediados de febrero bastante teníamos con no dejarnos llevar por el pesimismo. Yo, lo admito, no lo logré. Cuando el invierno hacía las maletas para huir, mi sensación era la de temporada perdida y mente en la 2016/2017. Ahora me siento mal por ello. Me rendí antes de tiempo. Impropio de un madridista. Impropio, incluso, de mí mismo.

Me sentí solo durante muchas semanas. No más solo que la una, que, dicho sea de paso, es la hora a la que más frases han dedicado cuando, sin ir más lejos, las cuatro de la mañana están todavía más marginadas en la canción de Joaquín Sabina. El colchonero nunca llegó a esa hora. Pasó de las tres al amanecer con la luna como testigo.

Volviendo a mí, con cierto tono egocéntrico en la escritura, nunca creí, pese a mi devoción por Zidane, que el Real Madrid llegase a mediados de mayo con algo que decir más allá de pedir perdón. Sin embargo, el fútbol, siempre llevándome la contraria, me recordó que el gigante blanco hinca muchas veces la rodilla, pero sólo para coger impulso y volver a levantarse.

Zizou aplaude

El Real Madrid obligó al Barcelona a hacer un sprint final con el que no contaban los de Luis Enrique. Se acostumbró a ganar el equipo de Zidane y no paró ni cuando la Champions League le recordó que tenía billete para Milán. “Tenemos que luchar hasta el último momento”, lanzó el técnico francés el 19 de abril. No fue una frase hecha, fue una declaración de intenciones.

Se fueron sumando triunfos con inesperada naturalidad mientras el Barcelona se metía en un bache del que salió a tiempo y el Atlético de Madrid se desinflaba hasta quedarse ya sin fuerzas en el Ciudad de Valencia. El único que aguantó el tirón fue un Real Madrid diseñado para amargar la vida a millones de personas que celebran el fracaso blanco más que el éxito de sus equipos. El antimadridismo es una religión de infieles que rechazaron la felicidad por exceso de orgullo.

Así y todo, y aunque suene conformista, me quedo con que el madridista llegó a saborear una miel que parecía inalcanzable. Zidane nos enseñó que el cielo no está tan lejos. Sólo falta que, a partir de ahora, no dejemos los deberes para el último rato. ¿Qué tal si empezamos a aplicarlo en Milán?

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Otra Liga que no ha ganado Luka Modric

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Lo peor de que pase el tiempo, de que se vayan las Ligas, no es la sensación de hacerse viejo; tampoco el hecho de que no las gane el Madrid, sino que no las gane Luka Modric. El último de los emperadores blancos del centro del campo, cuyo linaje moderno se remonta a Redondo, ve pasar los títulos domésticos como las vacas ven pasar los trenes. Esta situación, que debería exasperar a los poetas, amenaza con volverse normal, costumbre, perniciosa tradición. Eterna. Ha pasado otra Liga, y las exhibiciones de cada fin de semana de este pequeño gigante croata han vuelto a no ser suficientes. Modric es Tántalo, y la Liga es su saco de manzanas.

En el Madrid que yo he visto, han existido dos clases de mediocampistas: los patrones y los obreros. A la primera raza pertenecieron Redondo, Seedorf, Zidane o Alonso. A la segunda, Karembeau, Flavio Conceiçao, Makelele, Lass o Khedira. Aristocracia y Tercer Estado, todos han mordido la gloria. También Modric, monarca en la Décima, factótum del mejor Madrid del siglo XXI. Sin embargo, todos los anteriores ganaron Ligas, menos él, desheredado del paraíso del que el Madrid continúa siendo el dueño: ninguno de los treinta y dos campeonatos nacionales ganados por el Real lleva su nombre, ominosa indiferencia de un fútbol empeñado en negarle este triunfo.

Luka

El Madrid contemporáneo está urdido en torno a la figura de los grandes registas, los directores del fútbol: la Séptima y la Octava son de Redondo; la Novena, de Zidane, estrella solar del 4-4-2 delbosquista. La Décima es de Modric, y quién sabe si la Undécima. Existieron Mijatovic, Raúl, Roberto Carlos, Figo, Hierro, Ramos, pero ellos, los centrocampistas, fueron los capataces de obra. La catástrofe muscular que sufrió Modric en noviembre de 2014, condenó a la postre el camino del Real en la temporada pasada. Su tesón competitivo ha mantenido vivo el sueño liguero en ésta. Además, ha teledirigido al Madrid en su camino a Milán, desbrozando veredas sólo visibles en sueños con su naturaleza magnética, dinámica, acaparadora del balón y los espacios. No hay más que ver el empate del Madrid en el Camp Nou, hace un mes. Eso es Modric, síntesis del Madrid de los centrocampistas.

Redondo hacía girar el partido en torno a su zurda, como si fuese un gigantesco imán; Zidane se ponía al frente de cargas de caballería majestuosas, clásicas, con su estilo imperial de avanzar controlando el balón, erguido, divino, único. Modric se conecta al resto del equipo como a un cuerpo articulado, inteligente: desde los centrales a Benzema, todos son terminaciones nerviosas de un mismo sistema humano, que vence carcomiendo al rival entre líneas, a la manera de una colonia de termitas.

Pero pasan las Ligas, se escurre el tiempo, goteando desde el reloj puesto encima de la mesa, y el suelo está todo perdido de títulos ganados por fontaneros de la Historia. Las generaciones futuras no recordarán que un tal Gabi, en 2014, estuvo a dos minutos de ganarle a Luka Modric una Copa de Europa, justo después de haberle ganado una Liga; sólo unos cuantos conservaremos la memoria de estas cosas, una especie de botín con el que valorar lo irónico del mundo. Pero sucedió de esta manera, y ambos futbolistas, estandartes de dos concepciones antagónicas del balompié y de la narrativa, volverán a encontrarse en la liza por la copa más importante, en el partido mejor del año.

Lo hermoso contra lo gris. Lo que brilla contra la gota de sudor. Casi siempre gana el sudor, aunque Modric es también quien más se fajó en tantos otros partidos, este año, en que su equipo casi dimitió de competir: contra el Betis, contra el Granada, contra tantos otros equipos, partidos grises, algunos perdidos, otros ignominiosamente empatados. Siempre estuvo el bajito, el hombre que le robó al barcelonismo la silueta de Cruyff y la trajo a Chamartín; el genio de la lámpara, el icono del 19, el que nunca quiere perder, el que, como Al Pacino en Scarface, juega bien hasta cuando juega mal. Quiso ganar Modric esta Liga, como todos los demás. Pero viéndolo jugar, uno tiene la impresión de que él la quiere más, y que esta dama se empeña en no bailar, en marcharse antes de que amanezca, en no culminar nunca el gran relato del amor.

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Señorío y sexo en Leicester

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Alan Ashcroft, un electricista escocés afincado en Leicester, dice haberse acostado con veintiséis mujeres gracias a su parecido con Claudio Ranieri, el entrenador del equipo de fútbol local, flamante campeón de la Premier League. En quince días ha ligado más que, por ejemplo, el F.C. Barcelona en ciento diecisiete años, lo cual convierte la noticia en una proeza casi inenarrable. Un palmarés único. En Leicester el amor debe estar ahora mismo en el aire. Leicester es hoy la Sevilla de Don Juan, personaje de leyenda inspirador de Byron, de Pushkin o de Espronceda.
ranieri ashcroft
Yo imagino una Liga española ganada por el Rayo Vallecano y a un doble de Jémez apareciendo en las portadas deportivas patrias con jubón y calzón y espada tras causar estragos entre la población femenina vallecana. Yo veo esos periódicos en sepia, no salidos de la imprenta sino copiados por escribientes en las redacciones convertidas en bibliotecas medievales, narrando en verso la epopeya conquistadora del suplantador de Jémez, que sin duda elevaría la figura del técnico canario al mito de Don Paco.

No veo, sin embargo, el mismo éxito en un posible suplantador de Luis Enrique (por mucho que allí tengan su propia Hostería del Laurel), el entrenador del agonizante equipo campeón de la Liga española. Las mujeres, al contrario que los periodistas, deben de huir de Lucho (Lucho Tenorio) con ese tono de Fernán Gómez que utiliza delante de los micrófonos. Claro que el doble podría moderar ese aspaviento constante, dulcificarlo y hasta imitar (o tener) el timbre de Leonard Cohen. Pero el timbre de Leonard Cohen no casa con el rostro indisimulablemente prognático de Luis Enrique. Sería como crear un ser mitológico como el hipogrifo, con cabeza de águila y cuerpo de léon: rostro de Luis Enrique, cuerpo de Messi y voz de Piqué.

Ranieri tiene el aspecto de un zorro plateado, pero luego habla como Torrebruno y se cae el mito que fortalecía Ralph Lauren, frente al que Rachel, la de Friends, sufría calentura al encontrárselo en el ascensor. Igual Alan Ashcroft tiene la voz de Yves Montand al que añade un acento italiano devastador (como llamarles “ángel de amor”) en las mujeres de Leicester. Esta clase de farsantes tuvieron cabida incluso en el Real Madrid en épocas olvidables como la de Ramón Calderón, que agasajó a un falso Nicolas Cage hasta límites delirantes. Cómo gozó aquel actor italiano al entonces presidente blanco sólo lo podría contar doña Inés.

Pero esas cosas hoy no podrían pasar en Chamartín. Cualquier imitación del entrenador, de Zidane, que habla en susurros como un sultán castizo, sería tan burda que hasta el menos informado se daría cuenta del engaño y reconocería al pelma, ese del que contaba Camba que iba siempre detrás de las modistas que, no siendo ricas, no tienen orgullo y, siendo pobres, no aceptan dinero. Otra cosa será si gana la Copa de Europa. Que se cuiden ese día las mocitas del pelma que se les acerque con la cabeza afeitada y un hablar en susurros, no vaya a cogerlas desprevenidas por la emoción (tal será el influjo de Zizú), camino de casa con el punto bajo el brazo, como Alan Ashcroft (el de las veintiséis Ligas, dos más que el Barcelona) a aquellas incautas leicesterianas.

 

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El Ebro desemboca en Milán

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El verano daba sus últimas sacudidas, estábamos a 22 de agosto y el Real Madrid Castilla iniciaba su temporada en Segunda B recibiendo al CD Ebro. Los discípulos de Zidane ganaron 5-1 e inauguraron el curso con ganas de asomarse a esa Segunda División tan anhelada por ser la ‘Selectividad’ de la cantera. Una categoría donde curtirse y donde constatar si el futuro es cercano, lejano o si directamente no hay porvenir. Escribo esto un día después de que el Castilla ganara su Grupo II de Segunda División B. Se manteó a Ramis (con todo merecimiento), pero dudé por un instante si un helicóptero trasladaría hasta el centro del campo al técnico francés. Reconozco que Space Jam me dejó tocado.

Paralelamente en el pasado, un Rafa Benítez soñador hacía su aparición en un Molinón que volvía a vestirse de gala para disfrutar de la Liga tras un periplo en los infiernos. Los blancos no pudieron pasar del resultado gafas, un empate insípido que quebró de un plumazo las ilusiones, pocas, puestas en pretemporada. Fue el comienzo del fin. Un fin que tardó en llegar, pese a que por el camino se dio un 0-4 en el Clásico de ida que hendió orgullos y amenazó con no supurar hasta ver al coach bien lejos de la Castellana.

Todos sabemos cómo acabo la estancia del madrileño en el banquillo del club de toda su vida. Puente aéreo a Newcastle y a otra cosa mariposa. Fue el polvo pasajero de una relación que se sabía fracasada desde el inicio. Zidane cogió las riendas de un equipo destrozado física y psicológicamente. Lo primero que le reveló el sentido del oído al francés fue el runrún de los “expertos” en la materia, quienes vaticinaban una hostia de proporciones desmesuradas, desatendiendo el aura celestial que invade toda la figura del francés. Lo dice su currículum, lo parlotean sus luceros. “No tiene experiencia”; “es muy joven”; “no ha demostrado nada en ningún lado”; “ha sido incapaz de ascender al Castilla”; “era buen jugador pero eso no le hará ser buen entrenador”… “Es calvo”.

To Milan

Pues bien, Zidane ha colocado a los blancos en su segunda final de Champions en tres años. Ha recuperado al equipo para la causa, un equipo que vagaba con los ojos legañosos por los estadios, con la Liga perdida, el corazón desamparado y la cabeza en Eurocopas y playas, y con todos los pronósticos en contra para llegar a lo más lejos en la mejor competición del mundo de clubes. El punto de inflexión fue el partido en el Bernabéu frente al Atlético en Liga. Los colchoneros se llevaron la victoria por 0-1. Mientras los de Concha Espina pasaban por la UCI, los medios de comunicación se frotaban las manos y sacaban los cuchillos, las AK-47 y los misiles teledirigidos señalando a las oficinas del club, y en especial a la persona de Florentino Pérez. Querían apagar la máquina que mantenía con vida al club y lo querían a toda costa.

El entrenador francés, que no tendrá mucha experiencia en banquillos pero si está curtido en mil batallas dentro del campo, se dirigió a sus jugadores y, lejos de darles una charla adoctrinadora, abrió el maletín de triunfos pasados y repartió vendas y recuerdos a partes iguales. Les animó y les convenció de la calidad y del pelaje que atesoraban todos ellos en sus botas de colores, última generación. Zidane consiguió el objetivo deseado y asaltó un Clásico que se vaticinaba como un paseo militar de los catalanes en Camp Barça. Nada más lejos de la realidad. El Madrid sacó un 1-2 (pese a la actuación arbitral, que intentó por tierra, mar y aire que no hubiera colofón blanco) que a la postre supuso el derrumbamiento culé y el resurgir de la Liga. Una competición doméstica, que pese a desaciertos arbitrales y trampas dispuestas por un morador argentino antes de comenzar la temporada (“La Liga está peligrosamente preparada para el Real Madrid”), ha sido luchada hasta la última jornada. Éramos testigos del típico documental de La 2; con la mirada impasible y orgullosa veíamos a ese felino, agazapado, arañando retrovisores. Los pupilos de Zidane, con los ojos entornados, a pesar de que no era necesario como sí sucedía con Benítez… como el miope que reniega de los anteojos.

En Champions el equipo ha ido pasando pruebas. Cierto es que la Roma en octavos o el Wolfsburgo en cuartos eran pruebas asequibles y no valían para situar correctamente en un mapa la situación de los blancos. De esto se aprovecharon los antimadridistas, que rabiaban por lo que consideraban un sorteo de bolas calientes. Entre ladrido y ladrido, algunos de ellos se despidieron de la competición. Llegó el Manchester City y de nuevo la sensación de que debíamos dar las gracias por un sorteo benévolo. Se le venció y el Madrid está en la final de Milán. Pido perdón por pasar a la finalísima. Jugamos contra el Atlético de Madrid. Molestamos.

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El espejo del alma

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Vivimos en una era visual. Desde hace décadas la incidencia de la televisión se extiende a cualquier ámbito. Lo que no sale en la pantalla no existe y lo que aparece por primera vez constituye una nueva realidad a la que hay que adaptarse. El fútbol no ha sido ajeno a estas dinámicas. Desde su irrupción, las cámaras rebajaron ostensiblemente la dureza de los marcajes, así como la picaresca sobre el terreno de juego. A su vez, la figura del entrenador amplió su dimensión al ejercer no sólo como preparador, estratega y conductor de grupo, sino también como la figura visible del proyecto deportivo que desplegaba, para su provecho, ese nuevo poder mediático.

La sala de prensa se convirtió en un nuevo escenario de incalculables posibilidades y repercusiones. De las esporádicas y escuetas declaraciones de los entrenadores de antaño, ya fuera a pie de campo, en los pasillos del recinto deportivo o en el mismo vestuario, se pasó a un plató acondicionado para una comparecencia diaria en la que el técnico transmite directrices en todas direcciones: plantilla, club, rivales y hasta los propios medios de comunicación. La sala de prensa destaca como un escenario trascendental en la estrategia del máximo responsable deportivo, quien la utilizará en función de su pericia y conveniencia, y no necesariamente en pos de un interés informativo. Como confesó en cierta ocasión Carlo Ancelotti a un periodista en Valdebebas: “Efectivamente eso es lo que he dicho, aunque vete a saber si es verdad”.

Las comparecencias han adquirido tal relevancia, que la puesta en escena de los entrenadores ha comenzado a ser ponderada como un activo más. Para el técnico es de suma importancia mostrarse seguro, transmitir confianza en su trabajo, no dar pie a la polémica, sortear las cuestiones comprometidas y, sobre todo, hacerlo con la afabilidad suficiente para no soliviantar a la misma prensa que va a intentar por todos los medios soliviantarte.

En el majestuoso Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares hay dispuesto un atril donde, siglos atrás, los aspirantes a obtener el doctorado también comparecían para responder a las preguntas que se les formulaba mientas en un espacio contiguo, a modo de confesionario, otro profesor ejercía de pinche tirano, incordiando durante su exposición al orador y hasta pellizcándole para poner a prueba su rectitud. Del mismo modo, hoy los periodistas no preguntan al entrenador solamente para obtener una respuesta, sino que a su vez le someten a un tercer grado a la espera de un renuncio inesperado.

En cierto modo, la sala de prensa es la plataforma desde la cual el entrenador proyecta el cúmulo de acciones y decisiones que sustentan su trabajo. No resulta, por tanto, una coincidencia que cada conducta tenga luego su réplica sobre el terreno de juego pues, en definitiva, un equipo no deja de ser más que el reflejo de su entrenador, cuya esencia se sintetiza ante los medios. El Real Madrid de José Mourinho era tan intenso como el técnico de Setúbal en sus respuestas. El equipo de Ancelotti se mostraba regularmente relajado, salvo en aquellas ocasiones especiales en que le daba por levantar la ceja. Y el de Benítez resultaba tan funcionarial como la lectura de un formulario. En la actualidad, tanto Zidane como sus dos competidores directos, Simeone y Luis Enrique, no hacen otra cosa que refrendar dicha teoría.

Zizou

Se detecta en la firmeza del Cholo ante los medios la misma solidez de su bloque en el campo. Consumado estratega, el argentino utiliza las ruedas de prensa para sacar ventaja, hasta en situaciones de relativa calma, como hace su Atleti en las jugadas a balón parado. Simeone no escatima en soflamas populistas como “Somos el equipo del pueblo” o en diatribas ventajistas que dicen mucho del espíritu canchero de sus hombres. En “Veo la Liga peligrosamente preparada para el Real Madrid” encontramos la correspondencia dialéctica del lanzamiento de un balón desde la banda para entorpecer el contrataque rival. Y es que, pese a su natural vehemencia, el Cholo no se muestra agresivo en su discurso, sino, en oposición, tan victimista -o si se prefiere, tan defensivo- como su equipo.

En el otro extremo encontramos al Barça del tridente de la MSN, un equipo que acosa al rival casi tanto como su entrenador a sus entrevistadores. Luis Enrique no conoce otro modo que atacar, circunstancia de la que los corresponsales del club azulgrana pueden dar debida cuenta. Expeditivo hasta el grado de proclamar “Lo siento, soy así de gilipollas”, el asturiano se muestra parco en palabras. Su Barça ya no dispone de la misma fluidez y toque de la etapa Guardiola. En ese sentido, los entrenadores locuaces suelen tender a un estilo de fútbol más fluido, sea el caso del propio Guardiola, de Valdano, de Lillo o de todos aquellos que hacen de la pelota palabra y de la sucesión de pases un soliloquio con el que pretenden terminar distrayendo al rival. El Barça de Luis Enrique, en cambio, se define como él mismo, más directo.

Pero si alguien ha sorprendido por sus maneras frente a las cámaras y micrófonos, ese no ha sido otro que Zinedine Zidane. La reacción del equipo a raíz de la llegada del francés tuvo mucho que ver con algunos de los aspectos que desde su primera comparecencia desplegó el máximo responsable deportivo del Real Madrid. Primero, una tranquilidad inaudita para alguien de quien solo se destacaba que era un novato. Segundo, la convicción que demostró en torno a sus propias posibilidades e ideas, con un discurso tan sencillo como diáfano. Y tercero, la cintura, de la que ya gozaba como jugador, para driblar cuestiones embarazosas.

En cada uno de esos detalles se puede reconocer al Real Madrid actual. Un equipo del que se ha destacado la calma con la que ha jugado en situaciones que, presuntamente, eran propicias para caer en la precipitación, como la vuelta en el Bernabéu contra el Wolfsburgo o la ida en Inglaterra contra el Manchester City. Una formación que se ha mostrado sólida como no lo hacía desde hace más de un año, sin grandes artificios tácticos pero con la seguridad de saber qué hacer en cada momento. Un equipo que ha sorteado cada situación de riesgo que se le ha planteado, con sufrimiento, pero casi siempre victorioso.

Y capítulo aparte merece, cómo no, su sonrisa. Una alegría que ha vuelto a iluminar la esperanza blanca y que ha desconcertado a unos rivales que todavía no aciertan a comprender el porqué. Zidane atiende serio, pero relajado, durante  la interpelación del periodista, como si estuviese observando la parábola de un pelota cayendo del cielo. Y cuando esta culmina la recibe,  súbitamente, con la misma expresión de gracia con la que un niño reacciona cuando ha cometido una travesura. Da igual que el dardo sea de trayectoria perversa o de difícil resolución, la sonrisa de Zizou la amortiguará como quien controla un melón con el empeine. Una expresión que por sí sola ya puede explicar este milagro deportivo que ha llevado a sus hombres hasta la cita más prestigiosa de cada temporada y que solo cabe definirla con una palabra: madridismo.

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Esteladas y elongaciones

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Joan Tardá, portavoz en el Congreso de Esquerra Republicana de Cataluña, ha instado al FC Barcelona a no presentarse a la final de la Copa del Rey como gesto de protesta por la prohibición de las esteladas en dicha final. No veo por qué el Barça, siendo un club politizado hasta la médula, no habría de hacer caso a las indicaciones de un político de cierta relevancia y que representa el ideario que el Barça abraza. Además, no sería la primera vez que el club catalán excusa su presencia en un choque de esa competición. Ya el 24 de abril de 2000, Van Gaal retiró a sus tropas de un choque copero por un quítame allá esas bajas. Si tener muchos lesionados es razón suficiente para no comparecer a un partido de Copa, cuánto más lo será una presunta agresión contra la libertad de expresión sufrida por las huestes indepes, uña de la carne blaugrana.

joan-tarda
El gesto, eso sí, perdería efecto dramático si se tienen en cuenta los comentados antecedentes. Cuando el mal estado del sóleo de Rochembach y/o los isquios de Bogarde son razón suficiente para hacer un desplante a la Copa, cualquier otra causa por la que te quedes sin acudir a una eliminatoria o final del torneo del KO queda inmediatamente empequeñecida, como restringido queda el alcance de un gesto destinado a provocar un seísmo de solidaridad internacional.

-Tenemos a Peter Mildred, corresponsal de la BBC en Barcelona. Peter, parece que el equipo de Messi ha decidido no presentarse a la final de la Copa del Rey. Cuéntanos. ¿A qué se debe esta vez? ¿Anda la enfermería ocupadilla? ¿Muchos gemelos doloridos? ¿Sobrecarga en el cuadriceps de Rakitic?

-Errr… No, en realidad es por un asunto de unas banderas.

Oh, well, nevermind. El caso es que otra vez no se presentan, ¿verdad?

Lo que habría que ver es cómo resarce la Federación al Barça por su no presentación a la final. Sí, sí, decimos bien: resarcir. Si el dar la espalda a la Copa por unas cuantas lesiones no dio pie a sanción alguna en su momento, imaginamos que el obrar de igual modo por una causa política que supuestamente tiene que ver con la vulneración de derechos muy elementales aparejará algo más sustancioso que la mera no sanción. De no presentarse, abogo por una cuantiosa compensación al Barcelona. Puestos a abogar, propongo también que, ya que el Barça podría no querer disputar la final, le sustituya en la misma el equipo que fue expulsado de la Copa sin que jamás se encontrara prueba, con el derecho administrativo en la mano, de que había razones legítimas para hacerlo. Alguna instancia de justicia no ya deportiva, sino ordinaria, establecerá algún día que el Real Madrid, por más que cometiera un error burocrático muy grave, fue sacado de esta Copa a patadas y mediando una muy posible prevaricación. Algún día esta edición de la Copa del Rey quedará oficial u oficiosamente deslegitimada, lo que convertirá en baladí, retrospectivamente, si el Barça se presentó o no a la final por unas esteladas o por unas elongaciones, lo que tocara en aquella ocasión.

PD: Considero, por razones que serían carne de otro artículo, que la prohibición de las esteladas es un error. Pongan en el haber de la proverbial ridiculez del Barça, así como de la impunidad perenne de sus desplantes, el que me haya decantado por este artículo y no por ese.

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Lo mejor de un año de La Galerna

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Con ocasión de nuestro primer cumpleaños (21 de mayo de 2016), hemos decidido convocar una encuesta. Debéis elegir lo mejor que hemos publicado en este primer año. Votad por una sola de las que componen esta lista de 23 entradas (selección de artículos, entrevistas y portanálisis) elegidas por nuestros colaboradores más habituales en una criba que como imagináis ha dolido (es mucho, modestamente, lo bueno que se queda fuera, y la muestra objeto de la criba ronda las 1.000 entradas). La votación se hará a través de nuestra cuenta de Twitter: @lagalerna_ con el hashtag #AniversarioLaGalerna

Entre quienes votéis sortearemos una camiseta del Madrid firmada por La Galerna. Pero por la de verdad, es decir, por D. Paco Gento.

Para entrar en el sorteo basta con votar y, si no sois ya en Twitter seguidores de La Galerna, convertiros en tales.

El plazo para votar en la cuenta de Twitter se inicia ahora mismo y termina a las 23 horas de mañana sábado, día 21.

Los candidatos son los siguientes. Repetimos: debéis votar por una sola de estas veintitrés entradas, no una por cada categoría ni nada similar. Los votos con más de una opción se considerarán nulos.

-Entrevista con Paco Gento.

-Entrevista con Arbeloa.

-Portanálisis “Biportadismo“, donde se muestra el distinto trato a la misma realidad por parte de dos ediciones geográficamente distintas del mismo periódico.

-Portanálisis “Blanco oscuro casi transparente“, donde nos vimos obligados a glosar el logro de un triplete por parte del eterno rival, así como el tratamiento del tema por parte de la prensa.

-Portanálisis “Hasta siempre, admirado adversario“, el portanálisis colectivo donde homenajeamos a Cruyff en el día de su muerte.

-“Madridismo happy“, de José María Faerna, donde se demuestra, por si hiciera falta, que el Madrid son los Beatles.

-“Interrogantes“, de Juanma Rodríguez, donde se ejemplifica como nunca la doble vara de medir cuando se habla del Madrid vs. sus rivales.

-“Coach“, de Nacho Faerna. El Madrid de cine de Zidane.

-“El coloso en llamas“, una de las obras cumbre de Pepe Kollins, maestro del madridismo teórico.

-“Montañas rusas“, de John Falstaff, impecable disección de la perenne esquizofrenia vikinga.

-“El saber de una derrota (In memoriam)“, acaso el texto más personal y contenidamente conmovedor de Rafa Moreno.

-“Keylor Navas y la xenofobia de la prensa“, el artículo de Jesús Bengoechea que se hizo viral en Costa Rica.

-“La decisión de James“, o Ramón Álvarez de Mon sobre el ser o no ser del colombiano.

-“Por qué el Juez Único nos da la razón para ir al TAD“, donde Jorge Martín (Jorgeneo) abrió el camino para una serie de artículos implacables con el sospechosísimo tratamiento al Madrid de los tribunales deportivos respecto al caso Cheryshev.

-“Ensayo sobre Íker, el ángel caído“, de Paul Tenorio. Quizá la más completa de las reflexiones sobre Casillas que aquí publicamos tras anunciarse su marcha.

-“Yo escuché (dos veces) correr a Juanito“, la memoria auditiva de la noche del Borussia por parte de Jesús Bengoechea.

-“Crónica del Rayo Vallecano, 2 ; Real Madrid, 3“, de Mario de las Heras, inventor del género de la Crónica De Las Heras.

-“Todos somos Guardiola“, la simpar ironía de Ángel Faerna.

-“Reivindicación de D. Santiago Bernabéu (1ª parte)”, de Manuel Matamoros.

-“El reino de la nada 4 (Feliz año nuevo)“, el delicioso ‘mendocismo’ (no va por D. Ramón) de Fred Gwynne. La historia de una improbable entrevista con Zidane.

-“Real Madrid y Manchester United: una historia de caballeros“, la amistad entre dos clubes de fútbol legendarios, a raíz del desastre aéreo que acabó con media plantilla del Manchester.  Por Antonio Valderrama, Fantantonio.

-“Carta abierta a James Rodríguez“, de Quillo Barrios, que habla por sí misma.

-“El año del casi descenso“, por Alberto Cosín.

Estos son los candidatos. Podéis votar a partir de este momento. Os espera una camiseta firmada por Gento.

Concurso LG (1)

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Hojas de periódico en llamas

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Yo me preguntaba qué sería la Copa de Europa. Cuando nací las seis que atesoraba el Madrid yo las tenía tatuadas en la espalda como la niña de Waterworld el indescifrable mapa a tierra firme. Todo el mundo la buscaba en un planeta apocalíptico. En la Juventus jugaba Zizú antes de su reencarnación, y también Inzaghi, Davids, y, sobre todo, Del Piero, que fue uno de esos madridistas de estirpe que, en su caso, le juró fidelidad eterna a la Vechia Signora: un hombre, un valiente, un santo.

Fue Hierro quien dejó seco a Pinturiccio. Y a partir de ahí el Madrid fue reescribiendo su leyenda en noventa minutos después de treinta y dos años. Aquel día Redondo en los medios fue ese fajador con frac al que Davids le sacaba la camisa del pantalón en cada lance. Redondo jugaba con los zapatos limpios y la camisa por fuera de tantos tirones mientras le ondeaba la cola de la chaqueta que perseguía Deschamps como un perrito joven, juguetón.

Redondo fue tan maravilloso como Modric, un tipo que conducía y protegía con una estética de Proust (un tipo al que Proust hubiera descrito como a uno de sus salones elegantes) y unos redaños también estéticos que elevaron la vulgaridad de todo aquel que pretendía oponerse en ese centro del campo brillante de mármol.

Allí estaban Seedorf y Karembeu, dos caníbales delicados, madridistas de modales. Roberto Carlos chutó suspendido en el aire con una violencia modernista tras un rechace. Un chut de Matrix. Yo le vi volar desde todos los ángulos. El campo giró con la pierna del brasileño como el percutor del rifle de King Schultz. El balón lo rechazó la defensa, pero quedó suelto en el área tocando con sus botes las teclas de un piano. Yo escuché un chillido de terror. Allí estaba Pedja poniendo hojas de periódico en llamas en los agujeros de las madrigueras de los conejos hasta que cazó uno. Lo cogió de las orejas con el pie derecho y se lo llevó prendido de un toque sutil, perfecto. Luego hubo magia y el conejo se hizo pelota que voló por una esquina de Peruzzi (Peruzzi era un edificio) de una sacada de chistera de su zurda. Voló, voló y la red lo acogió como guiada por la mano de una dulce niña empuñando un cazamariposas.

Así que eso era la Copa de Europa. Era Mijatovic haciendo bailar sus carrillos y sus rizos con la locura de un carromato de colono poniendo a temblar sus herramientas y enseres por los baches del camino. Yo le vi venir a mí al galope, a Pedja. Todos lo vimos acercarse, llegar y atropellarnos mientras ya nos revolcábamos, gozosos, sobre la tierra.

Septima Mijatovic

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El gozo y el flagelo (Un año de La Galerna)

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La Galerna cumple un año. Esto se dice muy fácil pero es largo y laborioso (tan largo y laborioso como un año) decirlo sin que sea mentira. No nos va mal para ser un medio cuyo transparente sesgo (el madridismo) ha movido a algunos periodistas deportivos a llamarnos ultras y cuyo afán de excelencia (la sintaxis) ha movido a los ultras a llamarnos de todo. Unos y otros parecen creer que les estamos quitando algo, y no es de extrañar cuando cometemos crímenes tan horrendos como citar a Proust en la crónica de un partido contra la Roma o remover Roma con Santiago para que nos reciban Arbeloa o Gento.

Nuestras entrevistas, ya que estamos, han sido un componente esencial en el éxito cosechado hasta la fecha. Nuestro único mérito en las mismas ha sido el haber sido lo suficientemente pesados como para conseguirlas siendo un medio jovencísimo, fruto del entusiasmo y el dinero invertidos por un simple socio del Madrid. (Esto último hay quien no se lo cree y hace muy bien porque es de todo punto imposible). La gran acogida de estas charlas con celebridades hay que ponerla en el haber, precisamente, de personas tan ilustres y generosas como para darnos su tiempo y contarnos que Juanito nunca criticaría al Madrid públicamente (dijo Santillana) y que Del Bosque hace bien en criticar al Madrid (Fernando Hierro vino a decir). A todo esto, Fernando Romay recela de los arbitrajes europeos que sufre el Madrid de baloncesto y Joaquín Leguina recela de nuestro presidente, aunque le perdona casi todo porque nos trajo a Zidane.

El recelo y la crítica son, por cierto, los valors inspiradores del Portanálisis, otra de nuestras fortalezas y señas de identidad. El que Marca no vaya a reconocerse públicamente nunca en lo de Hernia Chronicle, ni As en lo de Ouija Daily, ni Mundo Deportivo en lo de Diario de Godó, Grande de España, ni Sport en lo de Único Periódico Deportivo Que No Recogió En Portada El Atentado Contra Una Peña Madridista En Irak, no implica que muchos de los periodistas más relevantes en todas esas redacciones no sigan con inconfesada atención las puyas que no tenemos más remedio que asestarles a diario. Ellos nos leen, como también el resto de vosotros, en la búsqueda de ese atisbo de lucidez e ironía que no siempre conseguimos hacer brillar, suponemos. La conciencia, en cualquier caso, la tenemos tranquila, porque el esfuerzo heroico de intentar alumbrar cada mañana un texto ocurrente tomando como base las primeras planas de los cuatro principales diarios deportivos nacionales no está (os lo aseguro) pagado con dinero. Vaya desde aquí mi homenaje a Rafa Moreno (@rafamoregu) y Andrés Torres (@atorresrubio), portanalistas excepcionales. (Yo también escribo algunos pero no los suficientes como para tener la arrogancia de brindarme un homenaje ni lo suficientemente buenos como para esquivar el rubor de confesar quién está detrás de cada uno de los PAs, como familiarmente les llamamos. Quede la autoría de cada texto en el terreno de la especulación, casi como el fichaje del Kun Agüero que el club de nuestros amores ejecuta verano tras verano).

Homenaje también, y muy sincero, el que desde esta columna quiero brindar a los más de cuarenta colaboradores que con su talento os han hecho reflexionar, reír o llorar (de todo ha habido, a veces en revoltijo) a lo largo de estos doce meses. Algunos de ellos, los más habituales, son ya amigos para siempre, o eso quiero pensar. Bien mirado, y si me permitís este apunte personal, yo creé La Galerna para profundizar en la amistad, aun cuando no me diera cuenta de que eso es lo que estaba haciendo. No me daría cuenta, ya digo, pero vaya si lo conseguí. Al final va a ser verdad que el fútbol, incluso para quienes no lo hemos jugado decentemente en nuestra vida, es factor de unión de espíritus.

No quiero destacar a ninguno de esos amigos porque empezar equivaldría a no finalizar, pero tampoco puedo dejar de abrir un apartado especial para Francis García, Hechi (@diosamaracana). Hay gente más papista que el Papa y galernautas más galernistas que la propia Galerna, y la implicación personal de Hechi a lo largo de este año ha superado cualquier previsión, tanto en el manejo de las redes sociales como en su aportación en las entrevistas o en cuestiones de índole, digamos, estratégico. Mi gratitud a Hechi no tiene límites. Gracias por tanto y de corazón.

Gracias también, por mucho que suene más tópico que el dicho según el cual el fútbol le debe una Champions al Atleti (ninguna frase en la Historia se ha convertido tan rápido en un cliché), a todos vosotros, queridos galernautas. No pecaré de soberbio -porque en el éxito de La Galerna sólo tengo una mínima parte- si reconozco la consciencia de que nos hemos convertido en algo levemente importante para vosotros. Ello me colma de orgullo y al mismo tiempo, qué queréis que os diga, no me hace mucha gracia teniendo como tengo cierta aversión a la responsabilidad. Es así cómo La Galerna, parafraseando lo que a Truman Capote le pasaba con su escritura, representa mi gozo y mi flagelo continuo. ¿Tendré la cara dura de ir de mártir?

No. Lo he pasado en grande en este año y no pienso deponer mi actitud. Viva La Galerna, carajo.

Gracias por todo, amigos, y Hala Madrid.

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Calma tensa

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Esperamos a que llegue la gran final de la Champions League de la única manera que sabemos: entre rumores de fichajes para la nueva temporada, diseñados para distraernos. Por lo demás, se suceden las alabanzas en torno a la figura del que, hasta el momento, es San Zinédine Zidane como ruido de fondo previo a la gran cita del sábado.

Lo excitante de poder ser campeones

La cuenta atrás ha comenzado. Apenas faltan seis días para saber si seremos campeones de Europa. Es una extraña calma, tan excitante como perturbadora. Pronto sabremos si el reinado europeo del Madrid resulta en cifras todavía más apabullantes para nuestros rivales, más incontestables y demoledoras.

El sábado 28 de mayo es la gran cita en San Siro y allí llegará lo mejor de un Real Madrid encumbrado por Zidane y lo mejor de un Atlético envalentonado por Diego Simeone, teniendo en cuenta que los nuestros parten como ligeros favoritos por internet para las apuestas.

Tras el desenlace de Liga a favor de un Barça que además se impuso ayer en la final de Copa del Rey, se aceleran las preparaciones en el camino hacia la Undécima. El Madrid ya ha hecho borrón y cuenta nueva y se focaliza por completo en la competición europea, quintaesencialmente nuestra.

El Madrid cuenta ya con Lucas Vázquez en los entrenamientos, lo que significa que Zidane va a poder contar con todos los miembros de su plantilla para la épica final, ya que la BBC también parece encontrarse al cien por cien, superadas ya la molestias de Cristiano Ronaldo y Karim Benzema, y con Gareth Bale recuperado de las lesiones que le han ido afectando durante casi toda la temporada.

La disyuntiva entre De Gea y Keylor y otros líos del mercado de fichajes

Mientras el 28 llega, los rumores del mercado de fichajes están que arden. Una de las polémicas más sonadas es la que protagoniza la portería, donde Keylor Navas lucha por su permanencia y David de Gea por zanjar un fichaje que llegaría con un año de retraso. A pesar de la cláusula de 50 millones que tiene De Gea para ser madridista, el hecho de que siga siendo el mejor portero de Inglaterra podría mantener interesada a la cúpula del Real Madrid. “Es el portero ideal para sustituir la figura de Iker”, afirmó Florentino el pasado agosto.

Por su parte, Keylor Navas ha demostrado ser fiel al equipo y su extraordinario papel en Champions (sin encajar goles como local) le hace ser aceptado por plantilla e hinchada. Supondría además un ahorro al club si sigue siendo el titular de la portería.

Otros rumores sitúan la salida de Benzema al Arsenal o la oferta del Madrid a la Juventus por el argentino Paulo Dybala. La cuestión es que ninguno de estos rumores nos despisten lo más mínimo en esta tensa espera. El objetivo es el que es: encaramar una vez más al Madrid a donde nuestros enemigos no soportan vernos.

En estos días de emoción, a duras penas contenida, tampoco se puede perder ocasión para alardear un poco de entrenador. Fernando Hierro ha hecho unas declaraciones alabando el papel del técnico francés, del que ha dicho que “está realizando un trabajo fantástico” que le ha merecido “el respeto de todo el mundo”. Estas declaraciones, sin lugar a dudas, serán una inyección extra para encarar la excitante cuenta atrás.

zizou tenso

 

 

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Hristo vs. Risto

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Hristo Stoichkov se ha organizado un partido-homenaje por su cincuenta cumpleaños y no ha asistido ni el proverbial Tato. No sé cuál de las dos cosas me extraña más: si esto de la organización de partidos amistosos a mayor gloria de uno mismo o el hecho de que a un tipo tan afable, famoso precisamente por no tener más que palabras y acciones cariñosas para todo el mundo, le haya sido tan ingrato el mundo del fútbol al que tanto ha dado (pisotones).

Me ha roto el corazón verle de corto, con esa barriga acaso calimochera y llorando la ausencia de gente como Baggio, Maradona, Messi y Ronaldinho, que habían prometido su presencia para, a última hora, dar plantón al búlgaro. Hristo no merece algo así, y no me extraña que al término del fallido intento de autobombo haya declarado que ha borrado de su móvil los contactos de tan insolidarios e informales compañeros de profesión.

stoichkov llora
Digo “compañeros de profesión” y hablo en términos pretéritos. Hristo (claro) ya no juega al fútbol, desempeñándose desde hace doce años en labores de entrenador con tan refulgente éxito, y dejando por doquier tan imborrable huella humana, que se acrecienta mi perplejidad ante el escaso éxito cosechado por este partido de amigos (?) de Hristo vs. amigos de Hristo. Quizá debería haber tirado de la agenda de los de Meijide, cuyo nombre de pila se escribe distinto pero se pronuncia igual, y cuyo talante no menos conciliador sin duda le habrá granjeado también un millón de amigos en esta vida.

-Necesitamos saber si va usted con los de Hristo o con los de Risto.

-Pero si soy el único que ha venido.

-Por eso mismo.

Digo que Hristo ejerce ahora de entrenador y digo bien. Y de los buenos. Se estrenó en 2004 con el cargo de seleccionador de su país. Estuvo un par de años allí, con el siguiente resultado global: Capitanes  que dimitieron por no aguantarle, 2 – Jugadores que no eran capitanes pero también dimitieron por no soportarle, 1. No ganó precisamente la Copa del Mundo pero siguió teniendo contento a Roberto Carlos (el de la canción, no nuestro exjugador).

En abril de 2007, fichó como técnico del Celta de Vigo con el objetivo de lograr la permanencia. Consumó el descenso del equipo celeste el mismo día en que Capello ganaba para el Real Madrid la Liga de las remontadas. En octubre dimitió por motivos personales. Es una cosa personalísima entrenar en Segunda.

No estuvo mucho tiempo en el paro, porque ya en mayo de 2009, apenas diecinueve meses después de su estampida del Celta, rubricó su contrato con el prestigioso Aboomoslem de Irán. Rubricó su contrato pero no llegó a empezar. Cuentan que unas molestias estomacales le impidieron tomar el avión rumbo a Teherán. Un rato antes se había informado, por fin, de cómo se las gastaba Ahmadineyad. Hristo primero firma y luego pregunta.

Poco después firmó por el no menos legendario Mamelodi Sundowns de Sudáfrica. Un 29 de junio llegaba y al siguiente 17 de marzo se marchaba, un tiempo impresionantemente prolongado si se tiene en cuenta las semanas que aguantó como técnico del CSKA de Sofía, club por el que fichó en junio de 2013 y del que se despidió de manera fulminante sin antes haber podido morrearse con ningún jugador a cuenta de la conquista de alguna liga o algo.

Uno lee todo estos datos y se extraña de que, a falta de baggios y messis y ronaldinhos, al menos no hayan asistido a su auto-homenaje nutridas representaciones del Celta, el Aboomoslem, el Malemodi Sundowns o el CSKA. Cría cuervos, de verdad.

Sus lágrimas son mis lágrimas. Esos pucheros en el centro del campo, rodeado de la sonora ausencia de los mencionados cracks, despellejan mi alma a tiras. Di que sí, Hristo. Borra sus números de tu móvil. De hecho, si puedes, tira el móvil al Danubio, respira hondo y yergue el mentón con toda dignidad. No necesitas a nadie más para ser lo que eres.

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La tabarra

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En ocasiones en La Galerna nos reunimos para disertar sobre el amor como en El Banquete de Platón. Ya saben: Agatón, Pausanias, Fedro, Sócrates y los demás. Yo les confesaré que con Aristófanes se parte uno de risa. Ya saben ustedes también que el amor está en el Barsa, un club que goza del favor del pueblo y de sus voceros. El Barsa es un coro guitarrero de misa dominical. En mis primeros años colegiales yo fui un niño de Escolanía, tesitura de soprano. Bach, Haendel o Mozart eran tipos con los que tenía que tratar uno a diario: grandes compositores en mi niñez y grandes filósofos en mi edad adulta, así es de elevada mi vida madridista. Luego nos obligaban a ir a misa y era cuando mis compañeros de ensayo y yo teníamos que asistir a la perpetración de un crimen ¡y en la casa de Dios!, con todas esas voces chirriantes, todas esas maracas y esas guitarras torpemente agarradas ametrallando al Señor. Pobre Señor.

Eso es el Barcelona. Sus millones de feligreses, en cambio, se solazan (en vez de recogerse bajo el sonido de un órgano o bajo el de unas voces celestiales) con la charanga, moviendo la pierna instintivamente (¡o incluso tocando las palmas!) como los de Full Monty en la cola del paro. Ayer, por ejemplo, yo escuché interpretar el Padre Nuestro (The sound of silence) de Simon y Garfunkel una y otra vez a voz en grito durante la transmisión de la final de la Copa del Rey.  Sólo fue un momento porque enseguida cambié de canal (nunca más volverán a obligarme a escuchar a un infame coro guitarrero, “execrable” lo llamó en nuestro último Banquete, con acierto, Alberto Cosín, Erixímaco entre nosotros), pero es que el Padre Nuestro de Simon y Garfunkel sólo lo pueden interpretar Simon y Garfunkel. Todo lo demás es ese coro o la misma cosa que es el barcelonismo.

Yo me acuerdo de mis ensayos y de mis conciertos. De los violines. De la pronunciación del latín, del alemán o del italiano. Me acuerdo de Puccini y de Mussorgsky y de Massenet y al mismo tiempo atraviesa Butragueño mi mente parándose de pronto en medio del área como al final de un acto. Qué le voy a hacer yo si crecí con esto y en verano en el pueblo con los montones de periódicos deportivos sobre la mesa de un quiosco sujetos con cantos de río. Esas portadas, esa noticias a simple vista me confundían. Yo en mi interior oía a Verdi. ¿Cómo podían tener hueco en una polifonía seria todas esas voces de pito? ¿Cómo podían arrastrar las vocales para unir las estrofas como señoras de pueblo? Yo no supe lo que era eso hasta que descubrí el antimadridismo, reflejado mayormente en el ensalzamiento constante de las virtudes de una asamblea de tamborileros que encandila al pueblo con su soniquete fácil y machacón.

arbitro barcelona

El soniquete está hoy por todas partes. Y todo el mundo tocando palmas. La matraca, el tabarrón que se extiende a la política con la inocencia (ya perfidia) del santurrón de Iglesia que porque toca lo que toca (¡y cómo toca!) en la misa mientras le bailan los fieles se viste de cristiano superior. Ada Colau, ¡Ada Colau!, en el palco del Calderón ¡sufriendo!, Gaspart haciendo vudú o Puigdemont (el fútbol convertido en distopía regionalista), incubando huevos independentistas. Son los mariscales del ejército de Catalunya que en el campo se bate con fiereza. La noble fiereza que constata el Manolo llamando gladiador a Suárez después de ver cómo le propina un codazo en la cara a un sevillista sin recibir por ello el correspondiente castigo. Esa fiereza. La tabarra independentista que es la tabarra al árbitro, el acoso, el sitio, la cerca. Hasta Iniesta está metido en esto. El escrache introducido por la secretaría técnica ¿de Colau?. Válganos Dios. Un árbitro valiente ante el Barcelona es como un judío de Masadá que acabará rebanándose el cuello. Y por no hacerlo se avendrá a la doctrina e irá los domingos a misa a escuchar ese guitarrismo gallináceo para expiar todos sus pecados. Y no habrá nada de Bach, ni nada que se le parezca. Nada de nada. Termino aquí para irme a leer el Portanálisis, que creo que hoy lo ha hecho mi amigo Apolodoro.

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La deuda

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Quedan pocos días para comprobar si el fútbol mundial y en especial el Real Madrid pagan su deuda con el Atlético.

Sí, amigos, dejen de parpadear perplejos y cierren su boca para evitar el bobalicón gesto. Esto que digo es ley porque así lo han afirmado los tótems del periodismo español y, por tanto, va a misa.

Esta deuda universal que el fútbol, el baloncesto y parte del hockey hierba tienen con el Atlético de Madrid, procede de perder dos finales en el último minuto, o de dejar de ganarlas más bien. En una se debió jugar un partido de desempate y en la otra una prórroga que llevó a los rivales atléticos a golearles inmisericordemente.

Llama la atención esta deuda, ya que en ninguna de esas dos finales fue superior el Atlético. En la jugada frente al Real Madrid estuvieron a punto de ganar sin tirar a puerta, meritorio, desde luego. Para los atléticos y antimadridistas varios aquello fue una afrenta, que el Real Madrid venciera siendo mejor gestó una deuda que el mundo del fútbol debe saldar y, a ser posible, pagando el Real Madrid. Para los madridistas y cualquier observador objetivo aquel gol de Ramos fue justicia poética, no ya por los desprecios y desplantes que sufre la institución por parte del antimadridismo, sino por cómo transcurrió aquella final.

Siempre me ha sorprendido cómo los malos pagadores son los primeros en reivindicar deudas, especialmente las inexistentes. Ahí les tienes, han jugado dos finales y a la tercera la deuda es acuciante. Nosotros vamos a jugar la decimocuarta y nos ha dado para perder una más que ellos incluso.

Se entiende, por tanto, que las deudas se contraen no por obligaciones, merecimientos o meritocracias, sino por antimadridismo o falta de títulos. Si es por esto último, no quiero ni pensar lo que le debemos todos a la Unión Balompédica Conquense.

deuda

Al madridismo nunca le ha dado por pedir el pago de deudas o quejarse de los morosos. Cuando conquistamos cinco Copas de Europa consecutivas y los arbitrajes empezaron a ser escandalosos para que no lográramos más, ya que podía ser contraproducente para una competición que siempre la ganara el mismo (hola, Ellis y Leafe), tampoco lo hicimos. También perdimos contra un Liverpool superior en 1981, a pesar de tener un aguerrido equipo luchador y del pueblo… Sí, amigos, perdimos varias finales y sufrimos alguna bochornosa eliminación, pero no nos dio por pedir el pago de la deuda. El carácter especial de nuestro club y el haber ganado muchas debió llevarnos a relativizar, pero tampoco pidieron el pago de esa deuda desde fuera de la institución, algo que me sigue dejando perplejo. Serían otros tiempos.

Lo que ocurre es que a esos Quijotes con micrófono que piden el pago de extrañas deudas al Atlético de Madrid se les pone cara de Dustin Hoffman en Rain man cuando contemplan evidentes injusticias contra nuestro club.

Al Madrid le deben varios tripletes y algunas Ligas en la última jornada, sin maletines tinerfeños ni denuncias públicas de ex jugadores azulgranas, pero no he escuchado ni oído a nadie reivindicar tal deuda, y eso que busqué con esmerada tenacidad.

Tampoco nadie ha pedido compensación por la asombrosa mala forma arbitral del colectivo con nuestro equipo y el asombroso rendimiento que tienen con los azulgranas. Nadie habla de que nos adeuden unos cuantos penaltis, expulsados o goles en fuera de juego que podrían habernos hecho campeones esta y otras temporadas. De esas deudas no he oído ni leído nada. ¡Un día nos pitaron un penalti en Elche y se nos quiso adjudicar la deuda de un posible y futuro descenso del equipo alicantino!

¿Cómo vamos a pedir o esperar tal cosa si también se nos deben unos medios de comunicación dignos y rigurosos? ¿Quién nos va a pagar la deuda de tener que aguantar a los Piqué, Xavi Hernández, Simeone, Gaspart, Rosell, Laporta, Bartomeu, Stoichkov, Alves y cía?

En un país sensato y con unos códigos morales básicos, quizá gente como Simeone, que dijo que “la Liga estaba peligrosamente preparada para el Madrid”; Guardiola, que intentó desprestigiar, entre eructitos, la Liga de los récords hablando de extraños arbitrajes; o Piqué y sus constantes faltas de respeto hacia nuestro club o nuestros jugadores, incluso en las celebraciones de sus éxitos, sí adeudarían algo: una sencilla disculpa.

Nadie la pedirá porque nadie la espera en nuestro equipo, y desde los medios tampoco, porque disfrutan con esas faltas de respeto e injurias. Hasta ahí llega la dignidad de algunos de nuestros rivales. No, el pago de esta deuda tampoco lo esperamos.

Uno se pone a pensar, mal hábito que tenemos en La Galerna, y acaba llegando a la conclusión de que si a alguien le deben algo es al Real Madrid, pero no, no pediremos pagos.

No, el club no pide el pago de deudas, acepta esa economía de mercado y la competencia pura y dura, a pesar de que algunos aficionados pedimos enseñar menos los dientes como la Pantoja y denunciar estos desmanes a un equipo que sería adorado en cualquier otro país, que se conformaría con un trato digno. Mientras esperamos pacientemente, desde nuestra respetuosa libertad de expresión, lo denunciaremos nosotros, los aficionados.

Como hacen muchos estados ricos con los menos afortunados o mal gestionados, el Real Madrid ha terminado por condonar casi todas las deudas que se tienen contraídas con él, mientras observa cómo otros acostumbran a pedir y recibir ayudas y rescates de ciertos medios sectarios a diario y con salero.

En cambio, se pretende una apología de igualdad malentendida al estilo comunista que sólo incumbe al Real Madrid, al que ya sólo resta pedirle que se deje ganar por el equipo del pueblo, por el pueblo y para el pueblo… pero sin el pueblo. Un reparto equitativo de las riquezas donde lo siguiente será exigir el expolio de las vitrinas del Bernabéu para repartir sus éxitos entre los fracasados estantes de los demás.

Nuestro club, que es una rareza absoluta en su distinción, que no pide cuentas a morosos ni devuelve contestaciones a injuriosos, prefiere optar por aumentar esa quimérica deuda en el campo. Sí, aunque nos desesperemos en muchas ocasiones, es justo reconocer que la institución da día tras día una lección de saber estar.

Sé que a nuestros rivales no les sobran títulos europeos, pero al Madrid, el más laureado, tampoco; es lo que tiene ser insaciable. Hemos ganado sólo 10 de 46, lo que es un balance casi angustioso para nuestro glorioso club, que las necesita mucho.

Así que si alguno cree que tiene deudas que pagar o que cobrar, que pregunte en Hacienda, que no les vendría mal, a ver si tienen suerte y les sale la declaración a devolver.

Por mi parte, en cuanto termine el artículo voy a comprarme un flotador con el escudo del Madrid, pagado al contado, que no me gusta deberle nada a nadie, porque si por alguna extraña casualidad y conjunción astral nos da por ganar la Undécima, el océano de bilis va a ser gigantesco… y yo pienso chapotear en él felizmente.

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Milán: sensaciones previas

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Se me da mal hablar de sensaciones de cara a una final de la Champions League, porque a las 12:00 tengo unas y cinco minutos después han cambiado por completo. La realidad es que en enero no esperaba nada de esta temporada y ahora estoy nervioso porque mi equipo tiene una cita con la Historia en Milán. Llevo tiempo defendiendo que Zinedine Zidane esconde algo que va más allá de ser buen o mal entrenador, buen o mal estratega. Tiene un estrecho vínculo con la Copa de Europa que convierte lo del sábado en un sueño posible del que despertaremos, ojalá llorando de felicidad, pasadas las 22:30.

Me encomendaré a Keylor Navas, a la BBC y al fútbol, ese que, según muchos, le debe algo al Atlético de Madrid. Normalmente debes más a quien más te da, por lo que nunca entenderé que no sea el Real Madrid el que tiene algo que pedirle a este deporte, sobre todo a una Copa de Europa a la que dimos la mano en sus primeros pasos.

Beberé antes del partido para templar los nervios y después para festejar o ahogar penas -durante el encuentro, ni comida ni bebida, porque soy de los que tienen el estómago cerrado desde el pitido inicial hasta el final-, que para eso se inventó el alcohol. Lo que no logrará el ron es que, sea cual sea el resultado, grite con sinceridad que “te quiero, Real Madrid” y que gracias por permitirme vivir otro de esos partidos que te reconcilian con el fútbol, la bebida y la vida. ¡Hala Madrid!

Amor

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Once dedicatorias en once citas

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1. “Asegúrate que tu enemigo no viva entre tus propias orejas.” (Laird Hamilton)

Dedicada al madridismo histérico, ese que no tiene la paz tan necesaria en la derrota como en la victoria y que se empeña en no mantener el frente unido. Unidos somos más fuertes. Olvídense del Barcelona; el peor enemigo del Real Madrid somos nosotros mismos. Si separados hemos ganado lo que tenemos en las vitrinas, el día que de verdad nos juntemos…

 2. “El liderazgo, como el entrenar, es pelear por el alma y el espíritu de los hombres, y lograr que crean en ti.” (Askenberg)

Dedicada a Zidane. Benítez fue una apuesta que no cuajó. Que en principio podría estar justificada; ustedes saben eso de que la defensa sólida con pegada arriba gana campeonatos, pero los jugadores nunca le creyeron. Y los jugadores creen en Zinedine Zidane.

3. “La humildad es la antecámara de todas las perfecciones.” (Marcel Aymé)

Dedicada a Keylor Navas, quien con su semblante impecable, disposición al trabajo y confianza ciega en él mismo, aguantó lo que aguantó el año pasado. Y este es, ni más ni menos, que el mejor portero de la temporada en Europa.

4. “La gente siempre hablará de ti, especialmente cuando te envidian y la vida que llevas. Déjalos, has afectado sus vidas, ellos no afectaron la tuya.” (Autor desconocido)

Dedicada a Cristiano Ronaldo, ese líder nuestro en la cancha que despierta en nuestros enemigos una furia carnívora. Cristiano, sus pitidos te hacen fuerte, sus críticas te hacen grande. Sal el sábado, gana y síguelos ignorando.

5. “En el mundo todos tenemos enemigos. Aun los grandes genios tuvieron sus detractores, incomprensiones e ingratitudes. ¿Por qué no habías de tenerlos tú?” (Pepo)

Dedicada a nuestros detractores, siempre tan prestos en señalar las fallas (que las ha habido, las hay y las habrá) pero tan parcos para señalar los méritos (que en un equipo con diez trofeos como el del sábado en sus vitrinas, habrán sido más que las fallas).

once

6. “El que tiene fe en sí mismo no necesita que los demás crean en él.” (Unamuno)

Dedicada a los aficionados que en diciembre, tras el clásico del Bernabéu, creyeron que era posible hacer algo grande este año. Aquellos locos que con fe y sin razón creyeron, nos sostuvieron a todos los demás y sospecho que a los jugadores también.

7. “Cuando no hay adversarios no existe la competencia, pero aumenta la ineptitud y la indolencia.” (José Luis Rodriguez Jiménez)

Dedicada al Atlético de Madrid. Por supuesto que nos hubiera gustado tenerla más fácil en los últimos años contra ustedes. Y en nuestra décima copa nos exigieron hasta el límite de lo humano. Pero si gritamos fuerte nuestro triunfo, es porque entendimos el mérito del mismo en función del tamaño de nuestro rival. Gracias por mostrarnos cómo romper nuestros propios límites.

8. “La innovación es lo que distingue al líder de los seguidores.” (Steve Jobs)

Dedicada a Florentino Pérez, que se ha enfrentado al mejor Barcelona de todos los tiempos, liderado por Messi, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. E innovando, desde su estrategia de sanear al club, pasando por unos esquemas de comercialización que nos permiten competir en un mundo de petrodólares, jeques y rusos. Por Real Madrid Televisión en abierto, por la Ciudad Deportiva de Valdebebas y por el proyecto que sin serlo, según algunos, ha llegado a seis semifinales de UCL seguidas y a dos de las últimas tres finales.

9. “La calidad nunca es un accidente; siempre es el resultado de un esfuerzo de la inteligencia.”(John Ruskin)

Dedicada a Toni Kroos y Luka Modric, el cerebro de nuestro equipo. La calma para encontrar la mejor ruta en cada situación los hace el elemento diferenciador del sábado. El triunfo pasa por igualar la intensidad y el trabajo del Atlético, porque ellos, a ustedes, nunca los podrán igualar.

10. “El mundo rompe a todos, y después, algunos son fuertes en los lugares rotos.” (Ernest Hemingway)

Dedicada a Gareth Bale, ese coloso galés que siempre está bajo sospecha y cuyos goles valen menos que los de otros “número 11”. Esta temporada, además, ha sufrido sobremanera las lesiones. Cerró la temporada como un híbrido de Tiranosaurio Rex y Erick el Rojo. Gareth Francis, el sábado te toca.

11. “Ningún jugador es tan bueno como todos juntos.” (Alfredo Di Stéfano)

Dedicada a todos los jugadores. El sábado será el Real Madrid la mejor plantilla, pero ganará el mejor equipo. Juntos, desde Keylor hasta Benzemá y desde Isco a Nacho, son invencibles.

¡HALA MADRID!

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Entre la ansiedad y el orgullo

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Creo que existen pocas adhesiones que susciten tantas y variadas sensibilidades como el madridismo. Su amplitud es tal, que la fe madridista es profesada por personas de toda condición, género e ideología. Sin embargo, sí considero que hay algo común en la mayoría de mentes que rigen los pensamientos y emociones de los que se sienten madridistas. Hablo sobre esa bifurcación, esa doble vía que dibuja dos caminos que a veces pueden parecer enfrentados. Sí, la mente de muchos madridistas se debate entre la ansiedad y el orgullo.

Ansiedad porque es el único club que le pone como nombre a la Copa de Europa un número ordinal (Décima) con el principal objetivo de encontrarle nombre al siguiente objetivo (Undécima); ansiedad que se torna en desmemoria ante la perentoria necesidad de lograr títulos cada temporada; desesperación ante la certeza de la delgada línea que separa el mayor de los éxitos de un gran fracaso.

Al Madrid el crédito le dura el mismo tiempo que transcurre entre la conquista de un título y el comienzo de la lucha por el siguiente.

No obstante lo anterior, en la mente de (casi) todo madridista permanece latente el orgullo. Un orgullo que se ha ido forjando con la conquista de cada título; un honor que es el de amar a un club cuya incidencia positiva en la sociedad mundial es más que patente; una tranquilidad que el madridista tiene por saber que su club, tarde o temprano, volverá al lugar que le pertenece.

Por ello, ante cada fracaso, el madridista muere y nace al mismo tiempo. La dolorosa puñalada mortal que produce cada derrota da paso a un orgulloso renacer ante la certeza de que todo volverá a su lugar.

Quizá no exista tal bifurcación entre el orgullo y la ansiedad. Quizá sólo sean dos caras de una misma moneda sin las cuales todo perdería valor, sin las que el Madrid se desnaturalizaría. Probablemente esa ansiedad por la conquista de cada cima es primordial para forjar el orgullo y éste sea lo que alimenta esa ambición infinita que impide el idiotizante conformismo.

En estos días eternos previos a la final de Milán este madridista vive en una ansiedad continua. No se nos va a escapar pero, pase lo que pase, de Milán volverá un madridista orgulloso por ser precisamente eso, un madridista.

Milan Champions

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Vivir para siempre

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En mayo de 2000, yo agarré una pulmonía y gané una apuesta. El Madrid se clasificaba para su segunda final de la Copa de Europa en tres años; yo, mientras, dibujaba un mapa de la ciudad romana de Baelo Claudia en una libretita que me había comprado, con toda mi ilusión. Un vendaval de primavera mojó la libreta y encharcó mis pulmones. Eso hizo que me perdiera un campeonato provincial de fútbol entre colegios, con el que había estado soñando todo el año. Pero a cambio, mi abuelo me retó: 500 pesetas a que el Valencia derrotaba al Madrid en París. Yo necesitaba 700, para no sé qué capricho: quizá fuera el último cartucho de Pokémon para la Game Boy, o alguna otra fruslería. Él aceptó. Serían 700 pesetas. Las gané, y me las pagó, porque mi abuelo era un hombre de palabra. También era del Madrid.

La de Milán será la segunda final de la Copa de Europa que juega el Madrid y él no verá. Una vez, por la misma época de la Octava, yo le pregunté por qué era tan importante el Real; por qué, cada vez que jugaba en Europa ante el Manchester, el Bayern o la Juve, incluso los hombres mayores a los que yo veía y de quienes sabía que no eran madridistas, querían que ganara el Madrid. “Por que cuando juega el Madrid, juega España”. Sonó con esa gravedad que sólo tiene lo dicho por los adultos ante los niños. Rumié su respuesta durante muchos años. Ahora sé lo que significa. También sé que los hombres para los que aquellas palabras significaban algo, están muertos, o han olvidado.

Mañana, como ocurrió hace dos años en Lisboa, el Madrid jugará contra España. Naturalmente, hay más españoles madridistas, que no madridistas, y probablemente más no madridistas, que antimadridistas. Pero los antimadridistas son como el moscón que se le cuela a uno en casa, cuando llega el calor y hay que abrir las ventanas para orear las cosas. Uno puede cocinar, comer y dormir perfectamente sin hacer caso del moscón. Técnicamente, es posible. Pero el moscón hace mucho ruido, es como una puerta entreabierta que portea, la gota que cae del grifo en el lavabo y nos despierta en el silencio de la noche. Al final uno termina por levantarse de la mesa y aplastarla.

España ya no quiere al Madrid, o como decía Relaño, no lo necesita. Porque el constructo ideológico que se ha apoderado del “espíritu del tiempo”, del zeitgeist nacional, desprecia al Madrid como cosa antigua. España precisó del Madrid cuando la conciencia popular de la nación estaba en los museos, en los pozos o en las estaciones de trenes de Suiza y Alemania. Pero ya no. Tienen las copas ganadas por la Selección; tienen al Barcelona de Messi, cuña del siglo que hiere la carne antigua. Tienen a los medios de comunicación redefiniendo el lecho sobre el que fluye el pasado. El Madrid, como la hidalguía, no cotiza en un tiempo cuyo relato lo escriben tête à tête Diego Torres, John Carlin, Alfredo Relaño, Santiago Segurola y el equipo de realizadores de Canal Plus. El Madrid es el emperador al que todos temen y envidian mientras está encima del caballo; se desea verlo lleno de barro, pues ser como él es imposible: a Dios se le acabó la arcilla al sexto día. Es la estatua de Napoleón derribada por los comuneros de su pedestal en la Columna Vendôme. El viejo orden, contra el que se proyecta una España nueva, hecha de retales de banderas muertas como aquella bandera que despliegan los campesinos de Villa Berlinghieri al final de Novecento.vendome

No obstante, hay una foto de esa estatua napoleónica abollada sobre el piso de esa plaza de París. En ella se puede ver y apreciar, con nitidez, el contorno y la figura del gran hombre. Incluso sus rasgos esculpidos en el bronce. Al fondo, sin embargo, lo que hay es una masa movida. Se intuyen pies, caras, gorras y sombreros. Se distingue incluso alguna cara. Pero la multitud de espectadores que contemplaban al gigante caído no es, para el espectador moderno, más que una ráfaga de aire, volutas de humo que sobrevuelan al bronce que no perece. Lo permanente conserva sus rasgos a través del frenesí de la eternidad.

En Milán, la España sentimental y la España millennial volverán a dirimirse el relato del mundo. El Madrid, como siempre, no ha jugado a nada y no merece ganar. Hay un pueblo elegido, que esta vez es el rojiblanco. Una vez fue el Valencia, y ciertamente, en ausencia del ángel redentor barcelonista (que vino al mundo para librar a los hombres del polvo blanco, infeccioso contagio que lleva 114 años sin querer claudicar: no en vano, está empeñado en quitarle al Pueblo otra Copa de Europa) cualquier aliado es bueno para combatir al caprichoso emperador que sólo quiere vivir para siempre.

 

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Real Madrid-Atlético de Madrid: Todo o nada

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Decía Zidane en la previa de semifinales ante el Manchester City que miraba a la cara de los jugadores y se le venía a la mente La Décima. No sabemos si acabará como aquel 24 de mayo de 2014 en Lisboa, pero al menos los aspirantes al título repetirán. Mismos rivales, pero no iguales. Ni Zidane es Ancelotti ni el Atlético 15/16 es el de aquella 13/14, en la que fueron campeones de Liga.

Comencemos señalando algunas diferencias entre el Atleti de Lisboa y el que veremos en Milán. En el aspecto defensivo, el club rojiblanco pierde individualidades muy potentes: Miranda, Tiago -no llega al 100%- y Thibaut Courtois. Sus puestos, sus roles, los ocupan, respectivamente, Giménez, Augusto Fernández y Oblak. En el plano ofensivo, no están ni Diego Costa ni David Villa. En su lugar estarán Fernando Torres y Antoine Griezmann.

Durante esta temporada hemos visto dos esquemas diferentes en el Atlético de Madrid: 4-4-2 y 4-3-3.

442 Atleti

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El plan defensivo del equipo del Cholo varía con el paso de los minutos: primeros minutos de presión intensa con Griezmann uniéndose al centro del campo y Fernando Torres flotando sobre los centrales rivales. Koke cierra junto a Gabi y Saúl se suelta hacia el encargado de la salida de balón rival. Con el paso de los minutos, más si cabe con marcador a favor, la presión disminuye y el equipo repliega en 4 + 4 + 1 + 1, con el objetivo de cortar el juego interior, achicar espacios y provocar 1vs1 o 2vs1 ante los delanteros rivales. Saben que en estático sus centrales son fuertes al choque.

Una vez roban el balón, la salida desde atrás pasa por Filipe Luis. Saúl y Griezmann se sueltan, buscando la espalda de centrocampistas y laterales rivales, y Torres tira de los centrales hacia atrás. Objetivo: encontrar espacio ganador a la espalda del mediocentro rival. Otro recurso con el que cuentan, novedad respecto a Lisboa, es el regate en 1vs1 de Yannick Carrasco.

Ante el Real Madrid, por lo visto en anteriores partidos, podríamos suponer que Simeone optará por el 4-4-2. La duda está en si buscará ahogar la salida de balón presionando a Casemiro, o si, como en las anteriores citas, su principal objetivo será el de no dejar correr a la BBC.

El XI del Real Madrid en este caso parece bastante más claro: 4-3-3 con Casemiro en el puesto de 5.

Real Madrid XI Milán

El equipo de Zidane se enfrentará a uno de los mejores sistemas defensivos de Europa, si no el mejor. Aunque ante el Bayern, en realidad, el Atlético no dio ninguna exhibición defensiva. Aunque encontrar una situación clara de transición ofensiva será casi una utopía, el Real Madrid cuenta con una diagonal (izquierda-derecha) que es realmente peligrosa para el Atleti (Filipe es el lateral que más se suelta y por ahí andará Gareth Bale). El equipo de Chamartín contará para ejecutarla con Sergio Ramos y Toni Kroos, que serán los encargados de girar al Atleti. En estático parece aún más difícil encontrar situaciones de ventaja ante el sistema organizado por el Cholo, sobre todo por la carencia de regate en 1vs1 de la plantilla blanca. Aunque aquí surgen tres nombres (un titular y dos teóricos suplentes): Marcelo, Isco y Lucas Vázquez. Otro recurso, puesto en práctica en los últimos partidos, puede ser ver a Gareth Bale por izquierda (Juanfran es el defensor más débil de la zaga rojiblanca) y a Cristiano Ronaldo y Karim Benzema cargando el área, buscando el duelo individual ante Godín-Giménez.

Casemiro ante las carreras de Saúl y Griezmann -y Carrasco, si juega- es clave para que el Atleti no se aproveche de un más que posible asentamiento arriba del equipo de Zizou. El Atleti, sin duda, buscará machacar la transición defensiva de los blancos -punto menos fuerte del equipo- y, en esa situación, el centrocampista brasileño surge como único recurso individual. El asentamiento de Toni Kroos-Luka Modric en ¾, ganando segundas jugadas, y Sergio Ramos-Pepe en los duelos en carrera ante Fernando Torres-Griezmann son los detalles que pueden marcar el devenir y, sobre todo, la tranquilidad y serenidad del Real Madrid.

Analizados ambos equipos, obviamente, no son conjuntos radicalmente distintos a los que vimos en Lisboa. Pero sí que hay detalles diferentes en ambos: un Atleti que defiende peor, pero ataca mejor; un Real Madrid que ataca peor, pero defiende mejor. Y, por supuesto, Keylor Navas.

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La Undécima a subasta

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Como todos los días que había subasta se vistió con sus mejores prendas. Abrió el armario de su vestidor, cogió su traje más preciado (el que había usado para su boda y que gracias a sus maratones seguía sentándole como un guante), una corbata a juego y sus eternas zapatillas blancas. Se situó frente a un espejo de cuerpo entero y se engalanó lentamente, sonriéndose pillín, picaruelo, sabiendo que con ese look 90’s style no tenía rival. Con él se sentía un VIP noche, un depredador, un Favila listo para pujar al ritmo del mazo.

Llegó, como siempre era su costumbre, un par de horas antes del comienzo. Le gustaba ser el primero y si para ello tenía que madrugar (a pesar del incómodo duermevela en el que se pasaba aquellas horribles noches) lo hacía con gusto. Solo pensar en el placer que le iba a deparar ganar aquella puja hacía que saltase de la cama como un resorte.

Cuando se iba acercando a la sala por aquel largo pasillo que tantas veces había recorrido, empezó a oír murmullos y voces y se temió lo peor. Abrió la puerta lentamente y muy a su pesar se encontró con que ya estaba llena. Maldijo su suerte, buscó un hueco libre y se sentó casi al fondo de la estancia entre un italiano y un alemán que le hicieron sitio a regañadientes. Se lo tenía que haber imaginado, debía de haber supuesto que a pocos días del partido que iba a marcar toda la temporada no faltaría nadie a la cita, y efectivamente, allí estaban todos, los de siempre, los de toda la vida y los nuevos, los que se habían sumado al grupo en los últimos años y los que llevaban allí prácticamente desde su nacimiento. Allí estaban todos. Con sus caras de ansiedad, con su dolor a cuestas, con ese peso que les obligaba a consolarse mutuamente, a maldecir en familia, a blasfemar… Cualquier cosa con tal de no pasar una eterna noche en vela en la soledad de sus casas.

Desgraciadamente era un grupo que no paraba de crecer y crecer. Cada vez costaba más llevarse el lote y aunque tenía tiempo de sobra para repasar su puja siempre prefería hacerlo en silencio, sin interferencias y sin tener que ver las agónicas caras de sus compañeros. Había pensado empezar pujando a la baja, con cuatro o cinco Gamper. Si la cosa se complicaba…

champions zidane

El tiempo pasó perezoso, indolente, con esa calma que precede la batalla y que no es más que un preludio del desenfreno que se iba a desatar en pocos minutos. Paseó la vista por la sala y reconoció una vez más el sufrimiento de tantos y tantos días. A muchos, después de perder varias subastas a lo largo de toda la Champions, y con la tensión acumulada por su desenlace, les resbalaban gruesas gotas de sudor que nerviosamente, con una especie de tic aprendido a lo largo de los años, se secaban dando pequeños golpecitos con sus pañuelos en la frente. Otros se habían levantado y caminaban como felinos enjaulados, como si un ángel exterminador estuviese a punto de acabar con su esperanza y fuesen incapaces de escapar de aquel recinto. Caminaban arriba y abajo, abajo y arriba, zapateando ora rabiosos, ora esperanzados. A veces se paraban, miraban fijamente la tarima donde iban a colocar la copa, murmuraban algún insulto entre dientes y continuaban su peregrinación hacia ninguna parte.

Había un grupo de conocidos periodistas en una esquina que vociferaban como si estuviesen en una tertulia. Sus cabezas eran grandes y vestían bufandas y pijamas de colores. Cerca de la puerta un arzobispo y una monja estaban apoyados contra la pared, mirando al techo, concentrados, ajenos al bullicio. Movían los labios casi al unísono, siguiendo el compás de una invisible oración que obrase el milagro que tanto anhelaban. Había políticos de diferentes signos, jugadores, jueces, presidentes, árbitros, banqueros, actores, parejas de novios, príncipes, deportistas de todo tipo, curiosos…

A las nueve en punto de la mañana una pesada y chirriante puerta de madera se abrió en el fondo de la sala y un par de elegante ujieres aparecieron con la brillante copa en sus manos. Después de caminar unos sincronizados pasos agarrando cada uno de ellos el trofeo por su asa correspondiente llegaron hasta una tarima y colocaron con cierta dificultad la copa en ella. A continuación le hicieron una pequeña reverencia, otra al público, y se marcharon por donde habían venido. Cinco minutos más tarde, y ya con la sala en completo silencio, se volvió a abrir la puerta. Un hombre de unos 65 años, delgado, con el pelo canoso y un poco desaliñado entró con paso firme y se colocó directamente al lado de la copa.

– Ahora lote número uno, cero, nueve del catálogo: la Undécima. Obra maestra del siglo XXI. Obra capaz de prestigiar cualquier museo. Inicien sus ofertas. ¿Cuánto para empezar?

– Ofrezco cuatro Gamper –dijo levantándose el hombre de las zapatillas blancas.

– El Barcelona ofrece cuatro Gamper. ¿Alguien da más para que el Madrid no gane la Champions?

– Yo ofrezco un puesto en mi tertulia, un autógrafo de Cappa y una camiseta firmada por Se…

– ¡Cuatro Gamper y dos Recopas!

– El Barcelona sube a cuatro Gamper y dos Recopas. ¿Alguna puja más?

– ¡Cinco Europa Leagues! ¡Cinco!

– Señores, el Sevilla ofrece cinco Europa Leagues. Gracias. ¿Suben a seis? ¿Nadie dice seis?

– …

– Cinco Europa Leagues a la una, cinco Europa Leagues a las dos, última vez, cinco Europa Leagues a las…

– ¡Mi báculo! Ofrezco báculo, mitra y una misa por el eterno descanso de no verles ganar la Undécima.

– ¡Eso no vale, boludo! –gritó desesperada la monja. Ahí no puedo competir. Ofrezco nacionalizarme catalana, olvidarme del tango y aprender a bailar la sardana.

– Ofrecen un báculo, una mitra y una misa, ¿alguien da más?

– Una Liga, cuatro Gamper y dos Recopas.

– Tenemos una Liga, cuatro Gamper y dos Recopas. Antes de continuar con la subasta les rogaría que mirasen detenidamente este precioso trofeo que se encuentra a mi lado y piensen una vez más en el lacerante dolor que va a acarrearles que el Real Madrid lo levante. Les recuerdo que es la Undécima. Repito, la Undécima. Piénsenlo y obren en consecuencia. Continuemos con la subasta. ¿Alguna nueva puja?

– ¡El Mundial de Sudáfrica!

– Señoras y señores, tenemos un excelente Mundial. ¿No hay mejor postor? Un Mundial a la una… un Mundial a las dos… un Mundial a las…

– ¡Un puesto en la Federación!

– ¡Ohhhhhhhhhh!

Un murmullo de admiración se extendió por la sala. Varios se levantaron, agacharon la cabeza y salieron en fila india rumiando su derrota.

– Cuatro Ligas, dos Copas del Rey, diez del Generalísimo y el nuevo San Mamés –gritó un señor de la primera fila ataviado con una enorme txapela.

– ¡Veinticinco penaltis a favor, catorce expulsados y un silbato de plata y oro! –dijo un jovenzuelo vestido de negro.

– ¡Árbitro, cabrón!

– ¡Tu p… madre!

– ¡La tuya!

– Señores, haya paz. Les ruego guarden la compostura. Sigan pujando, por favor.

– ¡Porca puttana! Abbiamo sette ¡Un yate! ¡Offro una bella barca sul Lago di Como!

– ¡Una moto GP!

– ¡Unas pajillas!

– ¡Mi escaño! ¡Juntos podemos! ¡La Copa pal pueblo!

– ¡Señores! tranquilos, por favor, de uno en uno. Respeten su turno. Continúen. Teníamos un escaño en el Parlamento. ¿Quién da más?

– Una Champions. Ofrezco una Champions.

– Perdone. señor, pero siendo del Atlético de Madrid lamento comunicarle que no puede ofrecer ninguna Champions.

– Es que ofrezco la de este año. Es a crédito. Nos deben una.

– Lo siento, de verdad que lo siento. Solo aceptamos Champions contantes y sonantes.

– ¡Mierda!

– ¿Puedo pedir respetuosamente al caballero que se atenga a las normas establecidas, por favor? Gracias. Sigamos con la subasta.

– ¡Las Fallas del año que viene! –dijo uno intentando prender con un mechero y un bote de colonia el asiento que ocupaba.

– Las Fallas. Bien. Una gran oferta. Tenemos unas preciosas y entrañables fiestas populares. ¿Alguna puja más?

– ¡La Masía!

– La Masía. Excelentes instalaciones, sí señor. ¿Alguien da más? ¿Alguna puja superior?

– …

– La Masía a la una, la Masía a las dos…

– ¡Un carnet de entrenador español! ¡Homologado!

– Total para lo que te va a servir en segunda… –dijo uno riéndose a sus espaldas.

– A ver, ¿quién ha dicho eso?

– El de la COPE. Ha sido el de la COPE…

– Repite eso, venga, repite eso si eres hombre…

– Señores, haya paz. ¡Señoreeeeeeeeees!. ¡SEÑORES! ¡POR FAVOR!

¡POW! ¡BAMM! ¡CRASH! ¡PLAFFFF!

– Una Liga, cuatro Co…

¡BOOM! ¡RATATATATA!

– Un tráiler de sidra y caCHOPOS.

– ¡La mesa de RAC1!

– ¡SEÑOOOOOOORES! ¡PAREN YA! ¡SEÑOOOOORES!

– ¡IMBÉCIL!

– Mis comisiones, la cuenta en negro de SUIZAAAAA…

-¡La Masía, el estilo y LOS VALOOOORES!

– ¡MÉTETELOS POR EL CULO!

– ¡PAYASO!

– ¡UNA LIGA PELIGRO…

¡CRASH! ¡BOOM! ¡AIEEEE!

En aquel momento, y en plena pelea multitudinaria, una figura alta y estilizada vestida con un elegante abrigo abrió la puerta de la sala y se acercó lentamente a la tarima. Según iba aproximándose los destellos de la Copa empezaron a reflejarse en su calva limpia y reluciente. Cuando la tuvo al alcance de sus manos la abrazó con amor y empezó a caminar hacia la puerta de salida silbando quedamente un precioso himno. Nadie se había dado cuenta y, si todo salía según lo previsto, en pocos días la Undécima estaría a buen recaudo acompañada de sus otras diez hermanas.

Estaba intentando abrir la puerta cuando oyó un fuerte grito a sus espaldas. Entonces, instintivamente, se tocó el pequeño escudo que llevaba en su abrigo, lanzó la copa al aire, hizo un par de ruletas como si fuese un bailarín del Bolshoi y, justo antes de que el trofeo tocase el suelo, la remató con una increíble volea y salió corriendo detrás de ella hacia la luz del sol.

– ¡ES ZIDAAAAAAAAAAAAAANE! ¡SE LLEVA LA UNDÉCIMA! ¡COGEEEEEEDLE!

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