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Channel: Opinión – La Galerna
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XI

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Acaban de terminar los penaltis y todavía estoy tan nervioso que no sé sobre qué voy a escribir. Lo único que puedo decirles en este alocado estado de excitación en el que me encuentro es que todo (y cuando digo todo, es todo) me parece más bonito. El salón de mi casa es el mismo que hace un par de horas pero algo ha cambiado. Ahora es como más grande, más espacioso, más acogedor. Las orquídeas que cuida mi mujer tienen un color más pronunciado, mucho más intenso y el ramo de flores que suele comprar todos los viernes ha extendido su penetrante aroma por toda la casa.

El sofá me acaricia, los cojines son más mullidos y el teclado del ordenador es tan suave que podría estar escribiendo horas y horas sin pensar en nada más que en el plácido cosquilleo de mis yemas. Los cristales (que tenía que haber limpiado la semana pasada) son tan transparentes como un arroyo de montaña y el dolor que atenazaba mi brazo izquierdo desde hace varios días ha remitido completamente. Es más, estoy seguro de que si me levanto y me miro en el espejo, además de verme más guapo, habré perdido esos kilos de más que por mi tapeo indiscriminado había ganado con toda justicia. No sé, algo ha cambiado. El verano sé que va a ser maravilloso y estoy pensando seriamente en pedirle a mi mujer que vuelva a casarse conmigo para dar la vuelta al mundo besándonos en cada esquina.

Hasta la odiosa lluvia que he visto caer por la ventana durante el partido ha cambiado. Ahora parece más luminosa, como si las gotas fuesen rayos de sol y pudiese salir a la calle a broncearme completamente desnudo.

Y así, poco a poco, y sin todavía tener claro sobre qué voy a escribir, voy completando mi mejor artículo para La Galerna. Sí, el mejor, no tengo ninguna duda. Hoy, desde hace unas horas, todo me sale bien, hoy no tengo necesidad de releer, ni de buscar el adjetivo adecuado, ni de cambiar un esquivo tiempo verbal. Hoy estoy convencido de que a ti este artículo te va a saber a gloria. Hoy el mundo es más bello. Hoy el Real Madrid ha ganado la Undécima.

Undécima Penalti

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XI

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Estoy como vosotros, con la diferencia de que yo ahora tengo que escribir un artículo y no me salen las palabras.

Qué suerte tenemos de poder amar esta idea de una forma inconsciente, como orates soliviantados por el postrero penalti de Cristiano. Qué inmerecida fortuna poder ser de lo mismo (fútbol, vida, lo que sea) que héroes vigentes como Casemiro, Modric, Ramos, Bale, o titanes que hoy miran atrás con la vista enturbiada por las lágrimas por la mejor despedida posible (hasta siempre, cap17án). Qué incalculable tesoro esta adscripción que es a decir de tantos tan fácil pese a que hemos pasado la temporada más jodida de nuestras vidas, aun con el mejor desenlace posible.

Hemos jugado contra un sensacional rival, que nos ha llevado hasta el límite de nuestras fuerzas. No hay mejor forma de ganar que hacerlo así para después (como ahora mismo está haciendo Sergio Ramos) felicitar al adversario por su inmenso esfuerzo.

En el momento en que escribo esto, el Presidente del Real Madrid está dedicando esta XI Copa de Europa a las víctimas del atentado contra la Peña Madridista de Irak cuyos miembros fueron brutalmente asesinados por el fanatismo. El Real Madrid es un alivio que podría parecer absurdo (pero deja de serlo en tanto en cuanto lo es) para tantas y tantas vidas jodidas en el mundo. Esto es alivio. Esto es vida, por exagerado que parezca decirlo.

La oportunidad es óptima para que todo aquel que quiera reflexionar sobre el trato que da al Real Madrid lo haga a conciencia, pero no es hora de pensar en eso. Es hora de disfrutar con la sonrisa de Zidane. Que el Madrid gane la Copa de Europa supone el encuentro definitivo entre la leyenda y la realidad. Que la gane de la mano de la leyenda que Zidane constituye es leyenda al cubo, o algo así.

En el Portanálisis de hoy os dábamos permiso exclusivo para llorar sólo en el caso de que ganáramos, pero también os dábamos la primicia de que lo haríamos. El permiso no ha prescrito. Disfrutad vuestro llanto.

Hala Madrid.

XI

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XI

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Uno miraba el autobús del Real Madrid acercándose a San Siro y veía el halo sobrenatural que lo circundaba. El autobús blanco por las calles de Milán era el Papamóvil camino de San Pedro para los que profesamos la fe del fútbol. Y luego observaba a Zidane bajando distraído del autocar con una sonrisa franca y relajada y casi lo imaginaba repartiendo bendiciones a su paso, y entonces supe lo que nunca ignoré: que el Madrid iba a ganar esta Champions como habría ganado cualquier otra. Zidane, ya lo he dicho alguna vez, tiene algo del ungido, del elegido, del depositario de la gloria que constituye la esencia del Real Madrid. Uno sabía que Zidane sólo tenía que mirarle a los ojos a la Orejona y decirle sin levantar la voz, casi en un susurro: “Ven y sígueme”. Sin peder la sonrisa. Sin alterar el gesto. Sin descuidar la compostura. Zidane gana como entrenador de la misma manera que lo hacía como jugador: porque no pertenece a este mundo, porque pisa la zona técnica con la misma ingravidez con que lo hacía sobre el campo, a pesar de soportar sobre sus hombros el peso de la historia. El brillo en los ojos de Zidane, ese brillo picarón que añade travesura a su sonrisa, es la ventana a la que uno se asomaba allá por febrero para ver la Champions. Y la veía. Vaya si la veía.

sonrisa Zidane

Tuvo que ser en Milán, claro. Cuando uno llega a Milán, lo primero que hace es ir a ver el Duomo, blanco e imponente como el Real Madrid. Y es que el Real Madrid es el Duomo del fútbol, con sus once torres grandiosas que se elevan al cielo para mostrarle al mundo en qué consiste la gloria. El Real Madrid tiene una grandeza inalcanzable e indecible, tan imposible de explicar como de ignorar,  para desesperación de las famélicas legiones de antimadridistas. El fútbol mira al Real Madrid e intenta descifrar la clave de su grandeza eterna e inextinguible, el secreto de un club que a lo largo de setenta años nunca ha faltado a su cita con la gloria. El Madrid es el fútbol eterno, el fútbol anchuroso como el océano Pacífico cantado por Neruda. El Real Madrid es tan desmedido que se sale del mapa y no hay donde ponerlo. Es tan grande, tan desordenado y tan blanco que no cabe en ninguna parte. Por eso acumula Copas de Europa con voracidad insaciable. Otros clubs celebran las Copas de Europa como si fueran la última. El Real Madrid ya está pensando en la Duodécima.

Había quien estaba preocupado porque el calor de Milán impediría a Zidane vestir el abrigo que nos recuerda que la gloria es nuestra. Yo no. Yo sabía que Zidane lleva puesto el abrigo incluso cuando no se lo pone, porque lo lleva siempre enrollado, no en la grupa de su caballo sino en la grupa del alma. El abrigo de Zidane es el compendio de todas las virtudes -grandeza, señorío, determinación, búsqueda incansable de la victoria, hambre eterna de gloria- que adornan al Real Madrid. Zidane, con esa mirada que contagia confianza y ese abrigo que nos recuerda que es nuestro cub el dueño de las virtudes más elevadas, ha devuelto su esencia al Real Madrid, que no es otra que el triunfo. La fe en el triunfo. El triunfo como algo irremediable, como traído por una ley de la naturaleza.

Hemos sufrido, por supuesto. Hoy no hemos hecho un gran partido, pese al esfuerzo hercúleo de los nuestros, que han acabado muertos (¡y qué más les podemos pedir!), pero nadie como nosotros sabe que los triunfos que mejor saben son los que requieren mayor denuedo. Y aun así, en los peores momentos, en el descanso de la prórroga, yo he visto a Zidane sonreír de nuevo con esa sonrisa blanca -blanquísima- y ese brillo inefable en la mirada. Ahí no había duda, ni vacilación, ni nerviosismo. Por eso yo presencié los penaltis con absoluta tranquilidad, con una tranquilidad que me sorprendió a mí mismo. Había visto otra vez el brillo refulgente de la Champions asomándose por los ojos de Zidane para decirnos que nos estaba esperando, para anunciarnos que estaba lista para volver a casa. A su casa. Nada malo podía pasar.

Esta es la quinta Copa de Europa que hemos levantado en menos de dos décadas. Cinco Copas de Europa en dieciocho años, privilegio reservado en exclusiva a los madridistas. Todas fueron grandiosas. Pero de entre todas ellas, ninguna me produce más orgullo que ésta. Porque ésta ha sido ganada por un equipo que ha encarnado los valores eternos del Real Madrid, los que vertebran la esencia del club, los que constituyen el tejido de nuestra alma, los que siempre nos han diferenciado y siempre nos diferenciarán del resto. Por un equipo que se levantó cuando nadie creía en él. Por un equipo que se negó a aceptar su propio fracaso. Por un equipo que se envolvió en el abrigo de Zidane y se conjuró para obrar el milagro de escribir su propio destino. Por un equipo de soldados de infantería que supieron ser fieles a la historia y dignos del honor y de la gloria del Real Madrid. Ése es el éxito de Zidane. Ése es el éxito eterno de estos jugadores, el que más temen nuestros adversarios. Porque, parafraseando a ese gran madridista que fue Galdós, este año se ha vuelto a demostrar que entre los muertos siempre habrá una lengua viva para gritar que el Real Madrid no se rinde.

Disfrutémoslo, galernautas. Disfrutémoslo, madridistas. El año que viene tenemos una cita con la Duodécima. Que este madridismo renovado, este madridismo de siempre, nos señale el camino.

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La Séptima fue de Pedja. La Octava no tuvo protagonista claro. La Novena fue de Zidane. La Décima, de Ramos. La Undécima vuelve a ser de Zidane, con permiso de Casemiro, que ha sido el mejor sobre el césped. Pero esta final de la Champions la hemos ganado porque los jugadores han creído en sí mismos, y esa confianza se la devolvió Zidane en enero. Hemos sufrido como nunca y hemos ganado como casi siempre. Hemos ganado porque somos el Madrid y no nos quedaba más remedio, que es lo que nos dijo don Paco Gento el jueves en la cena del primer aniversario de La Galerna. Durante el partido, cuando mi ánimo flaqueaba, pensaba en Gento y buscaba a Zidane en la banda. También pensaba en los compañeros galernautas que han viajado a Milán. No podían volverse sin la Orejona.

Gento

Siempre se dice que cuando un partido se decide en la ronda de penaltis es como lanzar una moneda al aire. Hoy no ha sido así. Cuando he visto a Lucas besando el escudo después de marcar el primero, a Marcelo gritar con rabia después de marcar el segundo, a Bale marcando lesionado, a Keylor rezando de rodillas… Estaba claro que no iban a irse de San Siro sin la Copa.

Hay que felicitar al rival porque han podido ganar, y eso hace más valioso el triunfo. Ha sido una final, o sea, un partido con más emoción que fútbol. Durante la prórroga, los jugadores de ambos equipos apenas podían correr. Lo han dado todo para dárnoslo todo. No se les puede reprochar nada. Zidane ya dijo en la rueda de prensa previa al partido que ellos también sabían sufrir. Los madridistas sabemos sufrir. Si alguien lo dudaba, esta noche le habrá quedado claro.

“Sólo tenemos once”, decía Roberto Carlos en Real Madrid TV dos segundos después de que Ronaldo metiera el quinto penalti. Es que somos el Real Madrid. Pues eso, a por la Duodécima.

¡Hala Madrid!

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XI

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“Hay que ganar, no hay más remedio”. Nos lo dijo Gento el jueves por la noche y yo tengo la buena costumbre de no discutir con mis mayores. Hubo un momento en los últimos meses, no sé muy bien cuándo, en que vi la cara del destino. Fatum, lo llamaban los clásicos; era un modo de darle forma a una certeza que no sabes explicar, no una superchería. No sé cuándo fue el momento, pero fue alguno en que presté atención a la cara de Zidane. La fatalidad es que lo convexo encuentre su concavidad, que las cosas encajen, que las piezas busquen su acomodo y lo reconozcan. Zidane es la cara del destino del Madrid, unas sienes despejadas hechas para el laurel, como dijo algún poeta antiguo cuyo nombre no recuerdo ahora y que no me voy a poner a buscar en Google porque soy feliz, carajo, muy feliz. En el Madrid sabemos que el destino es ganar, aunque la temporada empiece como un quilombo, aunque medio país mire con ansias cada piel de plátano que sale en el camino a ver si te rompes la crisma de una puta vez, aunque en las oficinas haya faxes con telarañas, aunque etcétera, etcétera, etcétera. El destino es no distraerle un minuto a disfrutar de la XI mientras se paladea la opción de la XII. Y de la primera repetición de las Copas de Europa de la era moderna.

Mi generación esperó con fe hasta la Séptima como quien espera al Mesías. Sabíamos que era nuestro destino y lo vimos cumplido. Ya hemos visto tantas copas como vieron nuestros ancestros. Pero todavía nos falta una para ganar tantas sin Gento como con él. Y fue él quien nos lo dijo. Amigos galernautas, no sabemos la suerte que tenemos por ser del Madrid.

La Undécima

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XI

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El Cholo tenía miedo. El Cholo. El Cholo. Es como si el miedo lo hubiera tenido Limonov, pero lo tuvo el Cholo. Zidane sonreía, en cambio. Sus ojos eran los de un torero con la nariz apoyada en la barrera mientras observa correr, tras salir a la plaza, al toro. Zidane siempre mira al toro. El partido era un rito y el peinado de Bale la tirantez del peinado de un asesino elegante, de lanzador de cuchillos, de un kickboxer. Nada de sumo. Nunca fue el galés más purasangre. Cepillado y brillante. Listo. El juego lo puso el Madrid y la pillería el Aleti. Torres y Griezmann saltando todo el rato de tres al choque para que les hicieran personal. Combinaban los blancos pero como en estertor. Un Lanzarote anciano yendo a defender a Arturo, con las barbas blancas y el ímpetu moribundo. Fueron las guedejas amarradas de Gareth las que peinaron un balón que saltó el muro. Una catapulta. En el proyectil iba Ramos subido que cayó en la boca de gol para salvar a Oblak. Eso se lo debió inventar Zizú. El dios Zizú. Yo vi a Marcelo darle de cabeza a la media vuelta sin mover los pies del suelo y a Casemiro cortar balones como a Forrest Gump golpear pelotas de ping pong. Y le vi salir al contraataque y luego regresar como un soldado de la guerra una y otra vez con el macuto y las heridas. Yo admiré el bello atolondramiento de Benzema, la hermosa serenidad que de lejos parece lentitud para ojos impacientes. Luka Modric se llevaba el balón lejos, subía a un alto y desde allí lo lanzaba a los suyos. Luka Modric o la Cruz Roja en todoterrenos destartalados por el frente italiano. Y allí abajo Karim, que se mueve como en un cuadrilátero. Karim es Alí sin golpear. Más fuerte, más fuerte. Más rápido. Y más bonito. Y la pierna derecha de Kroos funcionando como un periscopio. Era el final porque poco después no hubo nada salvo la mirada de Zizú sobre la que el madridismo surfea hasta con calambres. Empatado el partido, el resto del tiempo fue una marcha de zombis que dirigía Casemiro. El único hombre vivo. Prisioneros volviendo del frente. Heridos, llorosos, tristes, hambrientos. Danilo, Isco y Lucas Quinto sorteando cuerpos hasta llegar a la muerte súbita. Gareth Bale lanzó con una pierna de madera. Pinocho. Y Juanfran falló porque allí estaba Keylor delante de un altar. Faltaba Cristiano para ser campeón de Europa pero yo no lo vi. Sólo escuché el sonido de la vida que se abría camino.

Navas

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Once conclusiones de la Undécima

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1. El Madrid ganó la Undécima en los penaltis porque hizo todo lo posible por no llegar a los penaltis. Los penaltis son una lotería, sí, pero una donde entran en liza factores psicológicos derivados de cómo se ha desarrollado el juego anterior. La demostración que el Madrid llevó a cabo en la prórroga, destinada a entrar de lleno en el terreno de sus mejores leyendas, y que llevó a cabo en el afán de sortear la suerte de los penaltis pese al agotamiento físico de varios de sus jugadores, le atiborró de orgullo. Ese orgullo, el orgullo de no haber querido desembocar en los penaltis, ganó los penaltis.

2. Es legítimo sostener que en esta plantilla hace falta “una limpia” (así se conoce tuiteramente la hipotética criba tantas veces reclamada), pero será más legítimo aún si quienes la propugnan empiezan por admitir que tal vez se equivocaron al propugnarla en 2014, 2015 ó 2016. No sabemos si apostar por una limpia ahora constituye una postura sensata, aunque sería respetable sostener que algunos jugadores han cumplido su ciclo con este éxito. Lo que es evidente, a la luz de lo visto, es que se equivocó quien sostuvo que lo habían cumplido entonces.

3. Zidane, a quien sólo falta hacer Historia como utillero, tiene además todas las trazas de ser la apuesta a largo plazo que tanto se reclama al club. Debe ser una apuesta capaz de sobrevivir a la eventual amargura de un año sin títulos. A Florentino Pérez se le negará siempre el acierto de la decisión de ponerle al mando. Las decisiones que se toman en diciembre no cuentan, aunque posibiliten el acceso a la gloria. Tampoco al parecer cuenta para Zidane este hito mayestático tras solo cinco meses en el puesto. “Su verdadera talla se verá el año que viene”, dice un gurú, que por el mismo precio podrá decir lo mismo al término de la temporada que viene al contemplar a Zidane sonreír (¿por qué no?) tras un triplete.

zinedine champions
4. Se achaca a la actual directiva -y yo he formado siempre parte de esa corriente de opinión- el no hacer todo lo posible para que el Madrid sea más respetado en las instituciones. Con todo, hay que reconocer la belleza intrínseca al acto de ganar la competición de la UEFA por excelencia sin haber entrado en politiqueos encaminados a lograr el favor de la propia UEFA. Parafraseando a aquel otro, sustituyendo la monarquía por el entramado burocrático, “ahora vamos a ganar la competición de vuestros amigos”. La competición de los otros amigos, los del ámbito local, cuesta más, y lo que en un caso es un ejercicio de nobleza en el otro quizá lo sea de ingenuidad. La frontera entre ambas cosas no está nunca clara en el fútbol, como no lo está en la vida.

5. Gran parte del periodismo deportivo ha abrazado definitivamente su propia reducción al absurdo en su modo de juzgar la gestión del Real Madrid, y ha explicitado su dadaismo a resultas de Milán. Cuando se logra el primer puesto en las listas de Forbes, se dice que el aficionado lo que quiere son los éxitos deportivos. Cuando se consigue el éxito deportivo más alto posible, se sugiere que se ha logrado merced a algún tipo de ensalmo y a pesar de “la anarquía” y “la falta de un proyecto deportivo”. La gestión encaminada al logro de unos objetivos empresariales, sociales y deportivos es profundamente incorrecta pese a que se logran los objetivos empresariales, sociales y deportivos. Este planteamiento es extrapolable (de hecho, en alguna medida uno es consecuencia del otro) a cierta masa social madridista. Como cantaba U2, I gave you everything you ever wanted / It wasn’t what you wanted.

6. Al hilo de lo anterior, hay periodistas que deberían plantearse seriamente su salida del armario en cuanto a su adscripción futbolera. Tanto vano intento de apariencia de objetividad les perjudica: un señor que dice dislates por ser del Atleti es mucho más respetable que un señor que dice dislates por ser completamente idiota, que es lo que la ausencia de una confesión como la que pido podría mover a pensar.

7. Cristiano Ronaldo ha equilibrado por fin lo que verdaderamente necesitaba ser equilibrado. Era la diferencia entre el número de Champions logradas por Messi en el Barça y el número de Champions logradas por Cristiano en el Madrid (y no las triviales adjudicaciones de galardones individuales) lo que clamaba al cielo. Por razones en su mayoría ajenas a su formidable desempeño, Cristiano sólo tenía una Champions con el Madrid, y eso era un sindiós que precisaba de una reparación. Antes de Milán, Cristiano era para el Madrid una leyenda, sí, pero una relativamente underachiever desde el punto de vista colectivo. Por fin, su palmarés colectivo acompaña dignamente a sus éxitos individuales (insistimos en que si no lo habían hecho hasta la fecha no era por su falta de méritos al respecto). Si Milán precisaba de un desenlace como el que tuvo era por muchos factores, pero éste no era el menor.

8. De similar forma a lo que acontece con la famosa “limpia”, Milán también relativiza las críticas cosechadas por la renovación de Sergio Ramos. Es posible que sólo reste aceptar el carácter sui generis del liderazgo del de Camas, un mito excéntrico si se quiere, remiso a la puesta en forma a lo largo de una temporada pero presto y dispuesto para asaltar la gloria cuando llega el momento de la verdad. Sergio representa en esto fielmente al resto de la plantilla, cuyas veleidades son a veces criticadas con razón, pero cuyo compromiso en los instantes decisivos de cada temporada está fuera de toda duda.

9. De entre las veleidades mencionadas, suele criticarse el que el equipo deponga su empeño en la Liga, durante el tramo final de la misma, para centrarse en el oropel de la Champions. Pero la temporada de la Undécima debe pasar a la Historia como la excepción a esta regla de frecuente cumplimiento en temporadas recientes. Nuestros hombres han peleado la Liga con todo el denuedo hasta la ultima jornada, en una remontada final sin premio, sin escatimar esfuerzos para la Champions. Otro logro que atribuir en gran medida a Zidane.

10. Nuestro triunfo fue tan excelso para las huestes de Zidane como cruel para las de Simeone. Es inevitable, por más que sea un rival cuya estética general y posicionamiento institucional me desagrade, sentir lástima ante la decepción de tantos y tantos aficionados atléticos. Las decisiones disciplinarias del árbitro, remiso a sancionar con tarjetas el juego duro del Atleti (Torres debió ser expulsado) beneficiaron a los del Cholo. Con todo, habría sido fácil para ellos escudarse en el fuera de juego de Ramos en el gol del Madrid para intentar deslegitimar nuestra victoria. No lo han hecho, y ello les honra. Personalmente, tengo que admitir que hay desde Milán un punto de inflexión en mi consideración por el club del Manzanares, rival ejemplar el sábado.

11. El Madrid no es quizá la institución más necesaria del mundo, pero sí es una que sirve de asidero anímico, en sus gestas deportivas, a miles y miles de personas que sufren en el mundo. La doble atrocidad sobre sendas peñas madridistas de Irak así lo dicta. El Madrid les ha dedicado esta hazaña con toda justicia. Descansen en paz.

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Desde la adversidad

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Tras el doloroso triplete del Barcelona, la pretemporada del Madrid no empezó mucho mejor. El controvertido fichaje de Benítez sucedía justo a continuación de la discutible destitución de Carletto. Por si fuera poco, el club blanco vivió la convulsión provocada por la salida de Iker Casillas  y el tremendo desgaste que originó la renovación de Sergio Ramos. El verano vivió su remate macabro con el famoso episodio del fax que no llegó a tiempo y dejó a Keylor Navas en la capital y a un taciturno De Gea en Manchester. El Madrid corrió el riego de haber herido de muerte al portero que le tenía que resolver la difícil tarea de ocupar la portería en la época post-Casillas.

El equipo empezó la temporada con algún pinchazo y pronto los altavoces mediáticos se empezaron a hacer eco de las primeras diferencias de los jugadores con Benítez. Probablemente en ese camino se quedó James, que a sus diferencias con el entrenador madrileño unió una inoportuna lesión con la selección cafetera que le apartó dos meses de la competición.

Otro ilustre miembro de la BBC pasaba por momento complicados. En noviembre Benzema resultó imputado por un todavía supuesto caso de chantaje a su compañero Valbuena. La presión de muchos medios se centró en el Madrid exigiendo la inmediata suspensión del delantero francés. Poco importaba la presunción de inocencia o que, en otros casos penales, esos medios hubieran optado por una línea más garantista de los derechos que a todo imputado le son inalienables.

Durante este primer tramo ya se sucedían las lesiones que impedían que el equipo cogiera el ritmo y la confianza necesaria. Llegó el veintiuno de noviembre y con él El Clásico que pondría fin de facto a la etapa Benítez. Todo lo que ocurrió hasta su despido definitivo podría haber formado un capítulo anexo a la excelente obra de Gabriel García Márquez (Crónica de una muerte anunciada).

Podía parecer ya bastante para una sola temporada, pero sólo unos días después el Real Madrid era eliminado de la Copa del Rey por alineación indebida de Cheryshev. Sobre este tema ya hemos hablado mucho en La Galerna: tanto del evidente error del Real Madrid como de que, en puridad, hubo un error formal en la notificación de la sanción por parte de la Federación. Todo ello trufado por la fundada sospecha de que existieron presiones para condicionar la sentencia del TAD.

La ilusionante, aunque muy precaria, llegada de Zidane fue recibida por parte de la fatalidad con una sanción FIFA. Ante la incredulidad del Real Madrid y de la razón, el organismo mundial que rige el fútbol ponía en tela de juicio, entre otros casos muy sorprendentes, la contratación de los hijos de Zidane.

La persecución a James a 200 por hora ya no sorprendió a nadie dados los antecedentes relatados anteriormente, que bien podrían conformar un artículo de sucesos. Estaba claro que no era el año del Madrid y que la figura de Zidane se quemaría de forma más que prematura. La debacle de Wolsburgo confirmó todos los malos augurios para alguien que no conociera qué es el Real Madrid y que no asumiera como cierto el que, vista la exhibición de fe protagonizada días antes en el Camp Nou, algo ya había empezado a cambiar.

De la remontada de Wolfsburgo hasta el final, en Champions pero igualmente en Liga, todo lo que el Madrid ha protagonizado ha sido un puro ejercicio de madridismo. Con mejor o peor juego, los jugadores se han comprometido a honrar la historia de la institución. Su titánico esfuerzo no sirvió para ganar una liga que estaba imposible, pero sí sirvió para expiar ciertos pecados del pasado que llevaban al equipo a la relajación ante la cercanía del entorchado europeo.

Seguramente esa dignidad y orgullo reforzado el sábado les permitió primero resistir y después dominar, con ocho jugadores sanos, contra un dignísimo Atlético. Probablemente esa fe renovada ayudó a empujar a la red cada balón chutado por unos jugadores que apenas tenían ya aliento pero su rostro rebosaba confianza.

No ha sido un año fácil, claro que no. Los madridistas lo hemos pasado muy mal y hemos convivido de forma constante con la adversidad. Pero ser del Madrid te obliga a creer que tras superar la adversidad al Madrid siempre le espera la gloria.

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El Madrid es el Madrid

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En 2014, el fútbol y nuestro Real Madrid volvieron a demostrarnos cómo toda la experiencia humana se puede aglutinar en un lapso de tiempo mínimo, en un simple instante. Con un segundo de diferencia pasamos del abatimiento, la ira, el agobio, la decepción, la frustración, la desesperación, la tristeza, la histeria, la angustia, el nerviosismo, unidos en un calvario, a la pasión, la esperanza, la última ilusión, para llegar a la alegría extrema, el éxtasis de felicidad, la euforia, el alivio, la pasión desbordada… La vida condensada en un segundo. Sí, la eternidad dura un miserable segundo.

Así viví la Décima.

En el mundo del fútbol nada ejemplifica la eternidad como el Real Madrid. Es la eternidad en blanco. Nací con una diferencia de seis Copas de Europa entre nuestro glorioso club y el Barcelona, una diferencia que está vigente desde 1966 y ahora, en 2016, nada ha cambiado, ni pasando por la mejor época de la historia culé, porque el resto lucha contra el tiempo, pero el Madrid es el material que forja la eternidad, sus jugadores navegan en sus aguas, donde el tiempo no tiene sentido.

En el Madrid, pasado y presente se confunden, cambian sus papeles, hacen el amor en entusiasta orgía, se camuflan juguetones, aparecen y desaparecen. No es una broma, es una realidad patente personificada en trofeos, como esa familia numerosa de “orejonas” que parecen fecundarse en nuestra sala de trofeos.

Salvo por una extraña tranquilidad, que me ha acompañado en los últimos meses, la obstinada seguridad de que conquistaríamos la Champions y apuraríamos la Liga, todo se ha parecido increíblemente al reciente y a la vez lejano 2014. ¿Pasado, presente o futuro?

Lo increíble, lo imposible, lo que no existe, siempre ha estado íntimamente ligado al Real Madrid, pero cuando uno nace siendo de este equipo lo asume con naturalidad, con normalidad, como si fuera rutinario. No se le daba importancia porque tenía una explicación científica que daban tanto madridistas como rivales resumida en una frase: Es que el Madrid es el Madrid.

¿Qué leches significa eso de “el Madrid es el Madrid”? Nadie lo sabe, pero todo el mundo lo comprende. Es como aquello de Boskov y el “fútbol es fútbol”. Sí, lo entendemos perfectamente.

Una insondable realidad, el hecho de que el fútbol es un deporte que juegan once contra once, pero que no ganan siempre los alemanes, como sostenía Lineker, sino el Real Madrid. Ahí están las famosas remontadas, la Liga de los récords, las cinco Copas de Europa seguidas, ser el único club que ha ganado consecutivamente y por dos veces cinco finales de Copa de Europa… Y es que el Madrid es el Madrid.

Sólo así se explica que se gane de cualquier forma, en cualquier década, con cualquier estilo, jugando mal, jugando como los ángeles, jugando con canteranos o con galácticos, con entrenadores de la casa o de fuera, estrellas o novatos… un obsesiva ambición sin parangón. Cuando el Barcelona o el Bayern no estaban, ahí estaba el Madrid, cuando ahora no está el Manchester o el Milán, ahí sigue el Madrid. Un tozudo monumento indestructible y eterno de victorias. Porque el Madrid, además de fuera del tiempo, está fuera de la realidad. Porque el Madrid… es el Madrid.

Champions Penaltis

En el Madrid se funde lo universal y lo estrictamente personal, el mito y la gloria eterna con el sentimiento íntimo, las grandes estrellas eclipsadas por el escudo de su camiseta. No es el equipo de Cruyff, Guardiola, Maradona, Messi o Simeone; el Madrid es un todo, e incluso cuando se nos pretende etiquetar se acaba recurriendo a la generalización (La Quinta, Los Galácticos, Los García, Los Yé-yé…). La única excepción sería Di Stéfano, pero ese era el equipo de Bernabéu, de la leyenda.

El Madrid es el club más constante, aunque no lo parezca, y tiene sus manías, sus rutinas, y la más destacada es la victoria, así como la lucha hasta el final, el sacrificio, la heroicidad, la determinación contra todo y todos… Y para apoyar todo eso, lo universal se torna en concreción con cada seguidor, que también tiene sus manías, y más en este tipo de partidos decisivos. Supersticiones, rituales y formas de proceder que intentan no saltarse y cumplir escrupulosamente. En todo el mundo, como vimos en aquel glorioso video de la Décima en universal celebración. Unos gustan de verlo con amigos o en soledad enfundados en camisetas de la suerte o cumpliendo unos pasos que deben ejecutarse sin falta.

Yo gusto de verlos con mi familia en mi casa. En estos partidos me incomoda incluso que venga alguien y que se altere la rutina, el statu quo. Por supuesto tengo mi prenda de la suerte, de la que no siempre hago uso y que varía. En esta ocasión, un forro polar que este año me he puesto en los momentos cumbre y aunque hiciera más de 30 grados, pero para ganar hay que sufrir. Ha dado resultado, porque ya se sabe que… el Madrid es el Madrid.

Vi la Undécima casi como un reflejo exacto de la Décima. Sentado en mi sitio junto a mi padre, mi fiel compañero de asiento y escudero, viendo por el rabillo del ojo los nerviosos paseos de mi madre por el pasillo entre rezo y rezo al santo. En los goles, oí los gritos de mi hermano capaces de callar al Nou Camp en pleno aquelarre contra Figo, y aunque en esta ocasión no estaba físicamente sí que lo estaba en espíritu, y lo veía como dos años antes corriendo hacia mí en el gol de Ramos para que lo cogiera a pulso a pesar de mi operación en el tendón de Aquiles. Un recuerdo impreso en mi memoria revivido. Sí, el tiempo no había pasado.

Tras levantar la Copa, me tomé unos momentos para mí, en la buscada y necesaria soledad de mi habitación, y escuché el estruendo de la felicidad de la victoria, el eco de tantos madridistas que exudaban felicidad, desde América, Oceanía, África, desde París, Bruselas, Stuttgart, Glasgow, Ámsterdam, Saint-Denis, Lisboa… Irak.  Que chillaban gloria en Milán, en el Bernabéu, en sus casas, rodeados de amigos, familiares o en soledad, todos en perfecta comunión invisible, todos prestándome su abrazo y sentimiento.

Y allí, sentado en mi cama, me quité mi forro polar, que bien había cumplido su misión, respiré hondo, satisfecho, y dejé escapar la retenida lagrimilla que en varonil esfuerzo no había dejado salir, la lágrima de la alegría. Una lágrima que es la destilación del sentimiento madridista universal y esencial. Sí, esto es el Real Madrid.

Y es que es todo tan maravillosamente absurdo y, por tanto, tan jodidamente bello. El Madrid, que insiste en ser el Madrid.

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Herejía

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Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, claro que sí. Arrepentidos los quiere Dios, contritos y temerosos. Pongan ustedes la otra mejilla, y luego busquen una tercera y una cuarta que seguir poniendo, tal vez los muslos, tal vez las nalgas, qué sé yo. El Madrid ha vuelto a ganar y con él el Maligno se frota las manos. Si algo olía mal en la Dinamarca de Hamlet, qué les voy a contar del Chamartín de Florentino. Esto es una escombrera, un lupanar, esa parte de la anatomía de la Bernarda que ustedes ya saben, la casa de Tócame Roque, un bazar chino, un zoco, un Primark en hora punta (es decir, siempre), La colmena de Cela, La tierra baldía de T.S. Eliot, una corrala…

Pedir perdón es lo que toca. Colgar un cartel en el Tour del Bernabéu donde los visitantes –todos ellos almas en pena- puedan leer que están a punto de entrar en el museo de los horrores y la vergüenza. Solo el penitente pasará, aquel capaz de presenciar tanta ignominia como acto de purificación para salir de allí renovado, con el pecho limpio de éxitos espurios y el entendimiento por fin entregado al Dios-posesión, al Dios-modelo y al Dios-fútbol, la Santísima Trinidad que el madridismo se empeña en no reconocer para condenarse a los infiernos de la mera victoria, de la lentejuela, el oropel y la vacuidad. Van once vacuidades ya. Que el balón nos perdone. Que Xavi Hernández se apiade de nosotros.

Gol de Ramos en fuera de juego, penalti de Griezmann al larguero, Wolfsburgo, Manchester City, penalti de Juanfran al palo… La Liga tal vez no, pero la Champions sí que estaba peligrosamente preparada para el Madrid, y no por manos de este mundo, sino por las sombras de lo siniestro que acompañan al Madrid desde antiguo, bien sea en forma de dictador de voz aflautada, de simple pero perniciosa suerte de campeón o de bolas tan calientes como el averno. Ganar así es causa de oprobio. Clama el pueblo, que como todo el mundo sabe no es mayoritariamente del Madrid, sino de equipos tan espirituales como un cuadro de El Greco. El Madrid es el retrato de Dorian Gray. Repitan ustedes cinco veces “Real Madrid” ante el espejo y prepárense para que Candyman parezca Atticus Finch.

Dirán ustedes que para ganar once Copas de Europa hace falta algo más que suerte y ayudas. Dirán tal vez que esas cosas del proyecto y el estilo son modas recientes que sus propios defensores no dudan en contravenir cuando toca sin que ello se interprete como falta. Dirán incluso que la posesión es un medio y no un fin en sí mismo. Y hasta osarán decir que el balón es un objeto inanimado que no siente ni padece. ¡Cómo se atreven! No hay duda de que la condena irremediable les acecha. Es el momento del arrepentimiento. Mientras hay vida hay esperanza. Busquen sin dilación el confesionario del Lobo Carrasco.

hoguera

Puede que algunos incluso piensen que el modelo del Madrid es no parar de querer ganar frente a todas las adversidades posibles. Tal vez opinen que las bases sentadas por Santiago Bernabéu tienen que ver con fichar a los mejores jugadores del mundo (incluso menoscabando a veces esa otra moda que llaman equilibrio de plantilla) para que, por arte de magia y por acto de fe, logren conjuntarse más en la firme voluntad que en la pizarra. Algunos de ustedes –sin duda más osados- tal vez piensen que un campo de fútbol es más un concierto de rock que un tablero de ajedrez, más un trazo de Pollock que una clase de dibujo técnico, más lo sublime que lo bello, más tragedia que drama, más fulgor y epifanía que aquietada meditación.

Puede, entonces, que el Madrid no precise de mayor proyecto que el de seguir mereciéndose su propia historia. Puede que el peso del pasado sea tan influyente como la mayor de las convicciones, y hasta puede que –máxima herejía- el fútbol se diga de muchas maneras, más allá del dogma que desde hace poco tiempo –no se engañen- nubla mayores reflexiones.

Tal vez a esto, tal vez a todo, se juegue más con las tripas que con los conceptos, tal vez hasta las palabras no alcancen a decir lo que puede un cuerpo y lo que no termina de entender la razón que llaman pura. Tal vez, en definitiva, eso intangible del espíritu colectivo, de la tradición y de la memoria llegue a ser tan contante y sonante como once Copas de Europa y aún más.

Los que así piensen sin duda están tan condenados como el que esto escribe. Highway to hell, nos cantan los AC/DC a voz en grito cada vez que saltamos con un gol de Cristiano. Por allí viene El jinete pálido, abriendo sellos del Apocalipsis al galope de un caballo blanco llamado ‘Muerte’. Ardamos en el infierno, queridos amigos. ¿No escuchan atronadora la Cabalgata de las Valquirias? Yo no sé a qué huele el napalm por la mañana, pero sí conozco bien el refrescante aroma a pradera sin ley que viene dejando a su paso el Madrid desde antiguo. No niego que sea imprudente querer la propia condena, pero acaso esta iglesia que nos predican a diario se nutre del resentimiento de manual que suele mover a los conversos y a los sectarios. Resentimiento y beatería; es decir, aquella máxima y camuflada voluntad de poder de la que hacía gala Norman Bates. Que baje Nietzsche y lo denuncie con su martillo. Que Jesucristo expulse a los mercaderes de ideas. Yo, mientras tanto, presento mi carta de apostasía como prueba de amor.

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El hombre que lo empezó todo

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El 24 de mayo del año 2000 el Real Madrid, presidido por Lorenzo Sanz, alzaba al cielo de París su octava Copa de Europa. El entonces mandatario blanco, de la mano de los Raúl, Roberto Carlos, Casillas, Hierro y compañía conquistaba su segunda Champions League en poco menos de tres años y devolvía al equipo a la élite europea tras treinta y dos temporadas de sequía. Apenas dos meses después, el mismo presidente que había conseguido la gesta perdía abultadamente las elecciones ante un hombre de aspecto bonachón, grandes gafas doradas, y que llegaba con la promesa de una universalización como no se conocía desde la época de don Santiago Bernabéu.

Hace dieciséis años que Florentino Pérez derrotó a Sanz en las urnas. Aquel Real Madrid que volvía a copar el más alto escalafón europeo venía, sin embargo, de quedar quinto en el campeonato nacional de Liga y de ser eliminado por el Espanyol en la Copa. A pesar de todo, el principal problema que amenazaba a la entidad era la catastrófica situación económica que se había ido fraguando desde la presidencia de Ramón Mendoza y que amenazaba a uno de los pocos clubes de fútbol que quedaban en propiedad de sus socios con convertirse en sociedad anónima deportiva. El domingo, Álvaro Arbeloa decía con sorna en la celebración de la undécima que no sabía con quién había comenzado todo: yo estoy seguro de que empezó el día en que Lorenzo Sanz perdió esas elecciones.

Ni siquiera sus más acérrimos detractores pueden ponerle un ‘pero’ a la espléndida gestión económica que Florentino Pérez ha tenido en el Real Madrid. Ese club desmantelado, anticuado y endeudado pasó en menos de diez años a liderar todas las listas económicas del planeta, encabezadas por la Forbes, que lo lleva situando como la entidad deportiva más valiosa del mundo tres años consecutivos. Florentino transformó al equipo en una marca mundial, como la Coca-Cola o Ferrari, y consiguió antes que nadie que un club de fútbol trascendiese los límites del deporte y pudiera competirle de tú a tú a las grandes corporaciones. Tras él, el United, el Bayern, el Chelsea o el Barcelona siguieron la estela trazada por un hombre de negocios que ha conseguido dar un impulso económico que ha permitido a un Real Madrid que parecía enclaustrado en el siglo veinte capitanear la entrada del balompié al veintiuno.

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Todavía queda quien no entiende que para una plantilla de la exigencia del Real Madrid ser líderes en el apartado económico es fundamental. Con el éxito financiero, Florentino ha envuelto en papel de regalo a una retahíla de estrellas que jamás habrían llegado a la capital de España en otra situación. Comenzó asestando un puñalada casi mortal a nuestro eterno rival con el fichaje de Figo, que no sólo sirvió para catapultar de nuevo al Madrid a lo más alto de la clasificación nacional la temporada siguiente, sino que dejó al Barça en un estado semi comatoso que tardaría media década en superar. Después vino Zidane y con él la novena Copa de Europa. Y luego Beckham, Ronaldo, Ramos, Cristiano, Benzema, Isco, Modric, Alonso y tantas estrellas más que a punto estuvieron en la NASA de bautizar a alguna constelación con el nombre del Real Madrid. Ya no sólo los mejores jugadores querían venir a jugar a Concha Espina, sino que encima se podía hacer frente a cualquier operación que garantizase eso. El apartado económico fue determinante para crear una plantilla como pocas veces en la historia hubo antes.

Florentino Pérez consiguió el sábado pasado su tercera Copa de Europa. Tan sólo Santiago Bernabéu y el que fuera dueño del Milán, Silvio Berlusconi, han ganado más que él en toda la historia del fútbol europeo. En sus primeros diez años como presidente ha conseguido tres ligas más que Bernabéu (que no ganó ninguna en su primera década) y disputarle la hegemonía del fútbol mundial al mejor Barça de siempre. Ha ganado Copas, Mundialitos, Súpercopas de España y Europa y ha devuelto a la sección de baloncesto al primer peldaño del que se había apeado. Exigirle todo al Real Madrid no sólo es lo correcto, sino que es absolutamente necesario. Sin embargo, reconocer el mérito cuando se tiene delante no deja de ser menos imprescindible.

En el apartado social, cabe recordar que Florentino Pérez ha sido el encargado de quitar patrocinios a la prensa, de sacarla del avión del equipo y de combatir siempre con el decoro y la pulcritud que exige su cargo las calumnias de parte de ésta. Consiguió la histórica venta de la antigua ciudad deportiva que repuso las arcas y nos facilitó la creación de otra más moderna y mucho más acorde al nuevo siglo. Ha gestionado personalmente los nuevos acuerdos de patrocinio con empresas como Microsoft, Fly Emirates o Adidas; esta última que va a dejar en las arcas del Bernabéu ciento cuarenta millones de euros anuales. Nunca antes se habían creado tantas escuelas del Real Madrid en el mundo ni había habido tantos convenios de colaboración. Jamás la fundación del club tuvo tanta presencia ni las obras sociales fueron tan cuantiosas. El Madrid dejó hace tiempo de ser una mera marca para trascender la frontera de lo empresarial y lo deportivo y eso, en gran parte, se debe a la labor de un presidente que por culpa de roces y disputas con los ultras ha sido cruentamente tratado por estos. Si hay alguien que ha dado todo, absolutamente todo por el Real Madrid, ese ha sido Florentino Pérez.

Lo más importante de todo es que con gran parte de los medios de comunicación en contra, e incluso con algún movimiento social interno deseando verlo caer, Florentino no sólo no ha perdido jamás unas elecciones, sino que ha habido ocasiones en que ni las ha tenido que afrontar ante la manifiesta certeza que la mayor parte de la masa social del Real Madrid comprende: que desde la triste marcha de don Santiago Bernabéu, no ha habido jamás un presidente mejor que Florentino Pérez.

Así que hoy, con la resaca de la undécima aún a cuestas, quise homenajear a una persona que para mí merece todo elogio. Con sus errores, siempre criticables desde el respeto y el saber estar, con la esperanza de mejorar cada año deportiva e institucionalmente y con el convencimiento de que la exigencia máxima es sinónimo de crecimiento como entidad, creo que la gestión de Florentino al frente del Real Madrid ha sido magistral, ysólo puedo agradecerle todo lo que ha hecho por el club y alegrarme profundamente del éxito que todos pudimos celebrar el otro día. Nadie lo merece más que usted, presidente, ojalá vengan muchas más noches de gloria. Con usted al frente, no me cabe duda de que así será.

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Undécima y olvido

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Al término de la Final de Milán, el Cholo Simeone aseguró, con amargura y un punto de victimismo, que de cara a la posteridad nadie recuerda quién fue el segundo. Yo creo que ahí le pudo el afán de dramatismo al Cholo, porque lo cierto es que cualquier repaso a una final europea pretérita, por somero que sea, explicita el nombre de los dos contendientes, el que ganó y el que perdió. Por tanto, no veo que la aseveración del entrenador argentino tenga más calado que el de cualquier otra frase hecha.

Un par de días después, en la vorágine biliosa que ha arrastrado no tanto a la masa social atlética como al culerismo mediático y sociológico, el periodista David Bernabéu, cuyo ilustre apellido comparte con Piqué, aseguró dignísimo en un tuit que hay formas de ganar que afectan también a la memoria colectiva de esos triunfos, hasta el punto de borrar de la misma el nombre no ya del segundo, como aseguraba el Cholo, sino del primero también. En aguda comparación con las supuestas malas artes por medio de las cuales el Madrid ha ganado la Undécima, tuiteó lo siguiente el reportero blaugrana: “El Chelsea de Di Matteo fue campeón de Europa y nadie se acuerda”.

di matteo
Ingrata es la mente humana si no es capaz de rememorar -aunque sea con la ayuda de Wikipedia- quién fue el segundo en un evento deportivo de tanto calado. Pero más preocupante aún nos resulta el saber que hasta el primero puede llegar a ser engullido por el agujero negro del olvido. En estas circunstancias, se nos antoja de perentoria necesidad el establecimiento de un partido para el tercer y cuarto puesto, algo de lo cual la Champions carece en este momento. A ver si hay suerte y, gracias a esa final de consolación, la gente logra acordarse al menos de quién fue el tercero. Llámese a Bayern de Múnich y Manchester City para que organicen sin dilación el encuentro. La gente merece poder acordarse de alguien.

Es interesante que personas jóvenes como Simeone o David Bernabéu parezcan sufrir esas lagunas cuando, por contraste, hay personas de cierta edad que se acuerdan fenomenalmente de todo, especialmente de uno y otro adversario en finales futbolísticas europeas bien lejanas en el tiempo. En La Galerna hemos tenido el privilegio de entrevistar, hace muy poco, a dos mitos de la magnitud de Paco Gento y José Emilio Santamaría. Ambos son octogenarios pero -utilizando el coloquialismo últimamente practicado por Zidane y Cristiano- los dos se acuerdan de todo “de puta madre”. La cosa tiene doble mérito, ya que no hay vídeos de aquellas legendarias finales europeas para refrescar la memoria de tanto en tanto. De hecho, incluso en su época, cuando Paco Gento quería rememorar alguno de sus goles, tenía que meterse en el cine. El NODO le devolvía esas imágenes en movimiento que se habían oxidado en la mente, y luego ya se quedaba a ver la película o no, dependiendo del reparto o de la prisa por cascarle más goles, en coalición con D. Alfredo y Puskas, al siguiente rival.

Tú le preguntas a D. Paco o a D. José Emilio quién quedó segundo en la Copa de Europa de 1959 y se acuerdan perfectamente. También de quién quedó primero, aunque esto tiene menos mérito porque el primero, tanto en aquella como en varias otras finales europeas del periodo, fue el Madrid, equipo donde ellos jugaban. Con ser notoria su memoria en lo pretérito, más apabullante aún es la memoria a futuro de ambas leyendas. Nada más bonito que acordarse de lo que aún no ha sucedido, y ambos acertaron de pleno, en nuestras entrevistas, al profetizar que el campeón de Europa este año sería el Real Madrid -D. José Emilio erró en el marcador exacto pero a quién le importa-. D. Paco tiene más mérito porque auguró que seríamos campeones de Europa cuando aún no habíamos superado las semifinales. Entrevistar a D. Paco Gento es como hablar con un tío muy querido, John Wayne y el profeta Isaías, todo por el mismo precio.

Pobres Simeone y David Bernabéu, aquejados de problemas de memoria a tan temprana edad. Bien pensado, no sé por qué les compadezco. De hecho, ellos querrían abrazar un Alzheimer selectivo, capaz de eliminar de sus cerebros los sucesos más recientes. La terquedad de las cosas que pasan, sin embargo, es tan implacable que resulta independiente del recuerdo que dejen, de tal suerte que podemos concluir que tienen lugar aunque no podamos (o no queramos) rememorarlas.

De igual forma, recrearse en el recuerdo de algo no hace que suceda más veces, por mucho deleite que uno obtenga en la remembranza. Es una lástima, ya que a mí me gustaría que David Bernabéu pusiera ese tuit muchísimas veces más. Tendré que conformarme con recordar, y con ello me refiero tanto a ese tuit como a la propia Undécima. Di Matteo y yo tenemos memoria de elefante.

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Valors en esquimal

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Ayer fue día grande en Barcelona. Volvía Messi a los juzgados. La calle de la Audiencia como la Croisette de Cannes y Lionel llegando al festival en lancha motora. ¡Oh, Venecia! Le veo saliendo del vaporetto acompañado de una starlette con escote y melena al hombro. Él contempla la alfombra roja y se abrocha el botón de su chaqueta de lentejuelas. Entrecierra los ojos debido al brillo de los flashes. Las lentejuelas deslumbran a su vez a los fotógrafos, ¡juega al contraataque!: es como el efecto culograsa en el concurso de comedores de tartas de ‘Cuenta conmigo’, esa venganza de vómito en cadena. Y Leo sonríe. O es algo parecido a una sonrisa. Algo que podría interpretarse, quizá, como una sonrisa. Aunque también como un dolor de muelas. Algunos, incluso, con ese gesto podrían traducir novelas al idioma esquimal, el inuktitut, lengua que debe de dominar el astro argentino casi tanto como la del balón. Yo nunca supe qué dialecto empleaba Messi hasta que oí hablar del inuktitut y entonces lo imaginé entrando y saliendo por la pequeña abertura de un iglú con una pelota siempre en los pies mientras Jorge Horacio, su padre, regresaba a casa a bordo del trineo con el pescado. Esta es una auténtica historia de destino como la de Natalia Vodianova, la supermodelo a la que descubrieron detrás de un puesto en un mercado ambulante de Siberia. En Cataluña las peores noticias son la ocasión para hallar grandes argumentos. Si el Barsa pierde por un marcador de uno a cero, por ejemplo, y con una inercia negativa siempre se le puede dar la vuelta con el mango, como a una tortilla. Sólo hace falta poner en marcha la maquinaria, una tan pesada, tan gigantesca como la del Titanic, capaz de poner rumbo al iceberg y después continuar como si nada hacia Nueva York para hacer la pretemporada. Pero la entrada de Messi en la Audiencia no ha sido como yo lo imaginaba. ¿Dónde estarían todos esos alcaldes con sus bastones? ¿Y el puño victorioso del héroe, el mártir, de la patria? ¿La sonrisa, el dolor de muelas o el gesto de traducir novelas al inuktitut de otras ocasiones? Nada de Croisette ni de atraque en el Lido. Apenas unas señoras en bata  gritando: “¡Isabel, guapa, te queremos!” Más bien ha sucedido como la llegada a un funeral, con toda la comitiva vestida de oscuro y el rostro de la estrella cruzado en un fruncido que es el fruncido habitual en los últimos tiempos del símbolo culé, como si no se sintiera de puta madre con esa camiseta. “Alguien va a tener que pagar por esto”, parece decir ese fruncido de la cara que no lee lo que firma (¿porque no viene en esquimal?), quizá en forma de renovación archimillonaria.

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Merecimientos y otras imposturas

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Una Champions League es un hecho consumado, no un compendio de méritos revisables a posteriori, en base a la consideración subjetiva de terceros. Cuando Mark Clattenburg pitó el final del encuentro en San Siro el Real Madrid se proclamó campeón de su undécima Copa de Europa. Una realidad irrefutable a la que no se puede dar marcha atrás por más que muchos se esfuercen en revertirla.

Harían bien los madridistas en no desperdiciar sus energías defendiendo el título conquistado en Milán. Ya es suyo. Ganar la orejona es como tener un hijo, no cabe plantearse su  legitimidad sino simplemente quererlo y presumirlo. Pocas experiencias resultan tan estimulantes como la de cantar por primera vez la nueva versión del “Cómo no te voy a querer”. Es el llanto vital de ese niño al nacer. Ganas otra vez la Copa de Europa y tras los gritos, los brincos y los abrazos, entonas feliz el mítico cántico activando una vez más el sumatorio que lleva incorporado en su letra, como el que se prueba un traje nuevo y aún duda si ajustarlo de aquí o de allá, pero con la ilusión de quien sabe va a terminar luciéndolo orgulloso hasta que llegue uno nuevo con un sumando más. Las Copas de Europa no se merecen, se ganan. Como los trajes o los niños, se tienen o no se tienen.

Solo una exigua minoría de los casi doscientos millones de espectadores de todo el planeta que fueron testigos de ese parto, mencionan a estas alturas el fuera de juego, tan innegable como ajustado, de Sergio Ramos en el gol. Solo un sector insignificante se resiste a la cruda realidad imbuyéndose en una argumentación tan estéril como ridícula en torno al estilo de juego del campeón o su más que discutible inferioridad durante el encuentro. Apenas cuatro gatos, en comparativa, sostienen todavía una letanía por la calidad de los rivales a los que se tuvo que enfrentar el Real Madrid en su periplo hasta la gloria. Casi resultan inapreciables los que, en relación con la ingente cantidad de aficionados que se rinden a la grandeza del rey del fútbol, esgrimen el impago de no sé qué deuda contraída por haber tropezado muchas veces en la misma piedra. Como tan solo un grupo de plañideras se rebajan hasta el extremo de participar en una campaña de recogida de firmas para solicitar que no se reconozca lo que no está sujeto a reconocimiento en virtud de no sé qué discurso político que se les inculcó desde la niñez a bien hacer más llevadero lo incontestable.

Sería fácil demostrar, punto por punto, la falsificación de esa historia paralela que por allí inculcan. No sería muy difícil hacer entender, a cuantos se aviniesen a razones, que acumular muchas derrotas no es ningún visado para que te entreguen el próximo trofeo. También sería sencillo convenir que no hay una sola afición que no haya celebrado, o que no lo celebrara de no haberse dado aún el supuesto, una victoria de un título con un estilo poco brillante o con un juego manifiestamente peor, inferioridad también debatible para el caso que nos compete. Del mismo modo que se podría entrecomillar el nivel de los contrincantes de algunos rivales que resultaron campeones en otras ediciones o hacer uso de la aritmética arbitral para revisar el balance de la propia final de San Siro o incluso para recordar otros arbitrajes de finales o semifinales, de Champions o de Europa League, recientes que harían sonrojar a aquellos que ahora nos señalan enrabietados. Pero no es necesario.

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Ganar una copa de Europa es una gesta tan descomunal e insólita que no hay ninguna ciudad europea que reúna, juntando los títulos de todos sus equipos, más que las que se pueden encontrar en la sala de trofeos del Santiago Bernabéu. Más de una docena de clubs europeos han conseguido ganar más de treinta veces sus campeonatos locales y otros tantos más de veinte, circunstancias que entran por tanto dentro de cierta normalidad en la élite, pero solo uno, el Real Madrid, ha conquistado más de diez veces la máxima competición continental. La consecución de dicho título es el baremo adecuado para determinar la excelencia dentro del ámbito europeo. Y en el esfuerzo por afear o deslegitimar la última (o las anteriores) Champions del Real Madrid por parte de algunos se revela, precisamente, el porqué de la distancia con la que esos mismos atisban, desde allá abajo, el lugar en el que, allá arriba, se encuentra el club de Concha Espina.

No existen museos futbolísticos que alberguen en sus vitrinas méritos o modelos de juego. Tampoco esperen descubrir en algunas de sus salas la comparativa de sus  adversarios en contraposición con los del eterno rival que finalmente se proclamó campeón. Ni mucho menos se imaginen en la manga de la camiseta de ningún equipo la impresión de las Champions no ganadas y por tanto adeudadas. Las Copas de Europa no se merecen, se ganan tras el pitido final y no se tienen que volver a ganar con posterioridad en interminables debates con perdedores cuyo único argumento es la conjugación permanente del pluscuamperfecto.

Disfrute el madridismo de la Undécima como si de un hijo o un traje nuevo se tratase. Ya no se la pueden quitar. Es suya y para siempre.

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Antimadridismo tras la Undécima

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A las 20:45 del pasado sábado millones de personas se pusieron delante del televisor esperando que el Real Madrid saliese derrotado de San Siro, con la historia agrietada y Zidane puesto en duda. Se dice que mucha gente quería que ganase el Atlético de Madrid. Es mentira. Lo que querían era que perdiera el Real Madrid. La diferencia es notable. En la vida se es madridista o antimadridista. Y los que son antimadridistas luego eligen otro equipo.

“Quiero que pierda el Madrid”, decían a los periodistas. Eso, aunque parezca mentira, no es lo mismo que querer que gane el Atlético de Madrid. Les imagino tensos, nerviosos, deseando que la Copa de Europa acabase en las manos equivocadas. En las de Gabi, por ejemplo, del que Juanfran dice que algún día levantará el trofeo. Es lo más parecido a prometer amor eterno a tu pareja en medio de la segunda crisis en pocas semanas.

Sergio Ramos levantó la ‘Orejona’ y empezaron a llover los palos. ¿Para el perdedor? Qué va, para el ganador. Escuché varias emisoras y casi me voy a la cama pensando que el Real Madrid debía renunciar al título por no haber agradado a todos.

“Esta noche hay una Champions que ha ganado el Real Madrid y otra que ha ganado el Atlético de Madrid”, soltó Julio Pulido. A la frase no le acompañó una carcajada. Me sorprendió más esto que la propia declaración en sí. Llamé a la UEFA y me confirmó -esto parece La Gozadera– que en el palmarés van a empezar a poner un apartado para campeones morales. Ahí arrasaría el Atlético de Madrid, ya que, según la prensa, el fútbol le debe tres Copas de Europa. A mí la vida me debe una noche con Emma Watson, pero me da pereza pedírsela.

“Cuando se gana de esta manera te quedas con el título y nada más. La imagen del Real Madrid no ha sido la de un campeón”, escupió Radomir Antic. Y nada más, Radomir. Si ya lo dice Manuel Jabois en el himno de la Décima. En realidad, el equipo de Zidane fue a San Siro a ganar una nueva Copa de Europa. Y nada más. Lamentamos no haber dado la imagen de un campeón. Peor fue la ofrecida por el Atlético de Madrid contra el PSV, pero el fútbol le debe tres no sé qué ya.

“El Real Madrid no ha hecho mucho más méritos que el Atlético de Madrid, más bien al contrario”, subrayó Elías Israel. En ese instante volví a llamar a la UEFA. Me cogió el teléfono el de mantenimiento y me dijo que al lado del apartado de campeones morales van a añadir uno para equipos que hagan méritos pese a la derrota. Al final va a ser como la Lotería de Navidad: lo mismo no llevas el gordo, pero con alguna aproximación ya te pagas un buen viaje.

“Felicidades madridistas, pero ni me gustó el planteamiento, ni los cambios, y el 1-0 es ilegal. A ver si va a estar prohibido ahora opinar”, escribió Isaac Fouto en su cuenta de Twitter. Le faltó decir que el campeón de Europa es un entrenador que no le ganó a La Roda, pero supongo que se le olvidó. Y es que, ciertos periodistas tienen algunas lagunas cuando el Real Madrid levanta títulos. Eso, o la cara dura como el cemento armado. Que cada cual elija la opción que más le guste.

La conclusión que saco es que no hay nada más grande que ser del Real Madrid. Y si lo hay, prefiero no saberlo. Ganes o pierdas, el mundo te mira. Parte de ese mundo lo hace, repito, esperando que caigas, que dejes de ganar de una puta vez. No jugamos el fútbol que ellos quieren ni tenemos el proyecto que demandan, pero ganamos, ganamos y volvemos a ganar. Hicimos de ese verbo una forma de vida. Sólo le pido a la vida que allá donde esté el Real Madrid, siempre haya una corte de antimadridistas. Es una gozada generar amor, pero también lo es generar odio. Sobre todo si ese odio viene por tu obsesión con hacer historia.

Undécima Ramos

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Carta al antimadridismo tras la Undécima

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Queridos rivales:

quiero aprovechar esta ocasión tan especial que ha sido la consecución, una vez más, del ansiado Título de los Títulos para dirigirme a vosotros.

Cuando observo, desde la felicidad más absoluta por el logro realizado por nuestro equipo, vuestras reacciones no puedo más que sentirme más feliz aún, si ello fuera posible. No hay nada que nos divierta más que esperar vuestras respuestas a nuestros triunfos. Sin ellas, los títulos no sabrían igual. Pero no nos desviemos del tema.

ira

Ha pasado ya el tiempo suficiente para que se pueda hablar con frialdad de lo sucedido en la competición que nos hace ser Rey de Reyes. Lo primero que me gustaría destacar es vuestra fea costumbre del revisionismo histórico, ya sea de la historia más antigua o de la historia más reciente. Hace bastante que escribí un artículo titulado What if…?, en el que trataba este tema. Es fácil retorcer la realidad para que la misma encaje como un guante en nuestros argumentos y teorías. Como dice la famosa sentencia “el papel lo soporta todo “. Pero qué tal si nos ceñimos a hechos y realidades tangibles. Comencemos:

Merecimiento

Si buscamos en el diccionario la palabra merecer, en su primera acepción significa: hacerse digno de premio o castigo. No digo que el ATM no merezca un premio por el camino que le ha llevado hasta su ansiada tercera final. En lo que estoy en desacuerdo es en el grado de premio a obtener. Para mí ha conseguido lo que merecía: ser finalista. No había para más. La realidad es tozuda y, analizando el papel del Atleti durante la competición, tiene mucho que agradecer y poco que reprochar. Desechemos la fase de grupos: la competición empieza de verdad en las eliminatorias directas y tras la criba que separa la paja del grano. Establezcamos que a pesar del súper-profesionalismo del fútbol, todo se basa en que es un juego. Y, como en todos los juegos, la Suerte es un factor importante.

¿Qué es la Suerte? Recurramos de nuevo al diccionario. Es el encadenamiento de los sucesos considerado como fortuito o casual. Ese encadenamiento de hechos ha sido muy favorable para el ATM ante sus rivales. Contra un equipo como el PSV, que no es el City ni de lejos, y que quedó segundo en su grupo tras el menospreciado Wolfsburgo, el ATM fue incapaz de marcar un gol y pasó en la tanda de penaltis, debido a un fallo ajeno y no a un acierto propio en la figura de Oblak.

Pasemos a la eliminatoria contra el Barça. Cierto es que, en el partido de ida, los colchoneros tuvieron un buen arranque sorprendiendo al Barcelona. Un Barcelona, que en mi opinión, ha sido sobrevalorado durante esta campaña. Demasiados factores le han llevado durante esta temporada a conseguir una ventaja exagerada en la Liga. El Barça ha sido un rival de temible pegada pero con mandíbula de cristal. Tras el extraño partido de ida que acabó con 2-1 favorable a los azulgranas, en el partido de vuelta la historia se repitió. Arranque fulgurante del Atleti y, tras los primeros 30 minutos, dominio más o menos estéril del Barça. El hecho es que se llega al minuto 90 empatado a goles y, oh, casualidad!, se da la famosa jugada del penalti de Gabi, que el árbitro apreció fuera del área. Pasó el ATM por el valor doble de los goles en campo contrario.

Llegamos a la dura semifinal contra el Bayern. Lo mejor que se puede decir del Atleti es que jugó los 20 primeros minutos de la semifinal sorprendiendo a los bávaros y que, tras esto, aguantaron como pudieron un vendaval de juego, tiros a puerta (más de 60) y ocasiones como buenamente pudieron. Esto y que, a pesar de poner el autobús en su área, tuvieron tres ocasiones claras, además de los goles, que desaprovecharon. Lo que es innegable es que la forma en que el ATM eliminó al Bayern con respecto a la forma en que el RM eliminó al mismo equipo en la misma ronda hace dos años es como la noche y el día. Momento clave de la eliminatoria: el penalti errado por Muller. De nuevo los colchoneros pasan por el valor doble del gol en campo contrario.

Llegamos a la Final. En los días previos se repitió hasta la saciedad y el hartazgo la famosa sentencia de “el Fútbol le debe una al Atleti”. Tras revisar las tres finales de la competición protagonizadas por los rojiblancos, hay que aplicar la sentencia que hizo un aficionado vía Twitter: es el Atleti el que le debe fútbol a la Champions. Si la actuación del Atleti en Lisboa fue miedosa, la de pasado día 28 fue vergonzante, por usar la terminología relañista. En ningún momento parecieron desear ganar la Final. Si acaso, empatarla cuando se encontraron por debajo del marcador. Una vez conseguido el empate, de nuevo, parecieron aceptar este resultado como meta final. Eso se puede llamar merecimiento?. El Cholo tenía razón en la rueda de prensa posterior. Tiene mucho en lo que pensar. Para mí, es el principal responsable del fracaso de su equipo en los dos partidos más importantes de la historia reciente del ATM.

Paralelismo

No puedo evitar esbozar una sonrisa cuando creo atisbar una burla de la diosa Fortuna al ATM en la Final de Milán. El destino quiso que el ATM comprobara que esto de merecer o no merecer es un argumento peregrino y manipulable:

  • Gol en fuera de juego por centímetros. Lo mismo podríamos hablar del penalti de Gabi ante el Barça.
  • Penalti fallado por Griezmann en el inicio del segundo tiempo. Acordémonos del penalti errado por Muller que dejaba fuera al Atleti.
  • Penalti errado por Juanfran. La mayor de las burlas. El mismo jugador que dio el pase ante el PSV, de la misma forma cruel. Fallo propio y no acierto ajeno.

¿De verdad el campeón de este año lo ha sido de forma injusta?

 

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El Madrid siempre paga sus deudas

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El 4 de mayo de 1949, un avión procedente de Lisboa se reventó contra la basílica de Superga, en la aproximación al viejo aeropuerto de Turín. No hubo supervivientes. Entre los treinta y un ocupantes del Fiat G.212, cuyos pilotos se equivocaron por la densa niebla y posiblemente un error de altímetro, se encontraban los dieciocho integrantes del Torino Calcio, seguramente el mejor equipo europeo de la época, que volvían a casa tras disputar frente al Benfica un partido de homenaje a su capitán, Xico Ferreira.

«Il Grande Torino», como era conocido entonces, había ganado consecutivamente los cuatro últimos campeonatos italianos desde 1943 —dos no se disputaron a causa de la Segunda Guerra Mundial— y lideraba sin dificultad el que estaba a punto de finalizar en 1949. Diez de sus jugadores formaban en la Selección Italiana.

No habían pasado nueve años de aquella enorme desgracia cuando el 6 de febrero de 1958 se estrelló, durante el despegue en el aeropuerto de Munich, en el que había hecho escala para repostar, el Airspeed Ambassador que transportaba de regreso a Inglaterra al equipo del Manchester United. Había eliminado en Belgrado al Estrella Roja, en cuartos de final de la tercera Copa de Europa. Ocho futbolistas del prometedor United, dirigido por Matt Busby, murieron a consecuencia del accidente. Dos más tuvieron que retirarse del fútbol a causa de las heridas padecidas. Murió también su entrenador, Tom Curry.

Los «Busby Babes», con una media de edad de 22 años, habían sido eliminados por el Real Madrid en las semifinales de la segunda Copa de Europa. Como sabe quien haya podido ver United, los de Manchester jugaban la Copa de Europa «a pesar de» la Football League. En ese contexto, la negativa de la Football League a posponer un día su siguiente partido de la First Division, obligó a Busby a contratar un vuelo chárter para regresar a tiempo de disputarlo: el vuelo que acabó con uno de los mejores equipos europeos del momento.

Después de 1949, el palmarés del Torino tardaría 27 años en ampliarse. Se reduce a un scudetto, ganado en 1976, y la Copa de Italia de 1993. Justo el año anterior había conseguido llegar a la final de la Copa de la UEFA. La perdió ante su eterno rival, la Juventus, en la tanda de penaltis.

Cinco años después de su tragedia, el United ganó la FA Cup de 1963. Le siguieron las Ligas de 1965 y 1967. Y diez años después de su tragedia de Munich, con Law, Charlton y Best —«The Holly Trinity»— sobre el césped, consiguió, por fin, eliminar al Real Madrid en la semifinal y conquistar la Copa de Europa, venciendo 4-1 al Benfica en la final de 1968. Fue, así, el primer campeón de Europa inglés. Desde entonces, ha ganado dos veces más la Copa de Europa (1999 y 2008), trece Ligas y nueve Copas. Ha perdido otras dos finales de la Copa de Europa.

Si uno no quiere engañarse a sí mismo, estos dos ejemplos límite demuestran que “el fútbol” no contrae deudas con nadie. En caso contrario, los débitos que habrían generado ambas desgracias serían más grandes que el palmarés del Madrid. Sobre todo, puestas en comparación con las producidas por el simple hecho de no saber ganar dos finales, separadas cuarenta años entre sí.

Juanfran Penalti

Sin embargo, según la mayoría de nuestro —deformador de la opinión pública— periodismo deportivo, dos finales jugadas y perdidas a lo largo y ancho de sesenta ediciones de la Copa de Europa ameritaban al Atlético de Madrid como ganador de la final de Milán antes de disputarla: “El fútbol” tenía una deuda con el Atleti.

Es cada club, no “el fútbol”, el que va contrayendo deudas. Deudas con su afición, o dicho de otra forma, deudas consigo mismo. Adquiridas en la competición y también fuera de ella, porque esos azares ajenos a la propia competición siempre han jugado un papel en la competición. Sin ir más lejos, la Guerra Civil destruyó al Madrid campeón de España y convirtió en campeón de Liga al Atleti descendido a segunda división. Y el Madrid asumió que tenía consigo mismo la deuda de volver a ser campeón. Como también enseñan las vidas paralelas del Torino y el Manchester United, no todos los clubes saben sobreponerse de la misma forma a los peores golpes del destino.

Aunque parezca inverosímil, y un punto surrealista, el falso relato de la deuda caló en el enemigo, hasta el punto que el rito se impuso al oficio. Y así ocurrió que —sin que nadie pueda aprobarlo, aunque se silencie solícitamente por la prensa deportiva— el Atlético afrontó el momento decisivo de la final renunciando al balón y ofendiendo a su hinchada. Cuando el azar, en forma de moneda al aire, se puso de su parte en el sorteo, eligió lanzar después del Madrid. Y tanto quiso asegurar el rito supersticioso del segundo turno —así había superado su sufrida eliminatoria de octavos contra el débil PSV— que ni siquiera se atrevió a arriesgar escogiendo la portería de su hinchada, lo que con toda probabilidad habría conducido al mismo resultado en el orden de tiro: A la naturaleza del Madrid no pertenece renunciar a llevar la iniciativa en la tanda de penaltis.

De la final de Milán, el Atleti vuelve así con una nueva, mayor y más deprimente deuda que aquella que no supo cancelar en Lisboa. El Madrid, sin embargo, ha saldado la que esta temporada había contraído. Con la propia calidad del equipo y con esa parte de su afición que, en los peores momentos, nunca dio la espalda a su equipo y supo exigirle con su aliento en lugar de aprovechar sus errores para tratar de desestabilizar el club. La enorme diferencia de palmarés e historial entre los dos equipos de Madrid se explica, esencialmente, en que mientras el Atleti está obsesionado por una vana deuda externa, el Madrid siempre paga sus deudas.

Cristiano Penalti

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Diario de un madridista

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Comparto con vosotros este significativo documento encontrado entre botellas de whisky tras la celebración en Cibeles. Entrego el texto íntegro en relación a los aspectos madridistas, con la salvedad de los exabruptos que contiene, que han sido censurados.

28 de mayo de 2015. Rumores de Benítez

¿¡Benítez!? ¿Pero estamos locos o qué? ¿Quién será el siguiente, José Mari Bakero? Salimos de Guatemala para llegar a Guatepeor. Un entrenador defensivo, obsoleto, feo y orondo… ¡Qué desastre de gestión! Más bandazos sin sentido. ¡Hemos perdido el norte! Voy a tomarme unas tapas con mi mujer…

3 de junio de 2015. Fichaje y presentación de Benítez

Acabo de ver la rueda de prensa de Rafa Benítez y la verdad es que ha sido emotiva. Hay que reconocer que es un auténtico madridista que está cumpliendo su sueño, y esas lágrimas lo demuestran. Me ha ganado. Además, es un tipo exigente y profesional que seguramente recuperará la exigencia que se había perdido con Ancelotti. ¡Me vengo arriba! Salgo de copas con los colegas.

6 de junio de 2015. Final de Champions 2015

¡Qué vergüenza! Esta panda de (exabrupto) juegan un año decente y ganan una Champions de aquella manera y luego a tocarse los bemoles. No damos más que bandazos, no tenemos modelo ni director deportivo. Estos (exabrupto enfático) corrieron para dar una lección al entrenador anterior y luego a descansar. ¿Y Ancelotti? Sin hacer rotaciones, poniendo a Casillas, como un Del Bosque italiano, y regalando a los culés un triplete que teníamos en la mano… ¡Menuda (exabrupto intenso)! Ahí es donde se ve la realidad de este entrenador. Yo ya no sé si borrarme, bajarme o qué… Voy a ahogar las penas con mis colegas. ¡Florentino, dimisión!

1 de septiembre 2015. El fax

No salimos de una y nos metemos en otra. ¡Qué desastre! Lamentable la despedida a un icono y leyenda madridista como Casillas, y ahora un fichaje absurdo para tener a la estrellita de turno… ¡Y ni siquiera lo hacen bien! ¡Somos un equipo de pandereta! Voy a pillar unas pipas o algo, que estás cosas me dan hambre.

21 de noviembre de 2015. Derrota en el Bernabéu ante el Barcelona

¡Malditos hijos de (exabrupto genealógico), (exabrupto florido), (más exabruptos)! ¡Se lo dije a mis colegas! ¡Nos van a golear! ¡Estos jugadores no se merecen nada! ¡Son unos (exabrupto ambiguo)! ¡Andando por el campo, sin correr ni luchar, haciendo la cama al entrenador descaradamente! Humillados en nuestro estadio… ¿Y Benítez? ¡Leches, es que ni defendemos! ¿No se supone que este entrenador hacía equipos que defendían bien? ¡No sé dónde meterme! Hay que largarlos a todos. A los capitanes los primeros y al presidente después. Una limpia total. Hoy no me apetece salir, creo que me quedaré en casa a ver “El Chiringuito” y a escuchar a Roncero para que me consuele.

2 de diciembre de 2015. Eliminación en Copa

Estoy pensando en coger unos billetes para irme al Caribe y olvidarme de todo… “Cheryshev, te quiero”, le cantan. Encima pitorreo. ¡No se puede hacer más el ridículo! El dichoso fax, goleados por el Barcelona, eliminados por poner a un jugador que no puede jugar… ¡Esto es surrealista! Y el ruso, ¿qué? Tampoco sabía que no podía jugar. ¡Qué falta de profesionalidad, qué bochorno! ¡Malditos (exabrupto redundante)! Ya sólo nos queda que le salga un hijo ilegítimo a Benzema… Voy a abrir una botella de Lagavulin para beber en soledad.

4 de enero de 2016. Empate en Valencia y destitución de Benítez

¡Qué asco! Es una (exabrupto) vergüenza la cama que le han hecho al entrenador. Benítez tendrá lo que sea, pero es patético que unos jugadores no cumplan con su responsabilidad porque el entrenador no les guste tirando temporadas como si no costara. ¡Yo ya lo dije, es que yo ya lo dije…! Este no es mi Madrid, esto es (exabrupto antimadridista).

diario

4 de enero de 2016. Fichaje de Zidane

Ni proyecto, ni paciencia y vendiéndose al vestuario. Ahora Zidane. Van a cargarse a un mito del madridismo a las primeras de cambio. ¡Estoy hasta los (exabrupto anatómico)! Un novato que tampoco ha hecho nada con el Castilla. Claro, vendrá a quedar bien con las (exabrupto licencioso) estrellitas.

13 de febrero de 2016. Primeras victorias de Zidane

¡Qué manera de jugar! Estaba claro que Benítez no era entrenador para el Real Madrid. Zidane será un novato, pero comprende al jugador. Hay que tener psicología, saber gestionar el vestuario. Se lo digo siempre a mi mujer cuando se enfada conmigo. Si en realidad son muy buenos, sólo tienen que ponerse a ello y dejar de tocarse los (exabrupto anatómico).

27 de febrero de 2016. Derrota frente al Atlético

Lo de siempre, mucha goleada contra equipos de medio pelo y cuando toca uno mediamente decente no se da la talla. Aquí se ha visto la inexperiencia de Zidane. Jugadores acomodados, sin alma ni carácter, unos (exabrupto lisérgico) que en cuanto se les pasó el entusiasmo del cambio de entrenador vuelven a la misma (exabrupto soez) de siempre. ¡Ni terceros quedamos!

1 de abril de 2016. Previa del Clásico

No deberíamos presentarnos. La goleada que se avecina va a ser de escándalo, y encima de celebración, con los nuestros habiendo entregado la Liga hace semanas… ¡Qué suplicio! ¡Que se acabe ya esta temporada!

2 de abril. Tras el Clásico

¡Qué grandes! ¡Qué caras se les han quedado a todos los presidentes culés allí en el campo! Lo he gozado como hacía tiempo que no gozaba. Impagable, que se (exabrupto sexual), que la (exabrupto sexual) y la sigan (exabrupto sexual). Y Cristiano marcando otro gol en un partido importante, para que luego digan. ¡(Exabrupto sexual), (exabrupto animal y genealógico)!

6 de abril de 2016. Derrota frente el Wolfsburgo

¡Hay que largar a todos! ¡Florentino, dimisión! No pueden salir a pasearse en unos cuartos de Champions y jugándose toda la temporada. Como contra el Dortmund y tantos otros… Cristiano es un lastre, vincula el juego de los demás y así nos va. Otro año en blanco, si lo vengo diciendo… No sé si comer o beber. Ni metiendo tripa voy a poder disimular este desastre.

12 de abril de 2016. Remontada ante el Wolfsburgo

¡Siempre creí! ¡Cristiano es una leyenda madridista! ¡Di Stéfano redivivo! Jamás volveré a dudar de él. ¡El (exabrupto admirativo) amo! Este es el Madrid de las grandes ocasiones. Zidane nos señala el camino, con su mirada serena y ese (exabrupto entusiasta) abrigo.

14 de mayo de 2016. Liga perdida

¡Esto es (exabrupto anticlerical)! Si no hubiéramos tirado aquellos puntos absurdos por culpa de esta tropa de (exabrupto culto), tendríamos a tiro el doblete. Ahora a rezar para que en la final salgan enchufados. Al menos se ha competido hasta el último momento y no se han dejado ir como el año de la Décima. Voy a meditar sobre esto con mi colega Quique y un par de cañas.

28 de mayo de 2016. La Undécima

¡Qué acierto confiar en Zidane, me (exabrupto escatológico) en la (exabrupto sexista)! ¡Somos leyenda, el mejor equipo de la historia, somos la (exabrupto religioso)! Sólo nosotros podíamos hacer esto en un año como este, (exabrupto alegre), (exabrupto feliz y algo chabacano), (exabrupto exultante). ¡Qué (exabrupto ambiguo) locura! ¡Hablad ahora de modelos! ¡Hala Madrid, hijos de (exabrupto antiguo)!

 

Nota. Es posible que el anónimo autor del diario cayera en alguna ligera contradicción, pero no le juzguen severamente, estoy seguro de que ustedes mismos lo han hecho o conocen a muchos que han dicho cosas similares.

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El hombre que susurraba a las Copas de Europa

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Una semana antes de la final de la Copa de Europa, el Cholo Simeone concentraba a su equipo en algún lugar recóndito e inaccesible, como los campamentos de Al-Qaeda en Afganistán. Les hacía mear sangre y comer alambre de espino, y como Clint Eastwood en El Sargento de Hierro, cuando sus muchachos se quejaban con el cuerpo molido de los madrugones para correr 60 kilómetros entre montañas lunares como el Mont Ventoux, les advertía: “¿Creéis que un madridista va a mirar la hora que es para meteros una bala entre las cejas?” A la misma hora, Cristiano Ronaldo aparecía en Instagram repatingado en su piscina infinita, tomando el sol; Sergio Ramos subía una foto con Lucas Vázquez, Keylor Navas y Luka Modric en su finca de Camas. La preparación militar atlética contrastaba con la absoluta relajación pública de los madridistas, quienes dieron así la primera estocada al toro de la Undécima: el control psicológico de los tiempos pudo muy bien desquiciar a una plantilla que venía de perder cruelmente una final en Lisboa. Ahora se enfrentaban a los mismos fulanos, quienes no mostraban la más mínima preocupación horas antes del partido más importante de los últimos dos años. Puedo imaginarme un sudor frío recorriendo el espinazo de los rojiblancos. Es probable que las terminaciones neuronales de Juanfran Torres empezaran a fallar micropenaltis dentro de su cabeza desde ese preciso instante, y de manera ininterrumpida, hasta el sábado 28 al filo de la medianoche.

piscina sergio ramos

Esta foto simboliza un proceso largo y difícil: el que ha convertido a Sergio Ramos en el hombre que susurra a las Copas de Europa. Durante más de una década, ha sido vilipendiado, criticado, ensalzado y satirizado de cuantas formas puedan imaginarse. Comparado con Maldini y Fernando Hierro primero, despreciado con el anatema terrible de ¡sobrevalorado! después, Ramos aprendió a escribir la Historia a su modo natural, que es, por supuesto, a cabezazos. Dados y recibidos. En Munich se rompió la nariz; fue la primera vez que lo eliminó el Bayern. Allí le anularon un gol legal, que hubiese valido la clasificación: 4 años después, frente al mismo rival, falló el penalty decisivo de una tanda que apartó al mejor Madrid de Mourinho de la final anhelada. Ha sido expulsado más de veinte veces en partido oficial, la cuenta de sus errores tirando el fuera de juego durante un lustro es interminable, y aparece en el retrato de dos derrotas históricas frente al Barcelona en el Bernabéu: tirado en el suelo a mil leguas de viaje submarino de Ronaldinho, en el 0-3 de 2006, y ardiendo más allá de Orión tras la espalda de Henry, en el 2-6 de 2009.

Sin embargo, Sergio Ramos es también el protagonista de todos los grandes partidos del Real Madrid moderno, y el protagonista indiscutible de tres noches que sobrevivirán la memoria colectiva de los madridistas que las vivieron: el 0-4 de Munich, la Final de Lisboa y la Final de Milán. Como Sergio Ramos contiene dentro de sí una paradoja indescifrable, que lo hace incluso más fascinante que sus cualidades como superhéroe balompédico, esos tres partidos coronaron con una leyenda inmortal sus dos peores temporadas como futbolista profesional. Pero con la primavera, el héroe florece. Más alto que Fernando Hierro, aspirante claro a ingresar en el once histórico de la competición más grande y hermosa del fútbol mundial, Ramos se ha superado a sí mismo exhibiendo la naturaleza de condotiero que siempre hizo reinar a los monarcas del Madrid: un ansia caníbal de victoria, una sed de gloria que parece sacada del discurso de Al Pacino en Un domingo cualquiera. Pero su manera de interpretar el momento en las cumbres y las necesidades del equipo cuyo brazalete portó en Milán, son reales, no figurados. No cine, sino verdad, verdad de Camarón pues Ramos jugó en San Siro cantando que hasta el último hervor de su corazón, iba a vencer a sus enemigos. Que eran los del Madrid. Desmintiendo los pronósticos, e incluso la lógica, reescribió junto a sus compañeros el final de una temporada que empezó con un aire tan fúnebre que el Real parecía un entierro pomposo y frívolo. Pero así se hizo siempre la Historia del club que es Historia andante; con lo indómito del fútbol antiguo y la técnica del fútbol nuevo, Ramos es ya un jugador-nación como los que trajeron al Madrid de vuelta tras un sueño de 32 años.

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Un comunicado, el enfoscado del ambigú y la L-35

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Comunicado emitido por el Real Madrid CF el 12 de julio de 2018

Destinatario: cualquier periódico o emisora de radio y/o televisión

Texto:

Mañana, 13 de julio, a las 10 AM, se convoca a todos los medios de comunicación en la puerta cero del estadio Santiago Bernabéu. El presidente mostrará el avance de las obras de remodelación del estadio dando las explicaciones pertinentes. Para tal menester se hará acompañar de personal técnico de las empresas que están llevando a cabo la remodelación: GMP Architekten, L-35 y Ribas&Ribas. Debido al estado de las obras y a las altas temperaturas, se aconseja a las personas que vengan a cubrir el evento, acudan con ropa cómoda y calzado adecuado. Al finalizar la visita (estimamos que sobre las 14 horas) el club dará un aperitivo en el palco de honor a todos los asistentes.

El comunicado llega a las 9 AM del día 12 de julio a los emails corporativos de todos los medios de comunicación. Madrid, 9.05 de esa misma mañana. Un periódico de deportes cualquiera. Un director cualquiera de un periódico de deportes cualquiera. Repasa su cuenta de correo. Ve el mensaje. Lo abre y lee atentamente el comunicado. Después de leído, se suceden los hechos que les relato a continuación.

  1. 15. El director del periódico, llama a Rupérez, subdirector adjunto del periódico, y le comunica:

A ver, Rupérez, mañana, Florentino Pérez, a las 14 horas, me ha invitado personalmente a un tentempié en el palco de honor. Antes, a eso de las 10 AM, ha convocado a los medios de comunicación para presentarles a GMP Arquitecten, L-35 y Ribas&Ribas, que son los que van a remodelar la puerta cero del Bernabéu. Me ha dicho que va a hacer un calor del carajo y que, por tanto, a ver cómo van vestidos los reporteros que mandemos. Me ha dejado caer que vayan elegantes a la par que informales. El Gafas, siempre jodiendo y coartando la libertad de expresión. Habla con Ibáñez y que alguien redacte una nota y que la cuelgue en la versión online del periódico.

  1. 45. El subdirector adjunto, llama a Ibáñez, subdirector de opinión, y le comunica:

A ver, Ibáñez, mañana Florentino, a las 14 horas, nos ha invitado a comer, al jefe y a mí, en un comedor exclusivo del palco de honor que ha reformado hace poco; seguro que lo hace para presumir. A pesar de la insistencia del jefe, yo no podré ir por motivos personales. Antes, a eso de las 10 AM, va a empezar a hacer un calor de fogón de leña en la puerta cero del estadio. No obstante, el muy cabrón, ha convocado a esa hora a todos los medios de comunicación para que asistamos a la presentación de un tal Arquitecten L-35 y de un tal Ribas. Habla con Íñiguez y que alguien investigue y averigüe quiénes son esos dos. Como va a hacer tanto calor, que alguien les diga a los reporteros que vayan a cubrir el asunto, que no se pasen con la vestimenta; son muy capaces de ir en bermudas y chanclas. Que alguien escriba una nota de agradecimiento por la invitación.

  1. 20. El subdirector de opinión llama a Íñiguez, subdirector de cierre, y le comunica:

A ver Íñiguez, mañana Floren, a las 14 horas, nos ha invitado a comer al jefe, a Rúperez y a mí para pedirnos consejo de cómo deberían remodelar el palco cero. Pero Rupérez y yo estamos hasta arriba de trabajo y no podremos ir. Antes, a eso de las 10 AM, recibirá en la puerta de honor a los medios de comunicación para la presentación de dos nuevos jugadores: Arquitecten y Ribas. Me han soplado que Arquitecten tiene no sé qué de L-35. Que alguien lo investigue. Se trata de un acto de cierta importancia, así pues, nos han dicho que a nadie se le ocurra acudir a la presentación en bermudas y en chanclas.  Habla con Antúnez para que elija a los reporteros. Que alguien redacte un suelto con la opinión del periódico y que cargue un poco la mano por aquello de exigir formalidad en la vestimenta en pleno siglo XXI.

  1. 05. El subdirector de cierre llama a Antúnez, jefe de redacción, y le comunica:

A ver Antúnez, mañana Flo, a las 14 horas, ha invitado a comer al jefe y a todos los subdirectores. Al parecer nos va a contar en exclusiva que va remodelar el palco. Cree, el muy ingenuo, que no le vamos a atizar por lo del palco. Salvo el jefe, ninguno de los subdirectores podremos ir a la comida porque estamos inundados de trabajo. Antes, a eso de las 10 AM, será presentado en la puerta de honor del estadio el nuevo crack alemán Arquitecten que vendrá acompañado de Ribas, que yo creo que debe ser su representante. Debido al calor reinante, después de la presentación, Flo dará un refrigerio a los asistentes a la presentación. Está terminantemente prohibido acudir al acto en chanclas y bermudas, que alguien advierta a los redactores que sean seleccionados. Chaqueta y corbata mínimo. Ir de etiqueta no estaría mal visto. Sé de buena tinta que Arquitecten tiene una misteriosa lesión llamada L-35 o similar. Que alguien investigue. Habla con Sugrañes y que prepare un equipo de reporteros. ¡Ah! y que alguien redacte un editorial atizando a Flo por querer expandir el palco a costa de localidades de abono.

  1. 50. El jefe de redacción llama a Sugrañes, jefe de sección, y le comunica:

A ver Sugrañes, Floper ha llamado, hace diez minutos escasos, al jefe para decirle que mañana va a hacer un calor insoportable a partir de las 10 AM, motivo por el cual convoca a todo el consejo de dirección del periódico para pedirles su opinión sobre la conveniencia de poner un ambigú en el palco cero. A las 14 horas invitará a unas naranjadas del Lidl a los redactores que vayan a la puerta de honor, donde, a esa misma hora, se va a presentar a Arquitecten, el nuevo crack fichado por Floper y que ha costado 100 millones. Los reporteros que vayan a cubrir la noticia tienen que ir de etiqueta, ya que la última vez que hubo una presentación, más de uno se presentó en chanclas y bermudas. Ha dicho Floper, prepotente y soberbio como siempre, que eso es una falta de respeto y que si alguien aparece ataviado de semejante manera, en todo caso será él mismo y nadie más. Estará presente Ribas, el intermediario de las negociaciones, quien me ha dicho que el alemán viene con graves problemas médicos de L-35. Dale las instrucciones correspondientes a Tomás. Que organice un equipo de investigación y que vaya preparando un reportaje a doble página sobre eso de la L-35.

  1. 30. El jefe de sección llama a Tomás Güijero, redactor jefe de los asuntos del Real Madrid y le comunica lo siguiente:

A ver Tomás, mañana el Gafas, a eso de las 10 AM, en chanclas y bermudas, presentará en la puerta de honor a Arquitecten, el mediapunta alemán que ha costado 150 millones de euros, motivo por el que han sido convocado los medios. Ribas, que es un neurólogo cojonudo del 12 de octubre, me ha soplado que Arquitecten viene con una hernia discal en la vértebra L-35. Manda a alguien a investigar sobre este tema. A ver si podemos sacar un suplemento para el domingo. Un poco después, a eso de las 14 horas, habrá papeo por la cara en el palco cero del estadio con motivo de la colocación de la primera piedra del ambigú que se construirá en dicho palco, que será remodelado a tales efectos. A este respecto, creo que el Gafas ha pedido ayuda al jefe, así pues, hay que organizar una cuadrilla de reporteros con conocimiento de albañilería, por si acaso. Lógicamente, a los que selecciones adviérteles de que lo mismo tienen que echar una mano para enfoscar las paredes del nuevo ambigú, por lo que no hace falta que vayan de etiqueta al acto.

  1. 30. Por fin Tomás Güijero, palillo en boca, se reúne con todos su redactores y un par de fotógrafos y les comunica lo siguiente:

A ver chavales, hay trabajo que hacer. Mañana, a eso de las 10 AM comenzarán las obras de remodelación del palco cero del Bernabéu. La remodelación costará unos 150 millones de euros y se la haremos nosotros. Hay que construir en el palco un nuevo ambigú, ya que, según el Gafas, hace un calor insoportable y las bebidas nunca se sirven frías. De hecho debido al calor, el Gafas, a eso de las 14 horas, tendrá que presentar, en chanclas y bermudas, en la puerta de honor del estadio a Arquitecten, alero negro proveniente de los Toronto Raptors, que pasará a formar parte de la primera plantilla del equipo de básquet. Finalmente, parece ser que Ribas no va a ser fichado, ya que se le ha detectado una hernia discal en la vértebra L-35. Después de la presentación es posible que el Gafas invite a unas Mirindas al jefe, motivo por el cual debéis salir de naja del estadio sin olvidaros de recoger las paletas de enladrillado y alisado, el nivel, la gaveta, el esparavel, la cubeta y el tamiz.

Extra

Nota del autor/plagiador

Ustedes también se han dado cuenta, ¿verdad? He plagiado, con toda la dureza facial posible, el chiste del coronel y el eclipse de sol que tan bien contaba el genial Eugenio. Es solo un chiste. ¿Es solo un chiste? Un chiste es una caricatura. Y las caricaturas valen para deformar la realidad resaltando aquello que menos gusta de manera hiperbólica y, normalmente, con ganas de meter el dedo en el ojo. Pero ahí está. Exagerado o no, ahí está. Un hombre pegado a una nariz, dos chuletones en lugar de orejas, una cara con forma de alpargata o esa cabeza que, si fuera limón, habría que utilizar un somier para rallarla… en fin, ya saben.

Ay, amigo, pero hay casos… esos casos… en los que uno no sabe si está viendo una caricatura o un retrato. ¿Quién no recuerda lo de la Ouija? ¿A qué lumbreras se le ocurrió lo de la hernia? ¿Realidad o ficción? ¿Caricatura o retrato? ¿Cuántas noticias caricaturescas disfrazadas de noticias reales/inventadas han conocido ustedes desde que José Mourinho se atrevió a decir que el rey iba en pelota picada? Y digo yo, si se juntan para contactar con el espíritu de Juanito a través de una sesión de ouija, ¿por qué demonios no se van a juntar para enfoscar las paredes de un ambigú en el palco de honor del estadio Santiago Bernabéu? ¿Quién no se ha imaginado algunas vez a Tomás encasquetado con ese pañuelo de cuatro picos? Ahí se lo dejo. Cuando la realidad supera a la ficción y a la misma realidad.

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