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El porqué del Villarato

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Soy consciente de que todos los aficionados que vivimos apasionadamente la afición por un equipo tendemos a excusar sus derrotas culpando a terceros. Es un mero instinto de supervivencia. La identificación con tu club es tal que te cuesta añadir el peso de la culpa al del dolor que te aflige nada más perder. En ocasiones, incluso, la denuncia por el supuesto perjuicio puntual trasciende para asumirse como un complot organizado.

La afición de FC Barcelona, por ejemplo, desarrolla un discurso victimista, desde hace 75 años, según el cual sus principales fracasos, así como los éxitos de su oponente, están motivados por la adulteración de los campeonatos por parte de un ente abstracto que denominan genéricamente -que no geográficamente- Madrid, una fuerza maléfica desde donde unas veces el general Franco, otras el gobierno del Estado, otras la Federación, los árbitros, la Liga de Fútbol Profesional o los siniestros hilos del palco del Bernabéu, ejercen presión para evitar que ganen.

También, desde hace catorce años, gran parte de la afición del Real Madrid adoptó, en coincidencia con el periodo de mayor gloria azulgrana, su propio relato conspirativo que denunciaba las hipotéticas ayudas de Ángel María Villar al Barça, así como el acoso, por medio del estamento arbitral, al club blanco. Ambas especulaciones, la tradicional culé y la más reciente madridista, siguen vigentes hoy en día por más que su opuesta radicalidad las haga del todo incompatibles.

La afición del Real Madrid denunció las hipotéticas ayudas de Villar al Barça

Existen, no obstante, bastantes diferencias entre la argumentación de una y otra teoría conspirativa, sobre todo por lo que refiere al peso de su motivación, al de los actores que supuestamente las llevan a cabo y a su forma de ejecutarla. Desde la perspectiva culé, no hay una línea argumentativa precisa que explique por qué los árbitros en la actualidad ayudan presuntamente al Real Madrid. Se da por hecho que el mismo colectivo arbitral, al tener su sede en la capital de España, se engloba dentro del centralismo que se predispone desde tiempos inmemoriales contra el Barça, Catalunya y los catalanes. No cuestionen su racionalidad porque la adhesión a esta idea es un simple acto de fe: los árbitros –todos– favorecen –siempre– al Real Madrid, como sucede –desde siempre– en favor de –todo– lo que proviene de Madrid.

En otros casos, también validados por la mitología barcelonista, la concreción de esta tendencia es achacada al poder que posee Florentino Pérez, una especie de supervillano omnipotente que es capaz de torcer la voluntad de cualquier órgano nacional o internacional: desde la Federación Española de Fútbol, hasta la Liga de Fútbol Profesional, pasando por la UEFA, la FIFA, el TAS, Hacienda (la española y la brasileña), el Gobierno (cualquiera que sea su color) y hasta el propio FBI. La enunciación de los dos discursos, “el España nos roba” y el “Florentino mueve los hilos”, son suficientes para sentenciar, sin más detalles, que los arbitrajes están condicionados en favor del Real Madrid.

El relato madridista, conocido popularmente con el nombre de villarato, presenta, en cambio, un porqué, un cómo y un quién bastante concretos. A saber:

El colectivo arbitral pertenece al ámbito de la Federación Española de Fútbol, presidida desde hace 29 años por Ángel María Villar. El FC Barcelona ha apoyado a Villar, ininterrumpidamente, desde su llegada a la presidencia en 1988. Un soporte escenificado por la insignia de oro y brillantes que le entregó Josep Lluís Núñez, a quien Villar definió como “el mejor presidente del fútbol español”. Desde entonces, todos y cada uno de los presidentes azulgranas han respaldado al vasco.

Florentino Pérez, en cambio, no ha mostrado su adhesión al dirigente bilbaíno nunca, más bien todo lo contrario. En el año 2004 impulsó, en el seno de la LFP, una candidatura alternativa, encabezada por Gerardo González. Pérez no escondió su rechazo público a Villar y consiguió que la LFP se comprometiera a votar unánimemente en su contra. Aunque distintas informaciones aventuraban que González disponía sobradamente de los 91 votos necesarios para proceder al relevo, el mismo candidato advertía, la noche previa a los comicios, de “maniobras en la oscuridad orquestadas por Joan Gaspart para revertir compromisos”.

Tras llegar a un pacto con Joan Laporta, por el cual el nuevo presidente azulgrana se comprometía a no cumplir su promesa electoral de “levantar alfombras” -ante las sospechas de irregularidades durante la presidencia del hotelero- a cambio de que este hiciese la vista gorda por imputarle pérdidas en su mandato, Joan Gaspart desapareció de la escena mediática. Un año más tarde, a finales del 2004, reaparecía, para sorpresa de todos, en el tramo final de las elecciones a la Federación Española de Fútbol. Su participación resultaría decisiva para la proclamación de Villar.

De los votos revertidos, según palabras de Gerardo González, por Gaspart tenemos constancia inequívoca de tres: el del propio Joan Laporta que se había comprometido en la LFP a votar a Gerardo González, el de Jaume Roura, presidente de la Federación catalana que también adquirió el mismo compromiso con los miembros de su territorial y el del presidente del Espanyol, quien confirmó que recibió de manos del propio ex presidente del Barça un sobre con la papeleta dentro. Hasta siete votantes más, un total de diez, cambiaron a última hora de opción y decantaron la victoria de Villar. Un mes después, el 31 de diciembre del 2004, Joan Gaspart era nombrado vicepresidente de la Federación Española y, al cabo de unas semanas, Laporta pasaba a formar parte de su directiva.

El caso del “agradecimiento” de Gaspart al presidente de la catalana resultó un escándalo mayúsculo. Jaume Roura recibió el apoyo incondicional de Joan Gaspart en las elecciones a la territorial convocadas para el mes de marzo del 2005. Si en el recuento previo para decidir qué candidato de la Federación Española apoyarían, Joan Gaspart ya utilizó en las votaciones a grupos de camareros de sus hoteles, en esta ocasión empleó los servicios de una ETT para contratar, por 18 euros, a personas que se hicieran pasar por representantes de clubs catalanes, a los que trasladó fletando un autobús tras otro. Al término del recuento, habían “votado” el 91% de los 1384 clubs catalanes. Un récord histórico. Ante el fraude masivo el Tribunal Catalán del Deporte decidió anular los comicios.

Estos hechos no impidieron que Joan Gaspart ejerciera en varias ocasiones del 2005 como presidente en funciones de la Federación Española en ausencia de Villar. Así, en el vital conflicto por la negociación del convenio arbitral entre LFP y los colegiados ejerció como tal, mostrándose abiertamente partidario de las posturas defendidas por el presidente de los árbitros Victoriano Sánchez Arminio. Una de las promesas electorales de Villar era una importante subida del sueldo del colectivo arbitral, así como la cesión a sus órganos de dirección de la facultad de designación. Por ello los árbitros fueron, de largo, el estamento más fiel al vasco durante las elecciones. Cuando la LFP se mostró reacia a aceptar sus condiciones,  Sánchez Arminio creyó ver una mano negra en contra de ellos y amenazó con una huelga indefinida. En la sesión de inauguración del año arbitral, celebrada en Santander, en verano del 2005, el presidente del Comité Técnico de Árbitros culpó, frente a la totalidad de colegiados de Primera y Segunda división, a Florentino Pérez como el responsable de la situación que estaban viviendo: «Esto lo está moviendo un club que lleva dos años sin ganar». El presidente del Real Madrid, en declaraciones en la Web oficial del club, se mostró estupefacto y declaró: “Me resulta imposible creer que haya realizado esos ataques al Real Madrid, predisponiendo a los colegiados”

En 2005, Sánchez Arminio culpó a Florentino Pérez como responsable de la situación que estaban viviendo los árbitros

Así pues, en resumen, tenemos a una Federación dirigida durante veintinueve años por el mismo presidente, Ángel María Villar, en la actualidad detenido por un caso de corrupción en relación a designaciones de partidos de la selección para conseguir votos y favores comerciales; a un presidente del Barça, Josep Lluís Nuñez, que lo apoyó y lo condecoró, ahora recién salido de prisión tras cumplir condena por sobornar a inspectores de Hacienda; a su sucesor en el cargo en la presidencia azulgrana, Joan Gaspart, que consiguió revertir, en beneficio de Villar, las elecciones del 2004, para lo cual no dudó en cometer un fraude masivo en los comicios de una territorial, lo cual tampoco fue impedimento para que fuera nombrado vicepresidente de la española y para que hasta hoy siga siendo el hombre fuerte de dicha institución pese a declarar que “haría cualquier cosa en esta vida para perjudicar al Real Madrid”; al siguiente expresidente del Barça que traicionó el voto comprometido con la LFP para cambiarlo en favor de Villar y dos de cuyos vicepresidentes, Godall y Perrín, admitieron que aquella medida les benefició “en el saldo arbitral”; al candidato que peleó con Laporta en las elecciones a la presidencia del Barça, Lluís Bassat, que confesó que una “persona muy importante dentro del Barça me dijo que no podía ser presidente porque desconocía cosas elementales como comprar a un árbitro”; a otro presidente del Barça, Sandro Rosell, encarcelado actualmente en Soto del Real por corrupción y que también apoyó efusivamente a Villar (“Sandro, qué más quieres que te dé”); al actual presidente del Barça, Josep María Bartomeu, acusado por el caso Neymar e imputado por el caso columbarios que, por no perder la costumbre, ofreció su apoyo al dirigente vasco.

En otro orden, tenemos a Florentino Pérez, presidente del Real Madrid que siempre ha mostrado su mala relación con el actual presidente de la Federación el cual, en cambio, no dudaba en enfundarse la camiseta del equipo blanco cuando Ramón Calderón presidía en Concha Espina (curiosamente el único momento de los casi treinta años de Villar en que el Madrid consigue ganar dos Ligas seguidas); y por último a un presidente del Comité Nacional de Árbitros que no dudó en señalar a Pérez como el enemigo del estamento arbitral.

Alfredo Relaño acuñó el término villarato para explicar el diferente trato que recibían los colegiados que se equivocaban gravemente a favor del Madrid (que eran enviados a la nevera) y los que se equivocaban gravemente a favor del Barça (que no sufrían penalización e incluso alguno fue premiado con una final de Copa a las pocas semanas). Según el director del AS no hacía falta que recibieran directriz alguna, todos sabían qué convenía. De esas casuísticas, en uno y otro sentido, Relaño puso varios ejemplos muy llamativos. Se le negó la mayor sin que nadie replicase con un análisis global. En definitiva, se trataba de un conspiranoico, para qué indagar nada.

Se puede discutir que dicha teoría se ajuste, o no, a la realidad. Sin duda. Las pasiones perturban tanto el juicio del aficionado que puede nublar hasta la visión más clara. Pero, tras los hechos enumerados, resulta complicado comprender no ya solo que se tache de delirio la posibilidad de que hubieran amañado algo unos tipos que han sido, salvo contadas excepciones, condenados todos por hacer trampas sino, incluso, el poco seguimiento  que ha gozado este rastro sospechoso por parte del periodismo de este país.

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