Precisamente porque soy consciente de su enorme importancia para el Madrid, soy la segunda persona más preocupada por la fragilidad de Gareth Bale. Es el jugador emblema, y no creo que nadie niegue que pasa más tiempo lesionado del que todos quisiéramos. Pero parece que hay quien olvida que él es el primer preocupado cuando se le acusa como si todo fuese el fruto de una negligencia o de una falta de profesionalidad. Se le señala con el mismo dedo acusador que se emplea para estigmatizar al jugador juerguista o vago cuando (parece ocioso aclararlo pero por desgracia no lo es) se lesiona contra su voluntad y a pesar de su intachable profesionalidad. Hay que recordar que su baja más larga de esta temporada es producto de una entrada por parte de un defensa del Sporting de Lisboa. Fue una lesión traumática y no muscular como la que ahora le deja en el dique seco hasta fin de temporada, con la posible excepción de la propia Final de Cardiff, si el equipo llega a ella.
El ensañamiento con las lesiones de Bale se produce en medio de la resaca de la dolorosísima derrota del Clásico, y se está tomando al galés por chivo expiatorio de un fracaso que se gestó fundamentalmente en los lances finales del partido, cuando nuestro protagonista llevaba ya muchos minutos fuera del campo. Es un ensañamiento grosero, desmesurado y repugnante que corre un velo ignominioso sobre la capital importancia del futbolista en las glorias más recientes del club. No hay que remontarse muy atrás en el tiempo para hallar goles, asistencias, cabalgadas, transformaciones de penalti a la pata coja y otras suertes prodigiosas en las que nadie rememoró su indudable tendencia a pasar demasiado tiempo en la enfermería. Gareth Bale cae mal porque es un fichaje estrella de Florentino y porque su negativa a hablar castellano en público es interpretada por el españolismo más casposo como señal de falta de integración. Parece ser que la integración es un título en sí mismo o algo. Convendría que nos aclarasen si vale más o menos que una Copa del Rey, por ejemplo, y si cuando hizo aquello en la Final de Copa contra el Barça hubo algún madridista que leyera sus labios para anatemizarle por gritar su euforia en inglés o en galés.
El ensañamiento viene tanto por parte de la prensa como de un madridismo en parte seguidista con dicha prensa, y en parte deseoso de odiarle porque es extranjero y juega al golf. El redactor de As Carlos Forjanes, tras soltar el descacharrante chascarrillo según el cual Gareth parece de Bohemia y no de Cardiff, espetó en un artículo tras su lesión ante el Bayern que Zidane “sigue evidenciando que no es impermeable a la fijación del palco con la BBC”, dado que le alinea mucho. No es que a Zidane le guste mucho Bale. No. No porque ¿a quién podría gustarle un jugador tan malo como Bale? No es eso. Es única y exclusivamente que Zidane es “permeable a la fijación del palco” con un tuercebotas que en tres años y pico solo ha ganado en el club blanco 2 Champions Leagues, 1 Copa del rey, 2 Supercopas europeas y 2 Mundiales de clubes. Habiendo logrado eso en el Madrid, y siendo decisivo en todos esos títulos, ¿quién querría alinearle si no es por presiones? Ya dice hoy Relaño, jefe de Forjanes, que la alineación de Bale ante los de Luis Enrique fue “indefendible”. Será discutible pero ¿indefendible? Es el de Bale en el Madrid un palmarés muy similar al que cosecharon en el club blanco los futbolistas con los que a continuación los comparará Forjanes en su artículo : “se está ganando un lugar en la nómina de madridistas recientes que jugaban con la pegatina de ‘Muy frágil’ en el costado. Los Robben, Kaká, Sahin, Metzelder, Woodgate…”
Que cada cual juzgue. Uno de los más destacados héroes de Milan y Lisboa (hace pocos meses y año y medio respectivamente), del 0-4 de Múnich, de la Final de Copa en Mestalla, de la muy meritoria remontada de puntos al Barcelona que casi desemboca en la Liga el año pasado cuando nadie lo esperaba, de las Supercopas y Mundiales de clubes, es metido en el mismo saco que jugadores cuyo palmarés conjunto en el Madrid no puede hacer sombra al palmarés individual de Bale en el club blanco. Por no hablar de la importancia de su contribución a esos títulos. No me pierdo el próximo artículo de Forjanes: “Bale, Sahin y Woodgate: los inéditos de Florentino”. Falta asimismo que Forjanes aclare por qué Zidane no es permeable en cambio a la fijación del palco con James, fichaje personal de Florentino cuyo traspaso ascendió a 80 millones de euros. Los permeables al poder no suelen poder permitirse el lujo de elegir cuándo y con quién son permeables.
En la pieza que comentamos, por otro lado, Forjanes se enlaza a sí mismo en otro artículo todavía más peculiar y publicado unos días antes con motivo de un libro de Ancelotti. Forjanes titula así: “En su libro Ancelotti explica su salida del Madrid: <<Cambié a Bale y Florentino me llamó>>”. Se adentra uno en el artículo y comprueba que en realidad la anécdota que cuenta Ancelotti se refiere a una reunión entre Florentino y Carlo en la que el presidente le informa de una llamada del representante de Bale según el cual este reclama un cambio de posición en el campo. Primero, nos tenemos que creer que la historia de Ancelotti es cierta. Después, tenemos que aventurar que la reunión entre presidente y entrenador está relacionada con la reciente sustitución de Bale, cosa que no afirma Ancelotti sino Forjanes. Por último, hemos de asumir que dicha reunión fue el detonante del despido del italiano, cosa que no dice el italiano pero sí el redactor, hasta el punto de titular como si fuese dogma de fe que una cosa y otra van de la mano y que esa reunión explica al 100% la no continuidad de Carlo. Ancelotti dejó un equipo desmenuzado que tiró por la borda dos títulos con todo a favor, pero la culpa de su salida fue de las presiones por Bale porque lo dice Forjanes. Todo sirve con tal de consagrar la idea de un Gareth Bale mimado y consentido por la presidencia y que solo juega porque Florentino le tiene en palmitas.
A mí todo esto que dice Forjanes me resultaría francamente indiferente si no fuese porque hay un madridismo que lo compra y, lo que quizá es peor (o no), un madridismo que llega a conclusiones similares por sus propios medios. Lo de meter a Bale en la misma nómina que Sahin y Woodgate (¿por qué no Balic, que se parece al menos en el apellido?) es algo que el madridismo tuitero está a un paso de hacer. Hoy han proliferado estadísticas acuñadas por madridistas con nicknames y sin caras en los que se compara el tiempo en la enfermería del Madrid de Bale con el de Prosinecki. Para comparar distintos elementos debe existir alguna homogeneidad entre ellos, digo yo, y produce rubor tener que recordarlo pero a ello me obliga este madridismo ciclotímico que se erige en una especie de Fernando Lázaro Carreter redivivo y le reprocha a Bale que no hable nuestro idioma, pero solo cuando perdemos. Cuando ganamos, y cuando Gareth mete un gol de cabeza o desde su casa, cuando Gareth la pone milimétricamente desde la banda para que marque Cristiano, cuando Gareth empeña su prestigio para lanzar un penalti decisivo estando lesionado, cuando deja la Décima en bandeja a rechace de Courtois, no parece en cambio accionista de una versión casposa del Instituto Cervantes sino que calla como una meretriz españolísima, eso sí, de las que casi no quedan.
Debo de ser muy viejo o muy raro, pero a mí no me sale ensañarme contra un jugador mío cuando muerde el polvo de una lesión que le puede dejar fuera de la Final de Champions que se celebra en su ciudad natal. Debo de ser muy viejo, muy raro y un poco oficialista, pero a mí no me sale ensañarme, menos aún, con un tipo que me ha hecho inmensamente feliz no hace siglos, sino hace muy poco. A lo mejor Dios existe aunque, como Gareth, solo hable español cuando le apetece. Y a lo mejor tiene en sus planes un gol galés en Gales para que el 3 de junio tantos y tantos periodistas, tantos y tantos madridistas, celebren y hagan como si a finales de abril no se hubieran comportado con tantísima ruindad.
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