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Algo sencillito

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El autor del primer gol en la historia del Santiago Bernabéu se llamaba Sabino Barinaga. Con este nombre tan vizcaíno, el gol debió de entrar a la portería deslizándose al pil pil y bailando un aurresku. Si la historia fuese justa con el centenar de vascos que han vestido y honrado la camiseta blanca, el escudo del Real Madrid debería de cambiar su corona por una txapela en sus visitas a Euskadi.

Yo en el campo (y en la vida) soy mucho más de animar a tu equipo que de insultar al rival. Insultar a tu contrincante en lugar de animar a los tuyos me parece una pérdida de tiempo, pero insultar a su tierra ya me parece directamente una estupidez. Posiblemente los cuatro descerebrados que en algún momento cantaron en el Bernabéu infamias contra el País Vasco cometieron, precisamente por eso, por su falta de cerebro, la estupidez de despreciar a su propia historia. Barinaga, Machimbarrena, Ciriaco, Aranguren, Quicoces, Petit, Zamora… perdonadlos porque no saben lo que hacen.

Todos estos jugadores, toda esta historia irrepetible, se concentró durante muchos años (sin que ella lo supiese y sin que en toda su vida mostrase ninguna afición por el fútbol) en la abuela de mi mujer. El otro día, mientras estábamos haciendo las compras para estas fiestas en un ruidoso hipermercado, me contó que su amona (con tantos apellidos vascos como títulos tiene el Real Madrid) cuando se iba acercando el día de Nochebuena y sus hijas le preguntaban sobre sus preferencias para cenar, siempre les repetía lo mismo.

-Ama, ¿Qué te parece que pongamos para cenar?

-¡Uy! No sé, hija, lo que veas. Unas angulas, una merlucita de anzuelo, un poco de cordero… Algo sencillito.

Como veis, y aunque según me dice mi mujer el único jugador que le interesó en su vida fue Julio Iglesias, eran comidas muy madridistas. Comidas con buen producto, poco trampantojo, ninguna deconstrucción y muy sabrosas. Comidas de toda la vida, sin adornos, tradicionales, de vivir (comer es vivir día a día) y disfrutar. Como el Real Madrid.

Este 2016 ha sido un año excelente. Zidane ha ejercido de chef, maître y sumiller. A Zidane le pones un gorro de cocinero blanco y el inspector de la guía Michelín le concede las tres estrellas en el primer servicio. Monsieur Zizou es de los que te sirve un vino de garrafón y lo convierte en un Château Lafite. Te aconseja con el menú, te lo cocina, lo sirve y es capaz de fregar los platos en medio de la rueda de prensa sin mojarse las manos. Es como los Reyes Magos, como los Faerna y como la Santísima Trinidad pero todo en uno. Es un regalo envuelto en un abrigo entallado.

A mí, con el Real Madrid y Zidane me pasa algo parecido a lo que le pasaba a la amona de mi mujer. Hay que ser cautos, presumir de humildad y derrochar Madridismo:

-¿Qué le pides al Real Madrid en el 2017?

-¡Uy, chica! No sé, lo de siempre. Una Champions, la Liga, un par de Copas. Algo sencillito.

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