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Del bar al VAR: el fútbol da un salto

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Casi se me saltaban las lágrimas cuando me enteré, una semana antes del Mundial de Clubes (porque sí se informó  con antelación) de la puesta en marcha del videoarbitraje. Casi una década llevaba arremetiendo contra ese molino, preguntándome por qué no se daba el salto existiendo los medios técnicos para ello. Me lo preguntaba forma retórica, por supuesto. Existiendo la posibilidad, no había el menor asumo de voluntad. El miedo latente a sufrir “malos” arbitrajes es uno de los motivos por los que los clubes más poderosos han intentado siempre agradar al poder establecido o al menos no enarbolar demasiadas disidencias, ya sea a nivel nacional o internacional. Si un Ovrebo, El Ghandour árbitro intuye, huele, detecta que tu derrota es “conveniente” y está bien vista, si se empeña en que pierdas, date por jodido. La llegada de Giovanni Infantino a FIFA, empeñado al parecer en dotar de transparencia a un organismo históricamente opaco, más oscuro que un gato negro dándose un baño nocturno en un pozo de petróleo, trae aire fresco al fútbol, que llevaba tiempo oliendo a cajón cerrado y durmiéndose en sus laureles.

“¿De qué se hablaría los lunes en el bar si no hubiera errores arbitrales?”. Probablemente es, de los mil y un tópicos relacionados con el fútbol, el más estridente y recalcitrante. Excelente cuestión para hacerle a un aficionado que acaba de ver a su equipo quedarse fuera de la Champions por encajar un gol en fuera de juego, o que se ha ido a Segunda División porque le metieron un gol con la mano y le anularon otro por una falta inexistente. Una pregunta perfecta si quiere usted acabar como el cara-anchoa, con cinco dedos bien marcados en la mejilla. Y no nos quedemos sólo en la superficie. No nos limitemos a velar por el corazoncito de un aficionado a cuyo equipo han tangado a base de bien los del silbato. Al equipo al que dejan fuera de la Champions, le mandan a Segunda o pierde una gran final por uno o varios errores arbitrales, le cuesta muchísimo dinero la gracia. No hay nada que mueva tanta pasta y a la vez tantos sentimientos como el fútbol. Y merece ser tratado como lo que es: algo muy serio. Como decía el gran Bill Shankly, “no es una cuestión de vida o muerte: es mucho más importante que eso”. Y también un gran negocio. A ver si nos vamos a caer del guindo ahora.

Los árbitros son los jueces de todo ese tinglado. Como decimos, un tinglado muy serio. Imagínense por un momento un  juicio. El juez escucha los alegatos finales y espeta, antes de bajar el mazo: “Me van a disculpar, pero no puedo condenar al acusado. He visto el vídeo de los hechos sólo una vez y todo sucedía en décimas de segundo. No he sido capaz de apreciar bien lo ocurrido. Si lo revisara más veces y a cámara lenta, puede que cambiara mi decisión. Pero la Justicia perdería toda su emoción. ¿De qué se hablaría entonces el lunes en el bar y en las redacciones de los medios de comunicación si los magistrados fuéramos infalibles? Los errores son la salsa de la Justicia”. Suena absolutamente ridículo, ¿verdad? Y, pudiendo evitarse, suena además intolerable. Un árbitro es un juez, y un juez juzga con todos los medios a su disposición. No puede ser de otra forma. La misma definición clásica de Justicia habla de “dar a cada uno lo que es suyo”.

Ése es precisamente otro topicazo de los más infames: “La polémica arbitral es la salsa del fútbol”. Yo, ingenuo de mí, pensaba que la salsa del fútbol era una espuela de Ibrahimovic, una serie de regates de Messi, un hat-trick de Cristiano, un caño de Özil, el gol de Robben, una prórroga trepidante en una final, un contragolpe fulminante del Madrid, una jugada de tiralíneas de la Real, el achique del Milan de Sacchi, los 10 primeros minutos del Bayern en Münich, un tackle de Puyol, un cabezazo de Aduriz, un blocaje imposible de Buffon, una galopada de Bale, un catenaccio de Italia, otro milagro de Ramos. La polémica arbitral nunca será la salsa del fútbol. Todo lo contrario: es el moho de esa salsa.

Hace muchos años que existen medios técnicos para, si no evitar los errores (porque hay jugadas que, ni viéndolas treinta veces repetidas desde 30 ángulos diferentes, ponen de acuerdo a todo el mundo), sí minimizarlos, reducirlos a su mínima expresión. No tiene ningún sentido seguir aguantando el nivel insoportable de los arbitrajes en la élite futbolística, por no hablar de ciertas tendencias sospechosas. En tenis se decidió un día que se podía evitar el error del juez de silla al 99% con el Ojo de Halcón, que recibió sus críticas en aquel momento. Nadie lo cuestiona hoy. En Rugby, un deporte donde, como en el fútbol, la continuidad es muy importante para el espectáculo, el videoarbitraje, lejos de perjudicar, le ha dado un impulso. ¿Y en fútbol americano? Hay gente que hay oído campanas sin saber muy bien dónde. “No podemos convertirnos en fútbol americano, que está todo el día parado”. En realidad, el juego allí se detiene por la propia idiosincrasia de ese deporte, donde cada jugada es un minipartido en sí. Los “challenges” o revisiones de vídeo apenas detienen el juego un minuto. Gran parte de esta desinformación es culpa de la prensa, que siembra estas ideas desde el más profundo desconocimiento.

Más allá de la aversión natural e innata del ser humano a todo cambio, en los medios existe un gran temor a perder volumen de negocio con el videoarbitraje. Y no está el horno para bollos últimamente. Por eso, salvo honrosas excepciones, hemos visto estos días una cierta reticencia general a la puesta en marcha del VAR en el Mundial de Clubes, más allá de que lo que se hizo en Japón fuera algo confuso y ciertamente mejorable. Pero volvamos a la pregunta famosa: “¿De qué se hablaría los lunes en el bar y en el periodismo?”. A aquellos a quienes les aburra hablar de fútbol, de táctica, del propio juego, siempre les quedará una polémica entre dos rivales, unas declaraciones jugosas en zona mixta, la rajada de un entrenador en sala de prensa, una patada aquí, un cabezazo allá, un gesto feo a la grada… y, por supuesto, la polémica arbitral. ¿Por qué se pitó penalti si las imágenes demuestran que no lo es? ¿Por qué no se revisó esta agresión? Es evidente que el fútbol seguirá generando un volumen infinito de información más allá del propio juego. Seguirá habiendo esa “salsa” que, no nos engañemos, tanto gusta al pueblo. Ese pánico a perder volumen de negocio por parte de los medios está completamente injustificado.

Lo que se hizo en el Mundial de Clubes fue un poco chapucero, es cierto. De hecho, en mitad del torneo se decidió que se iban a revisar también los fueras de juego, lo que supuso un agravio comparativo entre unos equipos y otros. Los futbolistas no sabían muy bien lo que estaba pasando, de ahí las palabras de Modric contra el videoarbitraje (con el que habría ganado el pasado mes de mayo, por cierto, su primera Liga española). A día de hoy, les puedo contar que prácticamente todo el vestuario del Real Madrid, así como las altas instancias del club blanco, están a favor de este elemento. Seguro que los profesionales del fútbol se irán sumando a la larga. No se puede frenar el progreso. Ni se debe. Y se ha dado el primer paso, el más importante y valiente.

Tras toda la polvareda, lo cierto es que en Japón se acertó. En todas las jugadas donde se empleó el vídeo, se evitó un error arbitral. Se tomó la decisión correcta. Se hizo justicia. ¿Se pudo usar en más jugadas? Sí, se debió. ¿Deberían revisarse en vídeo fueras de juego y no sólo penaltis, expulsiones y goles fantasma? Seguro que sí, probablemente dejando seguir la jugada hasta el final y, si acaba en gol pero tras posición dudosa, acudiendo al vídeo después. O incluso con un sistema GPS que detecte automáticamente si hay posición legal o ilegal de un jugador, algo instantáneo, como el Ojo de Halcón en la portería. Si algo tenemos hoy día son soluciones tecnológicas. ¿A petición del árbitro o de los contendientes? Habría que verlo, pero no parece descabellado pensar en darle dos o tres revisiones a cada equipo para solicitar a voluntad. Si alguien solicita el VAR  y tenía razón, no gasta una revisión. Si se equivoca, le queda una menos. ¿Se interrumpirían constantemente los partidos? De esta forma, lo dudo mucho. El fútbol no va a perder su esencia porque se detenga el juego 5 o 6 veces por encuentro, a un minuto cada una. Lo que desde luego nunca será la esencia del fútbol es que un árbitro sea más decisivo en un partido que Cristiano o Messi, como ocurre.

No hay ni un solo motivo de peso para decirle “no” a un avance que, en 15 o 20 años, absolutamente nadie cuestionará. De hecho, algún día las siguientes generaciones se preguntarán cómo podía fiarse algo tan importante como el resultado de un partido de fútbol al ojo imperfecto y la cuestionable imparcialidad de un ser humano. Lo de Japón se pudo mejorar, es evidente. Pero también es obvio que mejoró al fútbol, como se mejoró el día que los balones pasaron a llevar una cámara sintética en su interior en vez de una vejiga de carnero. La mano de Dios, aquel gol de Maradona, siempre será inmortal. Pero pregúntenle a un inglés por ella.

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