Nunca lo he negado: el mejor Madrid que han visto mis ojos fue aquel que encadenó la racha de veintidós victorias seguidas. Ese Madrd post-Décima lograba la cuadratura del círculo, pues deslumbraba en ataque y era segurísimo a nivel defensivo. La seguridad de su sistema no se basaba precisamente en el talento defensivo de sus hombres, sino en dónde y cómo el Madrid perdía el balón. El centro del campo de tres jugadores que empleaba el Madrid lograba llevar el balón siempre al campo contrario y la pérdida del mismo, en caso de llegar, era tras haber sometido al rival a un largo rato de persecución del mismo, lo cual dificultaba enormemente su salida al estar fatigado y desubicado. Las combinaciones no perseguían la mera tenencia del esférico, ya que siempre albergaban una intención vertical. En ese centro del campo que contextualizaba el juego del equipo, había un rubio alemán que era inesperadamente feliz: Toni Kroos.
El alemán venía de haber jugado gran parte de su carrera de volante izquierdo. Desde su explosión como media punta en el Bayern Leverkusen, sus entrenadores habían iniciado un proceso de reconversión retrasando su posición paulatinamente. Pese a jugar su último año en el Bayern de volante, su funciones eran cada vez más organizativas, al carecer el equipo alemán de un jugador fiable en ese rol tan buscado por Pep Guardiola.
Cuando Kroos llegó al Madrid se encontró con un técnico -Carlo Ancelotti- que radicalizó el discurso: Toni Kroos iba a pasar a ser el centrocampista de cierre y organizativo de su Real Madrid. Tras un corto periodo de adaptación que se cerró con dos derrotas del equipo, Kroos pronto empezó a entender las bonanzas del cambio. En esa posición de cierre, y escoltado por Modric y James, podía esgrimir casi todas sus virtudes futbolísticas. Al ver el fútbol de cara, Toni siempre encontraba ese segundo que le permitía colocar el balón dónde le convenía al equipo; Modric y James continuamente le habilitaban líneas de pase diagonales; su lentitud física no se evidenciaba tanto, puesto que debía recorrer espacios más pequeños y el adelantamiento de la defensa (sobre todo de Ramos) limitaba las transiciones del rival a su espalda. Lo único a lo que renunciaba Kroos era a su temible llegada al área; su disparo ya no sería una amenaza constante como antaño. No obstante, Kroos se divertía y mostraba su mejor versión. Las lesiones de sus dos escuderos y el desgaste físico provocado por no rotar menguaron de forma dramática sus prestaciones, pero ese Kroos existió y muchos disfrutamos mucho viéndole jugar.
Esta temporada, Rafa Benítez, ante las bajas, ha optado por adelantar la posición de Kroos dándole a Casemiro las funciones que antaño le correspondían al alemán. En un primer momento pensé que este cambio, que imaginaba temporal, podía tener un efecto liberador para Toni, ya que no había empezado demasiado bien la temporada. La realidad nos está demostrando el efecto pernicioso de este adelantamiento de posición. Ahora Toni es el encargado de iniciar la presión sobre la defensa rival. Este desgaste y su lentitud le impiden volver a reagruparse con sus compañeros en la defensa estática. Como señalaba recientemente Guillermo Valverde, en ataque Kroos suele recibir de espaldas y la velocidad en el giro nunca ha sido una de sus virtudes. Cuando el Madrid transita en contraataque, con motivo de un robo, de nuevo la lentitud de Kroos queda patente. En esta nueva posición sólo ha recuperado la posibilidad de llegar al área y hacer valer su gran disparo, pero el balance no parece compensar.
Nunca cuestionaré que los conocimientos de Rafa Benítez son tan superiores a los míos que esto que escribo sólo se puede atender como una simple opinión futbolera de un aficionado. Pero para mejorar al equipo empezaría por intentar recuperar a Kroos, y esto resulta más sencillo devolviéndole al lugar y con los compañeros con los que nos maravilló hace un año.
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