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La venganza

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En agosto del año 2020, Florentino Pérez, de 73 años, afronta el último año de su quinto mandato al frente del Real Madrid. Ha anunciado que no se presentará a las elecciones que tendrán lugar al finalizar la temporada 2020/2021. Tras varias temporadas sin conseguir título alguno, el equipo es azotado por una tormenta inmisericorde de críticas. Fly Emirates ha rescindido su contrato de patrocinio con el club. El balance económico no es holgado. Pérez sorprende a la opinión pública contratando a François Picaud, un desconocido delantero francés de 33 procedente de la Ligue 2, en la que jugaba formando parte del Paris FC, un club amateur.

Mientras la prensa deportiva en España se pregunta de dónde ha salido el tal Picaud, el jugador sorprende en los entrenamientos por su exquisita técnica. Sus números goleadores en la segunda división francesa eran discretos y mediocres, mas durante los primeros partidos amistosos del Madrid en verano anota varios dobletes. Es intuitivo y parece jugar torturado por una violencia interior. Muestra un don especial para asociarse con sus compañeros y jugar al primer toque, y asombra a los aficionados con una notable visión de juego, impropia en un delantero.

máscara

Algunos opinan que sus hechuras recuerdan las de Benzema, otro francés de su misma edad que fue despedido tras verse envuelto en un escándalo de chantaje sexual a un compañero. Muchos otros desdeñan esta opinión afirmando que Picaud es más fuerte.

No concede entrevistas. En su debut en el Bernabéu, gana el primer partido de Liga ante el Atlético con una espectacular volea desde la frontal del área. Sucede en el minuto 88. Tras el pitazo final, Picaud escapa del jolgorio del estadio y estupefacta al resto de sus compañeros retirándose rápidamente a los vestuarios. No se para en la zona mixta. Repite este extraño comportamiento al final de cada partido, al tiempo que su cuenta anotadora sigue creciendo inusitadamente. Nadie sabe qué pensar.

Picaud es alto y musculoso. Supera el metro ochentaysiete de estatura, y no es veloz. Exhibe una agilidad proverbial con la pelota en movimiento. Maneja su cuerpo con soltura y seguridad. Tiene una rara autoestima. Luce una barba neandertal, espesas cejas negras y una melena poco cuidada que le alcanza los hombros. Nadie reconoce sus rasgos anatómicos. Es hosco. No tiene amigos en el club. Nadie sabe quién recomendó su fichaje. No mantiene ningún tipo de relación con los medios de comunicación. El presidente evita hablar de él en cada declaración pública, y el misterio en torno a su figura aumenta día a día. En Valdebebas se desconoce hasta el timbre de su voz. Siempre vuela hacia su casa de la sierra en un potente Lamborghini de color azul oscuro.

En mayo de 2021 Picaud continúa epatando en Madrid. Sus registros son estratosféricos. Los analistas coinciden en señalar su rendimiento en los partidos menores como tendente a la desaparición. A veces parece ausente, pero protagoniza todos los enfrentamientos ante Barcelona, Valencia, Atlético y Sevilla. La afición le reverencia como a un tótem desconocido del que emana un gran poder. En la Copa de Europa, Picaud destaca sobremanera marcando el gol decisivo de cada eliminatoria. El Madrid alcanza su primera final desde 2014.

En París, el equipo, que se ha proclamado también campeón de Liga el fin de semana anterior, bate al AC Milan en la prórroga. La alegría es indescriptible. La undécima Copa de Europa del club le permite seguir siendo el más laureado, superando en dos títulos al segundo, el FC Barcelona. Durante años, la posibilidad de ser superado por su archienemigo contaminó el ambiente en La Castellana, llenando a directivos, periodistas, aficionados y jugadores de una ansiedad tóxica, una agonía insana. El hat-trick de Picaud en la final, con un soberbio gol en la prórroga, pareció de pronto obra milagrosa, producto de la determinación de Dios. Durante la celebración, Picaud se paró con el trofeo en el centro de Saint-Dennis. De las calzas se sacó una maquinilla, y con ella se afeitó la cabeza. Hizo lo mismo con las barbas, ante la mirada atónita del público. Varias cámaras de TV en seguida lo rodearon. Entonces, en un francés lionés, jerigonza de guetto rapeada con fría cólera, Picaud hizo su primera declaración pública como jugador del Madrid:

En mi angustia clamé al Señor, y él me respondió. He sido expulsado de tu presencia. ¿Cómo volveré a contemplar tu santo templo? Las aguas me rodeaban hasta la garganta y el abismo me cercaba; las algas se enredaban en mi cabeza. Bajé hasta las raíces de las montañas: sobre mí se cerraron para siempre los cerrojos de la tierra; pero tú me hiciste subir vivo de la Fosa, Señor, Dios mío.”

Karim Benzema salió del estadio caminando, con una Copa de Europa en la mano, mientras en Europa las redacciones de prensa se colapsaban y todos se preguntaban cómo no se habían dado cuenta. A Florentino Pérez, en el palco, le brillaban los ojos a pesar de sus protocolarios esfuerzos por evitar toda conmoción.

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