Hay un señor en Jerez de la Frontera que, cabreado por la acción de Rossi en la carrera de Sepang, ha promovido una iniciativa en Internet para retira la Estrella de la Fama que tiene el piloto en su ciudad. A mí si el señor fuese, pongamos por caso, de Salamanca, y fuese primo o cuñado de la señora de Salamanca con la que desayuna Nacho Faerna, pensaría que entre los dos, entre el señor de Jerez y la señora de Salamanca, están preparando una conspiración para que Lorenzo gane su quinto campeonato del mundo y Rossi, escoltado por Butch Cassidy, Sundance Kid y Lidia Lozano, se vuelva a Tavullia con el rabo entre las piernas.
Uno lee los excelentes artículos de Nacho Faerna y Mario de las Heras sobre la carrera de Sepang y casi sin darse cuenta, abrumado por su ingenio y su talento, baja a la calle y acaba comprándose una camiseta de Rossi para lucirla orgulloso por el barrio. Fíjense como será la cosa que yo antes de leer sus artículos estaba convencido de que Rossi le había pegado una patada a Márquez, y después de leerlos acabé pensando que era Márquez el que se había lanzado de forma suicida contra Rossi para tirarlo. Estos dos son tan buenos que uno les lee y acaba viendo cómo Márquez pone la cabeza debajo de la bota de Rossi para que este se la pise amorosamente. Sus crónicas y artículos me gustan tanto que después de leer lo que han escrito sobre motociclismo he visto claramente a Márquez vestido de Iturralde pitando media docena de penaltis para ensuciar la más bella de las carreras.
Menos mal que, como periodista de mantenimiento, estoy acostumbrado a convivir en La Galerna entre tunantes tan inteligentes como estos y al final acaba uno por salir del cascarón y fiarse de la señora de Salamanca que es la que de verdad sabe de motociclismo. ¿El que da la patada es Rossi o es Márquez?, pregunta cabreada mientras gira su bolso como un molinillo ¿El que queda tirado en el suelo es Rossi o es Márquez?, continúa a punto de despegar del suelo ¿A quién vas a creer, a tus ojos o a los ojos de estos embaucadores?
Igual que el Madrid el otro día tuvo que pedir perdón por ganar al PSG, estos trileros casi me convencen de que Márquez debería salir a pedir perdón por competir. En Italia (¡cómo amo ese país!), acostumbrados a ver biscottos en cualquier esquina y a hacer piña alrededor de sus ídolos, no tienen ninguna duda. El presidente, los ministros, los aficionados, los equipos de fútbol, Rómulo, Remo y el cura de Tavullia tienen claro que Márquez y Lorenzo se reunieron, pactaron expulsar al spaghetti del paraíso y repartirse el botín entre los españoles. Lástima que Márquez (¿sabe la señora de Salamanca que es catalán?) no acabase de entender bien el pacto y le adelantase al final de la carrera de Australia quitándole unos puntos que harían que el mallorquín dependiese de sí mismo.
Lo de la patada no deja de ser un absurdo penalti. Uno de esos en los que el defensa deja “inocentemente” la pierna atrás y el delantero tropieza cayendo al suelo. Al final, como siempre, unos ven un penalti clarísimo y otros un piscinazo en toda regla.
La señora de Salamanca se parece a mí. Es como yo. No tiene ni idea de motociclismo pero tiene ojos y oídos. Y con sus ojos, igual de contaminados por sus preferencias que los míos, ha visto la pena máxima y con sus oídos escuchó las, para mí, desafortunadas palabras de Rossi enturbiando el Mundial. Hasta ese momento el Mundial transcurría plácido (o al menos eso es lo que le parecía a este neófito) y a la vez emocionante. Muy emocionante. Yo creo que Rossi midió mal y escogió una táctica que a la postre no ha terminado por beneficiarle. O sí. De momento, a pesar de salir en último lugar, depende de sí mismo y Lorenzo no, algo que con Márquez terminando la carrera de Sepang posiblemente no sucedería. En fin, que hoy lo sabremos.
Yo no creo que este Márquez sea muy diferente del que ganó el Mundial el año pasado o el anterior. Es un competidor nato, con un talento increíble y capaz de luchar siempre al máximo nivel por cualquier puesto. Mientras no molestaba, mientras sus puntos solo molestaban a su compañero de escudería (casualmente el que le había obligado a abandonar Yamaha después de comerle la tostada claramente), es decir mientras Márquez ganaba mundiales a Lorenzo, todo era perfecto, todo era amistad, buen rollo e invitaciones a su rancho para comer raviolis.
El problema empezó a fraguarse cuando ese mismo Márquez, el mismo, el que antes era su hermano del alma, empezó a quitarle unos cuantos puntos que le alejaban de su décimo título mundial. Ahí empezó el problema. A mí me da que se ha encontrado con la horma de su zapato. Un Rossi en chiquitito. Un Rossi con 22 años. Un caníbal que habla su idioma. Ese es el problema y no otro. O al menos ese es el problema que ve alguien que en los tiempos de Agostini se cansó de pedir a sus padres una Vespa o una Puch minicross y tuvo que conformarse con una Mobylette de segunda mano, es decir, ese es el problema que ve alguien que en motociclismo no ha pasado en su vida de 49cc.
Bud Cassedy y Sundance Kid son dos genios sin igual pero deberían olvidarse de Bolivia y de Tart y darse una vueltita por Andalucía para convencer al señor de Jerez de que no quite la estrella de Rossi. Ha sido grande, muy grande y aunque ahora haya encogido un poco merece seguir luciendo esa estrella como el mejor de todos los tiempos. Y si no lo consiguen al menos que me llamen y me inviten a unos finos y una buena berza con pringá, que una cosa es discutir amigablemente sobre motociclismo y otra muy diferente reconocer que con su talento prefiero que no me contesten a este artículo no sea que acaben por convencerme…
Eso sí, entre fino y fino que confiesen, que digan la verdad, que dejen de poner excusas tontas que no engañan a nadie. Que digan de una vez que los dos están perdidamente enamorados de la señora de Salamanca y que lo único que quieren es subir con ella en una bici y cantarle al oído aquello tan bonito de “Raindrops keep falling on my head“
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