En la actualidad el Real Madrid cuenta con tres de los mejores defensas centrales del mundo: el capitán del equipo Sergio Ramos, el luso Pepe y el joven galo Raphael Varane. Desde su fundación han sido numerosas las parejas o tríos de zagueros madridistas que han pasado a la historia del club blanco y el balompié español.
Para encontrar el primer dúo que destacó sobremanera hay que retroceder más de cien años y situarse a principios del siglo XX. El conjunto merengue conquistó tres torneos de Copa entre 1905 y 1907 y en los dos últimos la pareja fue la formada por Joaquín Yarza y José Ángel Berraondo. El primero nacido en Vigo era un jugador de gran físico y fuerza mientras que Berraondo, años después entrenador blanco y seleccionador nacional, destacaba por su contundencia y eficacia.
La siguiente pareja importante tuvo lugar ya en los años 20, tiempos en los que el Real Madrid logró varios Campeonatos Regionales pero cayó en tres finales de Copa. Los integrantes eran: Félix Quesada uno de los mejores defensas de la historia del club, y cuyas virtudes principales eran la potencia, la brega y un gran carácter, y a su lado Perico Escobal, republicano declarado que tenía un enorme agresividad y un privilegiado físico, fallecido a los 99 años en Nueva York en el 2002. Ambos también llegaron a coincidir en dos partidos de Liga de la temporada 30-31, cuando Escobal regresó al equipo de Chamartín tras una experiencia en el Racing de Santander.
Sin duda la pareja mítica que los aficionados madridistas más mayores recuerdan con nostalgia fue la formada por Ciriaco y Quincoces. En el verano de 1931, el secretario técnico del club Hernández Coronado los firmó del Deportivo Alavés para formar una defensa inexpugnable con el gran Ricardo Zamora en portería. Si Ciriaco era sobrio, sencillo en su juego y vigoroso, Quincoces con su velocidad, poderoso físico y gran colocación era el complemento ideal. Con ellos se levantaron dos títulos de Liga en 1932 y 1933, siendo el equipo menos goleado, y además la competición de Copa en 1934 frente al Valencia y 1936 ante el F.C. Barcelona.
Tras la Guerra Civil el club capitalino vivió años muy difíciles y con poco dinero para fichajes. Sin embargo dos adquisiciones discretas como la de Clemente (defensa elegante, tácticamente extraordinario y muy hábil en la anticipación) y la de Corona (zaguero aguerrido, de gran contundencia y especialista en ejecutar penaltis -le pegaba fortísimo al cuero-), rindieron de maravilla en el eje defensivo del plantel. Fue una década sin títulos de Liga pero con dos meritorios torneos de Copa consecutivos en 1946 y 1947, con los dos como exponentes de la defensa y escoltados por Bañón en portería.
La época dorada de la entidad se produjo en los años 50 tras la llegada de Di Stéfano. A la hora de recitar a los jugadores siempre se suele mentar a los futbolistas de ataque y de más calidad del equipo. Pero en la parte de atrás hubo varios defensas que con su gran labor y desempeño fueron parte vital de los enormes éxitos alcanzados durante más de un lustro. Por aquella época ya formaban tres zagueros y en la Liga del año 1955 y en la primera Copa de Europa de 1956 tanto Atienza II como Marquitos y Lesmes II fueron insustituibles. Atienza, recientemente fallecido, fue un lateral diestro (en sus inicios era medio volante), sacrificado, trabajador y difícil de sobrepasar. Marquitos, padre de Marcos Alonso y abuelo de Marquitos Alonso, canterano blanco, era un central (reconvertido desde el lateral) muy físico con enorme pundonor, valentía y vitalidad, mientras que el vallisoletano Lesmes despuntaba por su inteligencia, colocación y buen desplazamiento de balón.
Un año después, con el fichaje en la primavera de 1957 del charrúa Santamaría, un defensa central muy solvente, fiable en el juego aéreo y con clase de sobra para sacar el balón jugado, Marquitos volvió a situarse en la parte derecha de la zaga donde se turnó en el puesto con el madrileño Atienza II. El doblete de Liga y Copa de Europa conquistado en 1958 tuvo ya al uruguayo como líder de una zaga en la que permanecían en las alas Atienza y Lesmes, con Marquitos jugando muchos partidos en el tramo final de la campaña.
Al estilo del Ciriaco-Quincoces, en los 70 surgió el histórico binomio de Pirri y Benito. El ceutí, un magnífico todocampista, al ir cumpliendo años el técnico Miguel Muñoz le bajó la defensa. Allí sobresalía por su pundonor, entrega, pasión, fuerza y empuje. Mientras que Gregorio Benito hizo historia durante trece campañas gracias a su rapidez, elasticidad, dureza, gran juego de cabeza y notable anticipación. Con los dos en la defensa se lograron muchísimos éxitos entre los que destacan cinco Ligas y tres Copas.
En la década de los 80 con el nacimiento de la ‘Quinta del Buitre’ uno de sus miembros fue un destacado zaguero que se mantuvo en el club blanco un total de 18 temporadas, Manolo Sanchís. Tanto con Molowny como con Beenhakker se convirtió en un baluarte defensivo gracias a su brillante lectura del juego, sobriedad, agilidad y rapidez en el corte. En esos años no encontró una pareja estable y con él compartieron zaga Maceda, un jugador espigado pero muy fino y estiloso con el cuero en los pies, Gallego (un medio reconvertido a líbero con gran decisión a la hora de ir al corte, fantástico toque de balón y refinado en sus salidas desde la zaga) y finalmente Tendillo, central llegado del Valencia y que poseía mucha calidad, sentido táctico y frialdad en su juego.
El último gran dueto defensivo merengue en el siglo XX continuó con Sanchís en la defensa y Fernando Hierro como socio. El malagueño, que en sus primeros tiempos como blanco fue un fenomenal centrocampista con mucho go,l con los años se retrasó a la defensa para ser considerado de los mejores del mundo en su puesto. Fuerte, poderoso en los balones aéreos, con buena colocación y extraordinario sacando limpia la pelota desde atrás, lideró a la zaga en un año inolvidable para los madridistas, 1998. La Séptima obtenida en Ámsterdam frente a la Juventus con una actuación fantástica de los centrales fue el colofón para otra pareja que está en el Olimpo de los aficionados.
Cuatro años después y tras la Octava, lograda con una formación de tres zagueros que incluía a Helguera como libre e Iván Campo y Karanka como marcadores, se asentó en el equipo el eje con Hierro y Helguera. El cántabro al igual que su compañero también empezó su carrera como centrocampista, pero con Del Bosque se incrustó en la zona central de la zaga. Futbolista eficaz, bueno al cruce, magnífico en el juego de cabeza y que siempre buscaba una nítida salida del esférico, vistió la zamarra blanca hasta el año 2007 y junto a Hierro consiguió la célebre Novena en el Hampden Park de Glasgow.
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