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El cielo de Lucas Vázquez

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Creo que no hubo un jugador más feliz y a la vez más triste que Lucas Vázquez el día de la Duodécima. Igual fue mi impresión, pero detrás de su alegría había cierto tinte melancólico, de morriña, de fina lluvia en Curtis por no haber podido disputar la Champions en el campo.

Ser suplente en el banquillo es duro, pero siempre te queda la oportunidad de saltar al campo, girar el balón sobre un dedo y golpearte el escudo con rabia ganadora. Es como estar en el purgatorio esperando que alguien rece por ti y te mande al cielo. Mi mujer me ha contado en alguna ocasión que a ella, en el colegio, las monjas le decían que por cada Avemaría que rezase sacaba un alma del Purgatorio y la mandaba al Cielo. La pobre se pasó varios años salvando almas y más almas. Acabó agotada. Y total para qué, para que luego venga el Papa Benedicto XVI, declare desierto el purgatorio y encima de no dar la cara, renuncie al papado, y deje a mi mujer con dos palmos de narices. Estaba la pobre en el sofá, corrigiendo exámenes de ganapanes de la ESO, cuando va el Papa y nos suelta por televisión que el purgatorio no existe. Así, de sopetón. Si al menos hubiese tenido la decencia de venir a casa para disculparse en persona…

¿Y ahora qué hacemos con todas las almas que mi mujer salvó a fuerza de Avemarías? ¿Qué hacemos con esas cientos (o miles, que cuando mi mujer se pone a salvar pecadores no tiene rival) de almas recuperadas para el cielo?

A Lucas, Zidane no lo mandó al purgatorio, lo mandó al infierno, a la grada. De ahí ni rezando hubiese podido salir a jugar. Y no lo hizo un día cualquiera, no, lo hizo en la final de la Champions. Este hombre no tiene corazón. Cuando me enteré de que no estaba ni convocado, y sabiendo que mi mujer no soporta estas injusticias, se lo comenté buscando consuelo y, por qué no decirlo, cierta complicidad en el cabreo.

-¿A ti te parece bien este sindiós?

-¿Qué sindiós?

-Lo de Lucas.

-¿Quién es Lucas?

-Lucas, Lucas Vázquez, el jugador del Madrid.

-¿Qué le pasa?

-Nada, que Zidane lo ha mandado a la grada, ni lo ha convocado.

-¿Y?

-¡Cómo qué y! Yo creo que merece ser titular.

-¿Titular? ¿Pero no es Zidane el entrenador?

-Sí.

-Pues Zidane decide. Punto. Si quiere ser titular que se venga a Osasuna.

Y ya está. Fin del debate. Mi mujer a veces condensa en una frase el purgatorio entero. Ser suplente es difícil en cualquier equipo, pero en el Madrid todavía lo es más. Algunos no lo soportan y salen por la puerta de atrás, refunfuñando, ensuciando una carrera. Otros, hasta llegar a ese banquillo, han sido Dios y, de repente, se encuentran en el infierno tiritando de frío. Y no todos lo aguantan, no todos lo digieren como Lucas Vázquez, un suplente y un jugador ejemplar. Ni una mala palabra, ni un mal gesto. Nada. Hay canteranos que saben cuál es su puesto, y que a la vez luchan con todas sus fuerzas para abandonarlo, luchan por ser titulares, por salir del purgatorio y tocar el cielo. Y lo hacen en el entrenamiento, en el campo y, si toca, en el banquillo. Son puro Real Madrid y con su comportamiento dignifican ese escudo y esa camiseta. El día de la Duodécima pensé que nadie se la merecía más que Lucas Vázquez. Y recé, recé un Avemaría porque en la siguiente Copa de Europa saliese del purgatorio y entrase directamente en el cielo.

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