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Así gana el Madrid

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Yo quería que el protagonista del partido fuese Coentrao. Las mechas de siempre y no esa ceniza del último partido que le vimos. Por momentos esa banda suya fue la banda del Madrid, con permiso de la de Danilo. Estas cosas fantásticas que estoy diciendo son obra de Zidane. Zidane es autor original. Sale de visitante sin BBC y sin KMC y hasta sin K-Billy y el supersonido de los 70. Ese equipo eran los Reservoir Dogs yendo a desayunar mientras George Baker canta Little Green Bag.

Luego en la cafetería uno de ellos explicaba de qué iba Like a Virgin, de Madonna, que es más o menos de lo que va cada partido del Madrid para sus odiadores mientras Zidane sonríe como Marlon Brando en Julio César después de incendiar Roma. Parecía el Molinón una playa donde volaban las cometas que eran los pases horizontales y curvos de Isco y James. El Madrid se sostenía en los flancos y bombardeaba el área. Morata y Lucas cabeceando, cocinándose a fuego lento el gol que sin embargo marcó el Sporting por medio de Duje Cop (se pronuncia Duye Chop, como un polo de Frigo) en una especie de mini contra de las que naturalmente se pueden hacer y padecer sin necesidad de empezar a flagelarse.

Algunos a mi lado parecían muy fuertes repudiando esquemas a posteriori, pero yo más bien los veía como a aquel monje débil que se torturaba en soledad en El nombre de la rosa. A partir de entonces ya no le dio tiempo a Coentrao a ser el protagonista del partido porque Isco se llevó todos los focos como a todos los defensas en el minuto dieciséis, cuando en cada recorte se podía ver un nuevo horizonte en diapositivas. Isco se iba a la derecha y luego a la izquierda en un jardincito de terreno en el que pudimos ver La Alhambra de Granada, el Monasterio de El Escorial y hasta el Taj Mahal entrando por toda la escuadra con todo su amor a cuestas.

Sporting Isco

Por entonces ya Fernández Borbalán era el jugador más importante de los locales gracias a un córner birlado al Madrid (y encima a Coentrao), un aviso a Nacho por falta inexistente y un penalti a Ramos no señalado. Yo no había visto tal prodigio sportinguista desde Luis Enrique. El acelerón típico de Kova es como cuando oyes una canción que te gusta y subes el volumen y ves los bloquecitos de la pantalla del aparato aparecer in crescendo. Esos cambios de ritmo de Kova podrían ser el Ceremony de los Joy Division, pero que cada uno ponga ahí su favorita.

En el rival Fdez. Borbalán seguía maravillando. Y el público cantaba lo de “así, así, así gana el Madrid”. Cuánta confusión. Sergio Álvarez librándose de la tarjeta amarilla tras derribar a Asensio era futurismo. Asensio parece un novillero figura que empieza a correr y puede transformarse en cualquiera, en Benzema, en Julio Iglesias y hasta en Silver Surfer. No pudimos ver la repetición del eslalon albertotombístico de Kova pero en cambio sí el codo nocturno de Nacho en cámara superlenta.

En el minuto cincuenta iba por delante otra vez el Sporting, (cosas qué pasan, nada más) y en el cincuenta y séis Coentrao se marchó como un italiano emigrante a Nueva York a principios del siglo XX. En la isla de Ellis es donde vive Coentrao en su elegante cuarentena. Dos minutos después Danilo sacó la pelota de entre los árboles como Sergio García en aquel PGA del noventa y nueve. Allí en el green estaba Morata, que embocó como para birdie, aunque en realidad era para par. Lillo entonces era un púgil callejero de aquellos barrios difíciles de una América naciente, y Fdez. Borbalán apostaba por él como poniéndole dólares en el tanga.

Asediaba el Madrid cuando Zizú tuvo otro gesto de autor. Un trazo incomprendido: Mariano por Lucas. Eso tiene que ser New Age, Pop Art, no sé. Está Zidane y está Isco, genio malagueño como Picasso, hoy individualista y pintón y descubridor de nuevos mundos desde el centro del campo hasta su regate sobrante que no importa, mejor que sobre pero no como Amorebieta. Amorebieta cuando sobra es que sobra de verdad, dice la copla. Faltaba otro penalti por mano en el área no pitado por Fernández Borbalán (que sin embargo significó la amarilla para Morata) y otro gesto revolucionario de Zidane Basquiat metiendo a Casemiro por Kova en el minuto ochenta y ocho y con empate en el marcador. Viva el grafiti.

Luego Zizú sonreía, ya lo he dicho al principio, como si hubiera incendiado los ánimos de Roma. ¿Y si sacó a Kova para liberar la presión de su zona, retrasándola a la de Casemiro (no aquí un defensor de leyenda sino un mero peón) y con ello abrir el espacio de Isco? Porque lo que hasta ese momento había sido el terreno del croata y del malagueño ahora estaba vacío para asombro de un rival doblemente alucinado (por la cercanía de un empate ansiado y unos cambios mareantes del contrario) que perdió de vista al de Benalmádena escondido en su bosque de Gijón como la bruja de Blair, que dejó helado El Molinón de un susto con golazo en el noventa, una cosa exacta, impulsiva y enardecedora, para mostrarles a todos cómo gana el Madrid, que no es precisamente “así, así…” sino simplemente así.

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