No conviene enterrar a quien alberga esfuerzo, humildad y a Dios en el corazón. Sin embargo, sepultureros varios -que incluyen piperos, tribuneros e incluso algún camarada galernauta– se afanan en depositar la palada de tierra definitiva en la tumba del único tico que sabe volar.
Quizás no han sido capaces de distinguir las psicofonías propias del Palacio de Linares que emanan de un tiempo a esta parte de ese tablero paranormal en papel llamado Ouija Today. La operación acoso y derribo a Don Keylor Antonio Navas Gamboa ha sido iniciada. Los buitres revolotean en círculos sobre un desierto por el que también camina Francisco Alarcón que, por cierto, si se hubiera llamado Isquinho ya estaría fichando por el Atlético Paranaense.
Sin embargo, al contrario que el malagueño, especialmente locuaz y plañidero estos días, Keylor sufre la hemorroide mediática en silencio y sin necesidad de Hemoal. Tampoco dijo esta boca es mía en el sainete del fax averiado y el avión privado presto a despegar rumbo a Manchester. No dijo nada entonces ni dijo nada tampoco cuando El Santo se convirtió en apóstata para buena parte del madridismo y en Uva de Oro en cada saque de esquina.
Es cierto que después de una lesión complicada su rendimiento ha descendido respecto de la temporada pasada. No obstante, mola más poner “desplome” en un titular. Dónde va a parar. No lo duden, “hecatombe” está a punto de caer en los encabezados de nuestra ínclita prensa deportiva.
Es cierto que graves errores de colocación del tico han costado disgustos en Sevilla y habrá que ver si también en San Paolo. Pero poco se dice del partido que Keylor salvó en Pamplona ante el Osasuna más escuálido que se recuerda en el Reino de Navarra. Y fue hace dos días.
Afirma Don Quillo Barrios, en este duelo que a florete libramos -florete empieza por Floren- que el Madrid no es ninguna ONG y estoy de acuerdo. Pero no creo que se trate de una cuestión solidaria, ni tampoco una reivindicación justiciera para con Kiko Casilla, sino más bien un vano intento de prejubilación forzosa para la reconversión industrial de la portería del Bernabéu. Ya saben. Hay que poner a David bajo los palos y a Edurne bajo los focos.
En bien Courtois y en vino echar, que si no a ver cómo vendemos los panfletos.
Keylor es un hombre de fe que todavía espera su éxtasis blanco, un arrobamiento que le permita levitar sobre críticos interesados, culés encubiertos y madridistas confundidos.
Keylor detendrá el penal decisivo en el Olímpico de Múnich, en el Stadio delle Alpi, o en el Millenium Stadium de Cardiff.
Y lo hará porque es el portero de Cristo.
Con humildad y con mucho empeño,
él sabía que iba a realizar sus sueños.
Su característica principal
es que pone a Dios en primer lugar.
Antes de que suene el pitazo inicial,
dobla sus rodillas y comienza a orar,
nadie lo detiene, porque sabe lo que tiene.
Jesucristo lo sostiene y en la cima lo mantiene.
Indiscutiblemente es un campeón,
referente de toda una nación;
indiscutiblemente es el mejor guardameta del fútbol español
No me digan ahora que es Ter Stegen.
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