“La verdad es hija del tiempo”. Aulio Gelio, abogado romano, siglo II
Fuimos tres locos, cuatro a lo sumo. Muy pocos, en cualquier caso, los periodistas que, en plena orgía triunfal del Barcelona de Guardiola, nos atrevimos a desmarcarnos de la oleada de excitación que provocaba el trabajo que supuestamente se estaba haciendo en La Masía (y que, obviamente, tampoco voy a criticar). Apuntábamos, o al menos sugeríamos, la posibilidad de que esa explosión de talento que había surgido en la cantera blaugrana era tan diferencial, tan brillante, tan exuberante, que no podría ser otra cosa que fruto del azar y la circunstancia, una especie de Bonoloto futbolística que le había tocado al Barcelona acertando todos los números y el complementario. En las radios sonaba a todas horas una canción llamada “Cantera contra cartera”, y a uno le parecía una música facilona y la letra un tanto falsa y ventajista. Destinada al cajón de los hits del verano en un sótano polvoriento. Pero estaba de moda entonces y, ya saben, ir contra las modas le deja a uno en riesgo de exclusión social. Aún así, sosteníamos que Messi, Xavi, Puyol, Iniesta, Busquets o Víctor Valdés, todos jugadores TOP en sus posiciones, no nacen todos los días, al igual que no siempre hemos tenido este equipo de baloncesto que tenemos ahora en España o, mirándolo desde el ángulo inverso, esta inigualable generación de políticos. Son cosas que pasan cada muchos años. A veces, ni siquiera pasan.
Se nos vendió con insistencia y, por qué no decirlo, inquina y beligerancia, desde Barcelona y también desde Madrid, que la irrupción de estos enormes futbolistas de La Masía se debía a un trabajo concienzudo desde el fútbol base del Barcelona, como si pudieras hacer un Messi igual que haces un muffin de arándanos. Por supuesto, y en contraposición, se atizó al Madrid, para variar, siempre comprando por ahí fuera y relegando al exilio a potenciales Balones de Oro como Jurado, Borja Valero, Mata, Negredo, Parejo, Mejía, José Rodríguez, Javi García… casi podía uno imaginar a los chavales tirados por los pasillos de ese cuchitril insalubre llamado Valdebebas, dejados de la mano de Dios, fumando, ingiriendo camiones de bolsas de patatas fritas, Coca-Cola siempre en mano y si puede ser con un chorrito de algo, escondiendo chicas en los armarios, jugando todo el día a videojuegos y encadenados al radiador (quien lo tuviera en su celda) para pasar las frías noches de invierno antes de salir al campo de concentración a tocar un poco el balón y recibir unos buenos y educativos latigazos. No es que salieran del Madrid después: prácticamente eran ellos los que escapaban, vivos de milagro.
El caso es que los Messi, Xavi, Puyol, Iniesta, Busquets o Víctor Valdés no nacen cada día, como advertíamos en 2009. De hecho, venían a suceder a fichajes de diversa índole como Rochemback, Christanval, Reiziger, Bogarde, Vitor Baia, Quaresma, Giovanni, los hermanos De Boer, Ronaldinho, Deco, Eto’o (este sí, gazapo estratégico del Madrid) y un larguísimo e histórico etcétera fichajil al que siempre recurrió el Barcelona. Y hoy, evidentemente, la situación es parecida. El equipo culé, que no encuentra un asidero en la cantera donde agarrarse para prolongar sus éxitos, se ve obligado a volver a tirar de cartera (poco abultada, pero cartera al fin y al cabo). Mientras Nolito (grave error azulgrana), Thiago Alcántara (error aún peor), Sandro, Tello, Montoya, Bojan, Pedro, Bartra o Deulofeu se buscan la vida, llegaron los Neymar, Suárez, Rakitic, Bravo, Ter Stegen, André Gomes, Umtiti, Douglas, Mathieu… curiosamente, aquel tema de “Cantera contra cartera” ha dejado de estar de moda y, sepultado en el olvido, no lo entonan ni los más nostálgicos del lugar. Está en el mismo limbo en el que descansará en unos años (y de paso, todos nosotros) el reggaetón.
En el Madrid, por increíble que pueda resultar, hubo chavales que sobrevivieron a ese dantesco infierno al que llaman Valdebebas, esos siete círculos de dolor, sufrimiento y pena. Algunos de ellos tuvieron que salir al mundo a demostrar que servían para el primer equipo antes de regresar, en una política otrora criticada al Madrid, ahora imitada. De la Red fue el primero en volver al primer equipo tras una mili de un año en Getafe. Arbeloa y Granero siguieron sus pasos al año siguiente tras sus periplos en Coruña/Liverpool y también Getafe. Después regresaron por caminos parecidos Carvajal, Diego López, Callejón, Lucas Vázquez, Cheryshev, Kiko Casilla o, en último lugar, Morata. Subieron jugadores como Casemiro (¿recuerdan los palos a su contratación y a su debut en el Castilla?), Nacho y Jesé. Ahora intentan seguir sus pasos Marcos Llorente o Borja Mayoral, entre otros muchos desperdigados por el mundo, en el marco de una estrategia que nadie cuestiona ya, pero que tampoco es demasiado alabada. No vayan a acusar a nadie de plegarse al Florentinismo. Ya saben, el periodismo objetivo es únicamente el que atiza al mejor presidente, con sus errores, que ha tenido el Real Madrid tras Santiago Bernabéu.
La realidad dicta, siempre ha dictado, que cuando te sale un Carvajal, como ocurrió con Raúl, Guti o Casillas en su momento, el futbolista llega solo al primer equipo. No necesita de políticas de protección de cantera (aunque las hay), formadores con tacto y ojo de halcón (que los hay) ni campañas mediáticas interesadas (que las hay, y en cantidades industriales). Cae en el Bernabéu por su propio peso como cayeron Messi o Iniesta en el Camp Nou o como cae un piano de cola lanzado desde un noveno piso. Sin embargo, al Madrid se le exigían canteranos sobre el césped. A Florentino y, especialmente, a Mourinho, se les pedía que pusieran a los chavales de Valdebebas sobre el terreno de juego, aunque les costara la titularidad a futbolistas mejores y más competitivos que ellos. Quizá lo que querían era verles perder. Ay, pillines.
Ahora que el tiempo ha demostrado que aquellos cuatro locos teníamos razón, que la genética es caprichosa y lo mismo te tira un Puyol y un Xavi al campo que te saca a un Bojan y un Bartra que no dan nivel primer equipo, lo de “Cantera contra cartera”, como decíamos, ya no se escucha. Ahora se cantan cosas como ésta, de Santiago Segurola, que publica en uno de los tres diarios barcelonistas que podemos encontrar en el kiosko: “Un sector considera que la magnitud del club (Real Madrid) es de tal calibre que no debería ocuparse de minucias como la formación de jugadores”. La afirmación no puede ser más tendenciosa. Nadie en el club blanco, ni entre su afición, ha considerado eso jamás. Más bien defienden, siempre lo han hecho, que los canteranos no deben jugar a cualquier precio, sino únicamente si dan el nivel para pertenecer al primer equipo, donde deben estar siempre los mejores peloteros del mundo. Es y siempre ha sido así, tanto en el Real Madrid como en el Barcelona. Esta sí que es una canción que nunca pasa de moda, como aquella de Queen que reza: “We are the Champions, my friend”.
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