Las reminiscencias estivales de los JJOO me inspiran para concentrar mi atención en uno de los ocupantes de la Villa Olímpica. Levántense de sus asientos, pónganse solemnes, alcen su voz, que ésta reverbere.., y pronuncien: Andrés Nocioni.
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Nocioni es el deportista olímpico que enardece a todo madridista de bien. En Río de Janeiro ha vuelto a acudir a la enésima llamada de su país para que forme con Ginobili, Scola o Delfino una selección simbólica, inmarcesible, que no se extingue y que a diferencia de la albiceleste de Di María nunca decepciona a sus compatriotas. Quizá porque el espíritu de Nocioni es desbordante y contagia a todo el que le rodea.
Los años no computan ni lastran a Chapu. Para verificar ese pacto de no agresión que el argentino ha suscrito con el paso del tiempo basta aducir su competitividad y su garra como dos factores que lejos de declinar, se relanzan aún más cada temporada. Son dos virtudes que encajan con exactitud en el estereotipo de jugador madridista venerado por la grada. El madridismo le exime de no ser el más plástico, ni el más más fuerte ni el más rápido. En cambio, se jacta de contar con un jugador tan inteligente que sabe en qué partidos debe mirar más al aro o menos y por supuesto, que es capaz de estar a la altura en los días en los que el margen de error no existe. En los que cualquier otro optaría por esconderse debajo de un caparazón hermético.
Cuando firmó por el Madrid algún medio, ignaro y pendenciero, con gusto por desencadenar riñas entre los madridistas, osó definir el fichaje como si fuera de una persona en estado de senectud, en su ocaso. Se tomaron la licencia de marcar el crepúsculo de un jugador que, ajeno a la maledicencia, halló su rol antes de empezar a entrenar: “El estilo seguirá porque es lo que nos gusta hacer. Le hemos puesto un punto más de rusticidad. Soy bastante rústico pero me puedo adaptar a hacer un juego bonito. Será bueno empezar a jugar al baloncesto a mis 35 años”
Esa rusticidad. Ese instinto para dejarle un recado al rival más entonado, para colocar tapones a mansalva o para arrastrar las rodillas por el suelo para recuperar una posesión son aspectos inherentes a su juego. Así lo era con 19 años. Esas características se mantienen intactas a sus 36.
Con 19 años para 20 Nocioni es ojeado por el Baskonia. El que escribe, como así se puede colegir de su credencial galernista, cursó sus estudios y tuvo sus primeras vivencias deportivas en Vitoria. De hecho, a finales de 1999 compartía pupitre con una promesa del Baskonia de entonces que se llamaba Aritz. La llegada de Nocioni supuso un vuelco en los entrenamientos de mi querido colega académico. Chapu era la vehemencia personificada en el juego. Se comía el aro literalmente. Entraba a canasta de forma furibunda y arrastraba a cualquier defensor. Aritz, compungido, me confesó lo que el recién llegado les transmitía: “Debéis jugar más fuerte. Mucho más fuerte”. Aritz abandonaría la práctica del baloncesto pese a ser una promesa en ciernes dos meses después, quizá porque en los entrenamientos ya no había suavidad. Se recibían golpes por doquier.
El 6 de febrero de 2000. Andrés Nocioni debuta en la ACB. Se había dilatado ese momento debido a que el pasaporte italiano del argentino había tardado en llegar. Aquel día el Baskonia se mide en Málaga al Unicaja que entrenaba el maestro Boza Maljkovic. Pese a ser un novel de 20 años, Nocioni habita la cancha a falta de 10 segundos para que finalice el encuentro. El resultado es de 75-72. Hace falta un triple. Chapu en sus inicios era ante todo una fuerza sobrenatural, capaz de saltar más que nadie y de hacer un mate por encima de quien se pusiese por delante. En cambio, el lanzamiento no era su fortaleza principal. Incluso los tiros libres se le resistían. Sin embargo, lejos de encogerse y de doblar el balón a otro compañero decide levantarse desde el exterior. El tiro va muy fuerte. Pero recibe la recompensa a su arrojo, el balón golpea bruscamente el tablero y cae dentro. Su determinación hace que el partido se iguale. Finalmente con un tiro desesperado desde mediocampo del base belga Jaumin el encuentro se desnivela, 78-75. Lo noticioso es que un argentino de 20 años insufrible para los jóvenes de la cantera baskonista no se cortaba ni un poco. Eso era desparpajo elevado a la máxima potencia.
Antes de su debut. En noviembre de 1999 Nocioni había participado en el concurso de mates del All-Star celebrado en Manresa, donde sorprendió a propios y extraños practicando mates mientras en el aire se trataba de quitar la camiseta. Sus muelles y su espectacularidad quedaban contrastados. En el verano de 1999, con su selección, Nocioni envió un aviso a los futuros dominadores de la NBA. Se disputaba el Preolímpico de Puerto Rico y se les presentó con un mate en la cara a dos de los pivots más rutilantes: Tim Duncan y Kevin Garnett.
Nocioni era pundonor, agresividad, fuerza, expresividad corporal. No le intimidaba nadie ni de su equipo ni del resto. Para que continuara progresando, fue cedido al Manresa a la siguiente temporada de su debut.
Al poco tiempo el Baskonia lo repesca. En diciembre de 2001 mi amigo José Ángel opta por ofrecerme una entrada para acudir al Fernando Buesa. El equipo local se mide al Casademont Girona. Entre los gerundenses actúan jugadores veteranos como Tomás Jofresa, Adam Keefe, Pere Capdevila, Xavi Fernández y Pablo Laso.
Laso aporta al partido su lucidez y su visión de juego. En el minuto 10 se aprovecha de un error de Nocioni para arrebatarle el balón, se dirige al aro a dejar una bandeja cómoda sin oposición, típica de contrataque. Empero, Nocioni no lo consiente. Pese a su notoria desventaja persigue a Laso aunque sus opciones de alcanzarlo son mínimas. Pablo no se fía. Ralentiza curiosamente el ritmo como si temiera un tapón por detrás del argentino. Nocioni llega y causa el estupor en el entrenador del Girona Trifón Poch. Sin embargo, la maniobra de Pablo era medida. Nocioni salta de forma estratosférica para enmendar su error y para evitar la bandeja de Laso. Huele a tapón de los que duelen. En cambio, el actual entrenador del Madrid, ya conocía a Nocioni muy bien y deja una bandeja alta, pero muy alta, de las que casi pegan en el techo del pabellón y luego bajan con nieve. Todos los presentes nos quedamos boquiabiertos. Canasta.
El argentino le otorgó poca relevancia a esa jugada. En lo sucesivo se erige en el jugador del partido. En apenas 14 meses ha evolucionado en su juego. Anota con fluidez desde cualquier posición y sus pares no consiguen sumar y se empequeñecen ante su dureza defensiva. El argentino acaba aquel partido con 19 puntos, 10 rebotes y 9 faltas recibidas. Su equipo derrota al Girona por 98-74. Laso finaliza el encuentro resignado ante el poderío de Nocioni. Él evitó su tapón y acumuló 6 puntos y 5 asistencias.
Sea como fuere la ejecución estética de esa acción fue para mí el preludio de lo que vendría luego. Laso tuvo un momento de magia, de detener el tiempo, de lanzar el balón hacia lo alto para que el vuelo apabullante de Nocioni fuera en balde, para que no capturara el esférico.
Laso era consciente de que su perspicacia era única. Otro jugador no sería capaz de encontrar esa medida, de anotar cambiando tanto la trayectoria del tiro. Laso sabía que Nocioni sería hegemónico en la ACB lo que le llevaría a tener un lugar privilegiado en los Chicago Bulls. Lo que seguro no podía imaginar es que Chapu pudiera contribuir a un equipo de leyenda entrenado por el vitoriano que encandila por su baloncesto y socava cualquier crítica con sus resultados.
En la rueda de prensa de la conquista de la Euroliga en Madrid, Lasó equiparó el tamaño del Pabellón con las proporciones del corazón de Nocioni. Laso reconoce que como jugador tuvo que sufrir a quien ahora es uno de sus brazos armados. Uno de los líderes del vestuario. Una voz autorizada que dedica mucho tiempo a cuidar de Doncic. Ya no salta tanto, pero poco importa. Vino a un equipo que jugaba de la forma más seductora posible pero que le faltaba explotarlo del todo en forma de títulos. Hasta Jesús Bengoechea pensaba que debía perderse esas lecciones magistrales de baloncesto por superstición. Nocioni ha recuperado para la causa a Jesús. Con Nocioni ha sido posible. El argentino no cree en ungüentos…
Levántense de sus asientos, pónganse solemnes, alcen su voz, que ésta reverbere.., y pronuncien: Andrés Nocioni. Juega en el Madrid. Yo lo vi volar. Ahora veo volar al Madrid entero.
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