Recuerdo los fichajes de Luka Modric y Gareth Bale. Más que los fichajes en sí, lo que se me viene a la mente es el largo verano que pasaron ambos luchando por cumplir su sueño de vestir la camiseta del Real Madrid. Entrenamientos en solitario, rebeldía, declaraciones tajantes sobre sus intenciones de futuro y guiños constantes al club blanco. Semanas tensas que acabaron con ambos en el palco del Santiago Bernabéu siendo presentados con una sonrisa de oreja a oreja que anunciaba sincera felicidad.
Son el tipo de futbolistas que uno quiere en el Real Madrid. Futbolistas que se la jugaron por la entidad merengue, que tuvieron claro desde el principio que sólo había una mujer a la que mirar, una sonrisa que conquistar. Una y no más. Teléfonos apagados y representantes con la lección aprendida: “Habla única y exclusivamente con el Real Madrid. El resto no existe”.
Traigo esto a colación porque Paul Pogba firma por el Manchester United, un gran equipo que no jugará la Champions League esta temporada. Zinedine Zidane siempre ha piropeado al nuevo ‘Red Devil’, como abriéndole la puerta del Santiago Bernabéu para que entrase dispuesto a triunfar. El internacional francés jugó al despiste, a los mensajes enigmáticos en redes sociales. Y Mino Raiola, su representante, se encargó de enredar con todo y con todos para sacar la mayor tajada posible. Es su trabajo al fin y al cabo. Pero no lo hubiera hecho si Pogba le llama una mañana y le ordena -para eso el jugador es el jefe del agente- que sólo negocie con el Real Madrid.
Tras semanas de informaciones contradictorias y cifras pornográficas, Pogba fichó por el Manchester United. Ahí se encontrará con José Mourinho y un proyecto llamado a escapar de las cenizas en las que vive incrustado el club de Old Trafford. Disputará la Europa League y se pegará con Manchester City, Chelsea, Arsenal y Liverpool, entre otros, por la azotea de la Premier. Y cobrará mucho, muchísimo dinero. Cobrará mucho Pogba y cobrará mucho Mino Raiola, que se ha debido de llevar una comisión escandalosa por el traspaso.
En el otro lado del cuadro aparece un Real Madrid tranquilo. Florentino Pérez no puso sobre la mesa de Pogba todo el dinero del mundo, pero sí dos Copas de Europa en tres años, un ilusionante proyecto con Zidane a la cabeza, una plantilla muy potente, posibilidad real de ganar títulos y el hecho de no descansar martes y miércoles, días reservados para los que de verdad quieren hacer historia.
Pogba prefirió el dinero a la gloria. No le culpo ni le critico. Fue su elección. Suya, de nadie más. No de su agente, no de su familia, no de sus amigos. Suya. Es mayor de edad y él y nadie más que él manda sobre su futuro. Escogió Old Trafford. La Europa League. Un proyecto recién nacido con rumbo desconocido. Rechazó al campeón de Europa, al club que cambia la carrera de cualquier jugador, a la única entidad que te puede encumbrar hasta convertirte en leyenda. Los ceros antes que la ambición. Que le vaya bien y triunfe donde antes no pudo hacerlo. Mi conclusión es que, sencillamente, no merecía vestir la blanca.
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