James ha protagonizado la paradoja de decepcionar a mucha gente durante los dos últimos años por motivos completamente opuestos. Decepcionó el primer año a muchos antimadridistas e incluso a bastantes madridistas que vieron en él la diana perfecta para disparar a quien le fichó. Ya saben: aquello de las autopistas y la venta de camisetas. Digo que decepcionó porque James Rodríguez se mostró como un futbolista espectacular capaz de hacerse imprescindible en las alineaciones del Madrid durante su primera temporada. Muy pronto su nivel fue tapando la boca de aquellos que sólo veían al colombiano como el último capricho de Florentino.
La decepción del segundo año ha llegado porque, una vez alcanzado un consenso sobre su indudable calidad, no ha estado a la altura de las expectativas que gran parte del madridismo tiene en él. Su llegada tardía al equipo, tras la disputa de la Copa América no ayudó a facilitarle la adaptación con un Rafa Benítez que nunca pareció entenderle. Tampoco fue oportuna la lesión que sufrió al principio de la temporada, justo después de marcarle dos golazos al Betis en lo que parecía ser su despegue.
La llegada de Zidane pareció abrir un nuevo panorama para el colombiano, quien dispuso al principio de oportunidades que evidenciaron que su condición físico-mental no era la que demandaba un equipo que aspiraba a conquistar España y Europa. Su increíble talento no siempre conseguía disimular que James no era el del año pasado. La entrada en un círculo vicioso parecía inevitable: James no ha participado de inicio en los partidos más relevantes, y cuando Zidane le ha dado entrada, su ansiedad por tratar de demostrar en poco tiempo muchas cosas no le ha ayudado a ser realmente útil. Jugadores de menos nivel, como Isco o Lucas, sí han sabido interpretar y adaptarse a las especiales necesidades que ha requerido el Real Madrid en este final de temporada. Por eso ellos sí actuaron en Milán, porque se han convertido en jugadores fiables para Zizou.
Las últimas declaraciones de James han despertado, por parte de bastantes aficionados, críticas que en mi opinión obedecen más al pobre nivel mostrado a lo largo del año que a lo que realmente ha dicho. Que James exprese su lealtad y felicidad con su selección no debería ir en perjuicio de su compromiso con el club al que pertenece. Es decir, yo puedo decir que me gustan mucho los Beatles y ello no debería significar necesariamente que no me gusten los Rolling. Por razones que imagino, se está poniendo mucho acento en su afirmación de que “en el fútbol todo puede cambiar” y poca atención en que manifiesta de forma inequívoca que su deseo siempre ha sido estar en el Madrid. Unas declaraciones que me parecen normales están siendo interpretadas y juzgadas en el contexto de su floja temporada para ponerle en el disparadero.
Les seré sincero: no tengo una opinión completamente formada sobre si sería deseable o no la continuidad de James. Aparentemente el colombiano podría tener un gran mercado de venta, ya que es imposible ignorar la gran trayectoria profesional que ha tenido exceptuando este último año. Incluso en esta misma temporada, los fríos número de James arrojan cifras que firmarían la mayoría de centrocampistas del mundo: James produce goles y asistencias casi sin querer, es puro talento.
Más allá del evidente impacto que en marketing tiene su presencia en el Madrid, pocos dudan de que si James cambia de equipo, hará una gran temporada. Por otro lado, su actitud durante este año no ha parecido ser digna de jugar en el Real Madrid. Probablemente no ha sido un buen ejemplo, pero otros tampoco lo fueron en el pasado y supieron aprovechar una segunda oportunidad. La pregunta entonces es: ¿Sabría aprovechar una segunda oportunidad James Rodríguez?
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