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El Villarato

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El término Villarato fue la magnífica manera en la que Alfredo Relaño acuñó el modo de proceder de Ángel María Villar en relación con los dos clubes más grandes de España: el Real Madrid y el Barcelona. De hecho, mucho de lo que leerán a continuación tiene como fuente lo escrito por el propio Relaño cuando, en mi opinión, era uno de los mejores periodistas deportivos de este país. Este artículo corre el peligro de ser mal interpretado por mucha gente. Mi intención es hacer un acercamiento lo más objetivo posible a lo que ha supuesto y sigue suponiendo el Villarato sin desmerecer los méritos y deméritos contraídos por cada club en los últimos años.

Todo tiene su origen en las elecciones a la presidencia de la Federación Española de Fútbol de 2004. Hasta entonces, quien les escribe ya tenía una estimable trayectoria de visionado de fútbol. El ser humano tiende a seleccionar de manera interesada sus recuerdos. Por ello, en la mente de un servidor estaban fijados de manera más firme los terribles errores arbitrales de las ligas de Tenerife que otros lances en los que el beneficiado había sido el Real Madrid. Sin embargo, seguramente que un balance lo más objetivo posible arrojaría un saldo neutro o incluso favorable al Real Madrid, dada su condición de equipo grande y, por lo tanto, más favorecido.

Antes de 2004 el Barcelona ya era un equipo con un buen trato por parte de la Federación. El club catalán ya había resultado beneficiario de un indulto que le libraba de la imposibilidad de disputar la Copa del Rey por incomparecencia en las semifinales el año anterior y había evadido la sanción que le condenaba al cierre del campo por todo lo acontecido el famoso día del cochinillo. Pese a lo escandaloso de ambos casos, poca gente podía denunciar de forma sólida un trato favorable y sostenido en el tiempo por parte de los estamentos del fútbol hasta que llegaron las famosas elecciones citadas. En ese aspecto, el Barcelona era un grande más que resultaba más veces beneficiado que perjudicado. Nada extraño.

Laporta Villar Gaspart

En las comentadas elecciones el voto unitario de los equipo de la Liga -encabezado mediáticamente por Florentino- iba a ir dirigido hacia el disidente Gerardo González, que desafiaba la candidatura continuista de Villar. Joan Gaspart, expresidente del Barcelona, ya era entonces el vicepresidente de la Federación y aconsejó a Laporta cambiar su voto en favor de Villar. Gaspart, que en su día ya había declarado que haría todo lo posible para perjudicar deportivamente al Real Madrid, convenció a Laporta de los beneficios de convertirse en un aliado de Villar. Alfons Godall, vicepresidente de Laporta, reconoció hace un tiempo los enormes réditos que tuvo para el Barcelona esa decisión. La proximidad con esos poderes fácticos facilitó mucho la vida al club culé en palabras del propio Godall que, sin explicitarlo, sí dejó claro que jugar en el mismo equipo que el establishment era una de las cosas de las que podía presumir la directiva de la que él formó parte.

Muy pronto el pernicioso efecto de apoyar al bando perdedor se dejó notar en el Real Madrid. En la reunión anual de árbitros, el máximo dirigente de los mismos -Sánchez Arminio- les hizo saber de lo negativo de la actitud del Real Madrid con respecto al estamento arbitral. Nunca llegó a nombrar al club blanco, pero todo el mundo entendió que sólo se podía estar refiriendo a este. El propio Sánchez Arminio sólo ha condenado públicamente una vez la actitud de un árbitro (¿recuerdan el famoso penalti a Pepe en Elche?). La condena pública fue acompañada de “neverazo”; Paradas Romero abandonó prematuramente su profesión de árbitro y denunció como causa las presiones recibidas por parte de Díaz Vega (entonces él designaba a los árbitros) por no expulsar a Mourinho ante las protestas del portugués al árbitro antes citado; a Daudén Ibáñez le costó la internacionalidad anularle un gol legal al Atlético contra el Real Madrid, y Tristante Oliva dejó el arbitraje de forma anticipada el mismo año del polémico penalti pitado contra el Valencia. Nada de esto sería reseñable si en los casos en los que el beneficiado fue el Barcelona, los colegiados hubieran sufrido agravios comparables. Pero nada más lejos de la realidad. Rodríguez Santiago fue nominado como árbitro de la final de la Copa del Rey sólo un día después de concederle un gol a Messi con la mano en el decisivo partido del Tamudazo, que a punto estuvo de darle la liga al Barcelona; Mejuto también fue “premiado” con el Mundial después de señalar un penalti fuera del área al Barcelona frente al Atlético. Haya o no una relación directa en estos casos, lo cierto es que ante errores flagrantes en favor del Barcelona no recuerdo un solo castigo para el árbitro en cuestión. Esta relación de circunstancias está fenomenalmente descrita en un artículo de Relaño con fecha de cinco de mayo de 2011 (Teoría general del villarato, se titula).

Mi amigo @MaketoLari me ha facilitado los siguientes datos:

En Liga desde 2004 (449 partidos) el Real Madrid ha recibido 1146 tarjetas amarillas por 1266 de sus rivales (diferencia a favor de 120). Por contra, ha recibido 73 tarjetas rojas por 63 a sus rivales (diferencia en contra de 10).

El Barcelona, en el mismo periodo, ha recibido 867 tarjetas amarillas por 1301 de sus rivales (diferencia a favor de 434). En cuanto a tarjetas rojas ha sufrido 45 por 81 de sus rivales (diferencia a favor de 36).

En Copa y Supercopa los datos son aún más flagrantes, ya que el Madrid recibe 191 tarjetas amarillas por 171 de sus rivales (diferencia en contra de 20) y se beneficia de 5 tarjetas rojas por 16 de sus rivales (diferencia negativa de 11).

El Barcelona sufre 165 tarjetas amarillas por 292 de sus rivales (diferencia positiva de 127) y pierde a 5 jugadores por expulsión por 23 de sus rivales (diferencia positiva de 18).

No se confundan. En ningún momento estoy dejando deslizar la idea de maletines en favor de los árbitros con el objetivo de beneficiar al Barcelona. Tampoco hago alusión a presiones ni reuniones secretas en las que hayan impartido dichas consignas. Es algo mucho más humano y natural, si me permiten. Toda persona tiene el legítimo deseo de progresar en su carrera. Para ello la subjetiva opinión de los jefes suele ser muy relevante. Si desde el colectivo arbitral se perciben las diferentes consecuencias que tienen los errores arbitrales según quién sea el beneficiado o perjudicado, es humano que, en un momento de duda real, el conocimiento de tal extremo pueda influir en la salidad de la duda. Hablo de duda real porque hay pocas cosas más complicadas que arbitrar. Muchas veces precisamos de cuatro o cinco repeticiones para llegar a una conclusión sobre una jugada polémica y el del al lado puede pensar legítimamente lo contrario tras el mismo visionado de la jugada. En esos momentos de duda en los que la decisión debe emitirse en un solo segundo, el instinto puede inclinarse hacia la decisión que es políticamente más aceptada. No es prevaricación, puesto que incluso es pre-racional y desde luego no creo que ningún árbitro salga con la determinación de ser parcial, pero cuando llega la duda es difícil evadirse de lo que el entorno considera más admisible.

Este desahogo puede parecer motivado por el escandaloso arbitraje sufrido por el Real Madrid el sábado. En parte es así. Resulta hilarante escuchar como muchos periodistas engloban al Real Madrid como grande cada vez que el Barcelona es favorecido por una decisión arbitral con el único objetivo de individualizar en los culés ese privilegio. Como hemos comprobado en los datos anteriores, un equipo grande como el Madrid que ataca más que lo que defiende tiene un balance desolador en las estadísticas en comparación con su eterno rival. En esta misma temporada el Barcelona ya ha batido el récord de penaltis a favor en una liga y lleva diez goles marcados en fuera de juego. Son indudables los enormes méritos deportivos del Barcelona. Su pléyade de estrellas a menudo le acerca a los triunfos sin necesidad de ayuda externa. Sin embargo, esta temporada no han sido pocos los partidos que el Barcelona ha ganado de forma muy ajustada y sin desarrollar un gran juego. En esa coyuntura es cuando los errores arbitrales, que casi siempre le favorecen, se vuelven decisivos.

Más allá de la importancia material que esos errores pueda tener, hay un factor que resulta incluso más decisivo. Jugar con la sensación de que el saldo arbitral te saldrá favorable aumenta la confianza y seguridad de un equipo que ya es temible y sensacional por sí mismo. Jugar con la sensación contraria puede producir un efecto adverso.

El Real Madrid tiene una enorme responsabilidad en el flojo balance de ligas logradas desde 2004. Tres ligas en ese tiempo es un resultado muy mediocre. Igualmente el Barcelona tiene un enorme mérito en haber logrado tan grandes resultados, pero nadar a favor o contra corriente puede justificar, en parte, las enormes diferencias entre ambos clubes. Haría muy mal el Real Madrid en no atribuirse cierta responsabilidad en todo esto. Hay goles que se empiezan a marcar en los despachos y en los últimos años el Madrid ha jugado muy mal sus cartas en ese sentido. Las nuevas elecciones suponen la oportunidad de que el temido Villarato, por fin, dé sus últimos pasos y el Madrid vuelva a ser influyente en las instituciones.

La entrada El Villarato aparece primero en La Galerna.


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