El equipo de baloncesto se acaba de proclamar campeón de la Copa del Rey. Es la primera vez que un mismo club consigue hacerlo por tercera vez consecutiva desde que la ACB organiza la competición, hace ya más de 30 años. Con 26 títulos aventaja ya en tres al FC Barcelona. Es la decimoquinta final de 19 posibles jugada por el Real Madrid desde que Laso llegara al banquillo, y es la cuarta Copa del Rey que consigue el club con el entrenador vitoriano al mando, el undécimo título en total, cuando afronta su quinta temporada al mando.
Cuando en 2012 el Madrid se apuntó la primera de estas últimas 4 Copas, hacía 19 años que se había logrado la anterior. 19 años en los que además el equipo casi nunca había llegado a la final. Cierto es que ya con Messina como entrenador se había empezado una recuperación en cuanto a la competitividad del grupo, alcanzándose por fin la final en las dos ediciones de Copa anteriores a la llegada de Laso. Competitividad que se había quedado corta ante la superioridad abrumadora del FC Barcelona por entonces. Superioridad que además de verse reflejada en los resultados, había provocado un aire de pesimismo alrededor del equipo que se traducía en la sensación de que los jugadores saltaban a la cancha derrotados de antemano cuando tocaba enfrentarse al eterno rival.
Entre el verano de 2011 y este 2016 que estamos empezando han cambiado muchas cosas en el Real Madrid. Tras muchos años a la deriva desde finales de los 90, coincidiendo con la marcha de Lolo Sáinz, la muerte de Fernando Martín y la marcha a la NBA de Drazen Petrovic -años de travesía del desierto de los que tal vez solo se pueda salvar la etapa de Zeljko Obradovic y Arvydas Sabonis en el equipo (ese último gran servicio al club del desaparecido Mariano Jaquotot, que se fue demasiado pronto y que podía haber sido el Raimundo Saporta del cambio de siglo)- el Madrid ha recuperado el viejo espíritu ganador del que le dotó Pedro Ferrándiz y que le convirtió en el mejor equipo de Europa.
Se habla mucho del estilo de juego del Madrid de Laso, del ritmo rápido, del espectáculo y de la facilidad para hacer puntos. Se ha recuperado el interés por el baloncesto de una afición cansada de decepciones. El Palacio se llena cada semana. También se habla mucho de los defectos del equipo y del entrenador. Se critican decisiones por unos y se alaban por otros. Se ha terminado la época de la atonía respecto a la sección.
Los que tenemos una cierta edad (yo por ejemplo sitúo mis primeros recuerdos baloncestísticos con la llegada a Madrid de Mirza Delibasic) pasamos de la euforia que suponía ver al Madrid de los 80 batallar en Europa y en España, unas veces perdiendo, otras ganando pero siempre dando la cara, a ver la tristeza de la segunda mitad de los 90 y la primera década de los 2000. A ver un club al que ya no venían los mejores y que se estrellaba casi año tras año contra sus propios temores. A desaparecer de la primera línea europea y ser muchas veces comparsa en España no ya del FC Barcelona, sino también del Joventut, del Baskonia o del Unicaja.
La temporada 14/15 supuso la culminación del recorrido. El Madrid, tras una temporada anterior en la que alcanzó su mejor nivel en cuanto a juego pero en la que se tuvo que conformar con una Supercopa de España y un triunfo agónico en la Copa del Rey, logró consecutivamente los cinco títulos en juego en la campaña (Supercopa, Copa del Rey, Euroliga, Liga Endesa y Copa Intercontinental).
La temporada 15/16 se ha presentado torcida desde su inicio. La multitud de problemas vividos en el equipo desde el arranque, que incluye falta de pretemporada, lesiones de jugadores clave, inadaptación de los fichajes, llegada de varios jugadores con la temporada en marcha, etc., etc. ha afectado a la marcha en las competiciones. Así, en la Liga Endesa se anda lejos de la cabeza; cómodamente en zona de playoffs, pero alejados de los primeros. En Euroliga se sudó hasta el último segundo la clasificación para el Top 16 y, ya en este, se prevén unos últimos 6 partidos muy complicados para no quedar fuera antes de los cuartos de final.
Todos los partidos duros que ha jugado el equipo y que no eran decisivos se han perdido sistemáticamente. Ante FC Barcelona, Laboral Kutxa, Valencia, Khimki, Fenerbahce, CSKA… se perdió; en más de una ocasión de forma muy clara. Pero de la misma manera, todos y cada uno de los partidos duros que sí eran decisivos se han ganado sistemáticamente. Así, cuando hizo falta ganar al Fenerbahce se le arrolló en una segunda parte sensacional. Cuando una derrota ante el Khimki en el Top 16 dejaba al Madrid casi sin opciones de clasificación, se sacó adelante el partido de nuevo en un final de encuentro excelente. Cuando el Laboral Kutxa amenazaba con dejar al equipo fuera de la Copa del Rey, de nuevo se sacó el partido adelante. Tan solo hay un lunar en esta trayectoria que puede resultar letal en un mes, y es la derrota en el Palacio frente al FC Barcelona en la Euroliga. Ha sido el único momento en la temporada en el que el Madrid se ha despistado cuando no podía hacerlo. Afortunadamente, aún hay tiempo para resolver el problema.
Hace dos temporadas el Madrid encandiló al mundo del baloncesto para acabar muriendo en la orilla y poco faltó para que las olas se llevaran consigo a Pablo Laso. La temporada fue realmente meritoria, pero quedó sin premio. El año pasado el equipo lo ganó todo tras un mal arranque de temporada. Sin embargo, si me preguntan con cuál de las recientes temporadas me quedo, les diré que con la actual. Esta temporada 15/16, con todos sus problemas y que tan agónica está resultando, nos está mostrando una cualidad que deben tener los equipos campeones y que los viejos del lugar recordábamos de los años 80 pero que se había olvidado desde entonces: el hambre. Si el Madrid está sacando adelante la actual campaña con todos los problemas que rodean a la sección, si ha sido capaz de llevarse una Copa del Rey para la que nadie le daba como favorito (incomprensible la encuesta entre los entrenadores de los clubes españoles), y si el equipo se mantiene a flote en Europa es única y exclusivamente porque no ha perdido las ganas de ganar títulos.
El hambre siempre fue la seña de identidad de este club y la que lo convirtió en el mejor de Europa. El hambre se perdió cuando se dejó de ganar, pero ese hambre ha vuelto. Tal vez no se logre ni la Liga Endesa ni la Euroliga esta temporada y debamos conformarnos con la Copa del Rey, pero el Madrid está dando una lección de saber competir en los momentos duros. Este equipo vuelve a ser el que fue no hace tanto tiempo.
Ya sé que muchos consideran un sacrilegio citar a Ettore Messina (villano oficial de la sección de baloncesto como Mourinho lo es de la de fútbol), pero el entrenador italiano siempre ha dicho que en el deporte la obligación no es ganar sino competir para ganar. El Madrid ha ganado mucho en estos años y sobre todo lo ha hecho cuando ha asumido que solo se gana si se baja al barro. Tal vez este año ya no se gane nada más, o tal vez se gane alguno o el resto de títulos en juego, pero en cualquier caso, este equipo habrá demostrado que compite para ganar.
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