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Carta a Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente

Queridos Reyes Magos:

De entrada les diré que la cosa está jodida; así, en román paladino. Para qué andarse con eufemismos si se puede favorecer la comunicación con palabras tal vez más vulgares, pero no menos certeras, también para la realeza. Pese a todo -pongan en ese todo un fax, no pocas desidias, algunos desenfrenos automovilísticos, un culebrón copero y otras verbenas similares- uno no puede (no quiere) evitar renovar ilusiones cada tanto, tal vez por aquello que decía Hölderlin de que donde está el peligro, allí crece también lo que salva.

Así que, tal y como manda la tradición, valga esta carta para ser escrita con letra de niño y para dejar de lado por un momento el pesar, la languidez y hasta el cabreo que asolan a este adulto que se esfuerza ahora en actualizar su niñez por vía navideña. No en vano, sigo resistiéndome a vivir el fútbol como si fuera cosa meramente analítica o racional, y mucho menos -contra cierta tendencia dominante- como el ámbito idóneo sobre el que volcar hipercriticismos, iras insanas o complejos más o menos explícitos. Cierro con fuerza los ojos, me convenzo de mi propio intento de conjuro y me dispongo a pedirles, estimadas Majestades, algunas pocas cosas que tal vez mi equipo necesite, con alguna inocente sorna y sin menoscabo de aquellas peticiones que cada integrante del Madrid tenga a bien trasladarles.

Yo no sé lo que pedirá Keylor Navas, pero si algo deja traslucir el bendito tico es que se conforma con lo que tiene, que no es poco, pero tampoco son muchos los que tienen la mesura y la sabiduría de practicar el sosiego de la ambición. Así que para Keylor solo puedo pedir aquello de “virgencita, que me quede como estoy”, que seguro es fórmula del agrado del costarricense, así como de Sus Majestades.

Para nuestra defensa, en cambio, sí tengo que pedir algo. Dudo entre unas buenas dosis de Pharmaton en vena, por aquello del vigor y la concentración, y acaso un infalible GPS que ayude a nuestros centrales a verlas venir con cierta anticipación y sin atropellos. En tus manos lo dejo, Gaspar (absténgase Rosety). En particular, estoy seguro de que Sergio Ramos me agradecerá -tal vez no hoy, pero sí en un futuro inimaginable- que pida para él una edición de El arte de la prudencia, de Baltasar Gracián, aunque solo sea para que sepa encarar mejor las preguntas post-partido sin provocar lógicos escozores en los aficionados con confesiones sonrojantes como la de la falta de actitud.

Danilo lleva poco tiempo en el equipo -y menudo tiempo, dirán ustedes- pero se me ocurre que unas infusiones de valeriana y melisa le vendrían bien a su juego, a veces tan apremiante que resulta confuso y atolondrado. Un pelín de reposo, un balneario, un vídeo con las mejores jugadas (?) de Secretario o del no menos insigne Claudemir Vítor podrían servirle de revulsivo. En VHS, supongo.

El caso del centro del campo es diferente. Para ellos pediría una batería, un compás con escuadra y cartabón, o tal vez un motor a tracción con todas las válvulas que ustedes quieran, o unas ruedas de enorme camión, o un rastrillo de agricultor… No sé bien. Algo que aporte ritmo, armonía, trazo, y que a la vez resulte contundente, firme, rocoso, acaso como una canción de los Stones. Sí, eso pido, la discografía de los Rolling Stones en los entrenamientos de cada mañana y a todo trapo en el Bernabéu: un glamour de garaje, un blues acelerado, una chulería de lentejuelas, una mirada de callejón (o Lucas Vázquez) y neones, muchos neones. Brown sugar, Casemiro. Jumpin’ jack flash, Toni. Start me up, Lukita.

¿Qué más? Espero que no les parezca larga la lista, queridos Reyes. Sepan que, como decía, la cosa está jodida y la situación pide un todos a una incluso desde el más lejano Oriente. No escatimemos a estas alturas en regalos, que tal vez el niño no se haya portado muy bien este año -ya les aseguro yo que no-, pero este aficionado que ahora escribe no tiene la culpa, sino la desgracia, de que así haya sido.

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Reyes

Isco y James (ay, James). Si antes hablaba de motores y ruedas, es esencial que no haya errores en el envío de los paquetes, no vaya a ser que el colombiano -que ya vino con el sambenito de motivar la construcción de autopistas- tenga un infausto día de Reyes con turbias bromitas. Así que máximo cuidado aquí. Para él, y también para Isco, cabe pedir un cuaderno y una buena estilográfica, para que escriban y luego plasmen su prosa poética en el campo; o mejor, unos lienzos y pinturas, o hasta una chistera, y que así muestren con mayor frecuencia su amplia paleta de colores en forma de giros, de “te la enseño y me voy”, de “nada por aquí, todo por allá”, de máxima eficacia a través del requiebro. Que escriban, que pinten, que bailen si quieren, pero que no lean. Que sus musas no se queden prendadas del halago fácil o del uso que hacen algunos de su arte como mera estrategia comercial de ladina sonrisa. Rienda suelta, muchachos, pero sin alambiques excesivos, querido Alarcón, tal vez como Miró, que a veces menos es más.

Con Bale lo tenemos difícil, Majestades. Parece tener mucho y darlo todo, pero pocos lo ven. Si acaso, pediría un diccionario de español, a ver si a fuerza de soltarse a hablar la lengua de Cervantes se siente más cercano al de Cardiff y se empieza a reconocer que está siendo de los mejores esta temporada, aun en la escasa brillantez dominante. Reconozco que su actual look genera controversia, con lo que muchos pedirían para él unas tijeras que no sostuviera Llongueras, pero a mí esa mezcla de samurái y líder de banda de rock de los 70 me resulta estimulante. Así que coleta y a correr, Gareth, a ser posible por la banda izquierda.

Para Benzema no pido la partitura de El lago de los cisnes porque su juego atestigua que se la sabe de memoria, así que me conformo con una charla sosegada con James, tal vez mediando Zidane como coach, para que su lúcida cabeza de avezado coreógrafo sepa dominar otras facetas menos gráciles.

Y para Cristiano, quién sabe. Tal vez quepa pedir un reto, que parecen gustarle. Podrían ustedes traerle lo mismo que al niño Jesús, excepto el oro, que ya me dirán ustedes para qué más. El incienso para que se relaje con su aroma (¿verdad, Padre Suances?), y así su estado de excitación habitual no se precipite hacia la siempre perjudicial desesperación. La razón del equilibrio, que cantaba Silvio Rodríguez. Y la mirra para que tenga la oportunidad alguien, una vez en la vida, de averiguar qué carajo es semejante cosa y así nos lo cuente y, de paso, se apunte otro récord el portugués.

No sé. Tal vez pida mucho, queridos Reyes, pero sepan ustedes que ayer mismo destituyeron a Rafa Benítez y ahora tenemos a Zidane como nuevo entrenador, por lo cual tengo que pedir que le traigan al francés un casco de guerra bien compacto, con máscara antigas si es preciso, y un escudo, y la burbuja en la que dicen que dormía Michael Jackson, y un búnker, y muchas gasas, y un cuchillo de salvamento, y todo lo que se les ocurra como medio de defensa será poco para paliar las seguras ofensivas de los siempre diestros muchados de la prensa.

Sepan, Majestades, que Benítez lloró en su presentación y temo que aún siga haciéndolo, aunque por razones bien distintas, pero este niño que aquí termina su carta se merece que bien pronto las lágrimas sean, por fin, de alegría. De una santa vez.

Felices Reyes para todos.

P. D. No escatimen en carbón. En el Portanálisis les darán las señas.

La entrada Carta a Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente aparece primero en La Galerna.


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